
TRES DE CORAZONES (VOS SEGUIME QUE TE SIGO)
El notable director, dramaturgo y guionista Javier Daulte regresa a calle Corrientes con “Me Gusta (Todo por un Like)”. En clave de comedia y con autoría de Alberto Rojas Apel, la obra exhibida en la Sala Neruda del bellísimo Paseo La Plaza, pretende echar luz sobre las dinámicas de convivencia que atraviesa una pareja que lleva más de diez años de casados. Bajo el mismo techo y sorteando inesperados menesteres, mantener viva la llama del amor y la inspiración no es poca tarea: movimientos de auténtico cataclismo en ciernes amenazan los cimientos de lo estable y constituido.
Martina y Andrés acaban de ser padres, y la rutina los ha vuelto previsibles, grisáceos, apocados. Conformistas. Ella es psicóloga. Él, agente bursátil. En la habitación contigua, la hija de ambos es cuidada por la incondicional y veinteañera Jowy. No es que la pasión se haya extinguido, pero falta ‘ese ingrediente’. Ojo, ellos se conocen de memoria. Tanto que ella sabe que gustos son los que prefiere él para el delivery de cada noche. Y elige por él, a sabiendas de que le molesta, porque manías son manías. Pero, cuidado, conocerse demasiado es una carta a favor, si sabe usarse correctamente. Tres empanadas no llenan lo mismo cuando antes era chorrearse…basta tan poco para complacer. ¿Dónde quedó la alegría? ¿Y la calentura? Sin detenerse a pensarlo un segundo, avanza la vida y el mundo a toda velocidad, y casi nunca se pronuncia la pregunta clave: ¿estamos bien así? ¿estamos cómo queremos estar? Que no se apague el fuego…
Lo conocido de siempre asoma como el mejor programa asumido para una noche de fin de semana. Dan la última temporada de “The Crown”, digna de maratón. Las horas pasan con la tele prendida, ¿sigue encendido el corazón? De la noche a la mañana, el baldazo de agua fría que nos provoca el primer estallido de risa no tarda en llegar. Un planteo externo lleva a la pareja a cuestionar la lógica interna: el dedo en la llaga siempre va adónde más duele. Una baby sitter centennial se convierte en el detonante que coloca patas para arriba toda noción adquirida respecto a la estabilidad, la confianza y la convivencia construida de a dos. ¡Lo que faltaba! Los interrogantes se acumulan a la hora de buscar estar mejor. No es que Martina y Andrés estén mal…pero, ¿qué pasó con el deseo? Cuando volverse innovador fue ponerse zarpado. Eso era antes, y ante nuestra atenta mirada, la danza de lo inesperado se desenvuelve. Entre ratoneos, se deletrea lo delator. ¿Deberán las fichas moverse? Es ahora o nunca.
Con absoluto encanto, “Me Gusta” problematiza el amor de pareja en la mediana edad. Dispuesta a romper con tabúes, paradigmas y estereotipos de pareja heredados de generaciones pasadas, se propone como una reflexión loable y perspicaz acerca del amor en los tiempos que corren. Tiempos más lábiles, quizás, a la hora de mensurar la palabra compromiso. No obstante, no es la muerte del amor lo que viene a plantearnos la obra, sino lo arcaico de férreas reglas y nociones puestas en jaque. O, al menos, puestas en duda. La crisis de la institución familiar y de la pareja, tal como las entendemos hoy, es un hecho insoslayable. Tenemos aquí a una dupla de cuarenta y pico abriendo el juego a un tercero en discordia. ¿Qué pensarán sus respectivos padres? Todavía hay tiempo para que la pequeña Cami crezca y asimile lo que algunos tildarían de anormal o amoral. Pero, ¿es hora de saltar o no?
El marco cae rodando al piso y puede que la foto necesite un nuevo encuadre. ¿Dónde aman dos entran tres? Probemos cambiar el soporte, o la forma de mirar, y puede que la foto quede, incluso, mejor. Nuevas palabras conforman el vocabulario para la vida de pareja siglo XXI. Nuevas formas de conjugar el verbo amar. ‘Poliamor’. ‘Abrir la pareja’. ‘Trieja’. ‘Triciclo’. Hay que saber pedalear en terrenos inciertos…y no perder el equilibrio. O la cabeza. Mucho menos en tiempos de lenguaje inclusivo. Inteligentemente, la obra hace foco en la tan mentada rutina; la estantería conyugal tambalea. ‘Estereotipos de pareja’ versus ‘Modernas formas de amar’ interpelan al espectador. Ella cuestiona la meseta e intenta despabilarlo: ¿te pusiste a pensar hace cuánto…? Sabe que la chatura no es el fin, pero no hay peor verdad que la realidad. Para él, mientras tanto, todo es analogía laboral. Su zona de confort conoce de memoria cómo rendir en plazo fijo. El presente es este y la intersección que los encuentra lo describe a la perfección. Cuando los planes son en piloto automático, la casa soñada quedó lejana en el tiempo y el sexo se convierte en un mero trámite. ¿Dónde quedó el subidón de las viejas buenas épocas?
De inmediato, la frase más usada en tiempos de hiperconectividad cibernética nos interpela desde el título mismo de la obra. El ‘me gusta’ trae consigo múltiples disparadores. La dinámica cultural de la vida personal expuesta (y la del otro observada) a través de la pequeña pantalla táctil, se convierte en un elemento de preponderancia dentro de la trama. Vivimos tiempos voyeurs en donde la dictadura del ‘like’ no perdona, pudiéndonos hacer jugar, fácilmente, una mala pasada. Inmersos en la cultura del ‘follow’, la red social funciona como auténtico tubo de ensayo y es el punto de partida que todo lo complica, falsea y tergiversa. Al juego se prenden dos a quienes los puede la curiosidad y el deseo, en igual medida que el temor al ‘qué dirán’. El amor muta de formas impensadas, y, bailando al compás de un nuevo ritmo, la pareja saca a relucir sus trapitos al sol. Entre enredos, estímulos y fantasías confesadas solo bajo ciertos efectos, “Me Gusta” se vuelve irresistible.
Amar es solo en libertad y para Martina y Andrés el momento indicado es ahora. A romper y modificar de raíz los mandatos se ha dicho. El temor de la pareja engendra tamaña disyuntiva: avanzar o quedarse quietos. Evolucionar y renovarse trae el riesgo consabido a dos pieles que vibran de solo pensarlo. Más difícil de armar que un Tetris sexual. El planteo parte desde el núcleo del hogar, porque el crecer de a dos no implica pugna, sino complemento. Pero, detalle nada menor, a la ecuación la complejiza el agregado de un nuevo integrante bajo el mismo techo. El dilema es si dar o no el gran paso. La permanencia en la zona de confort de quien no arriesga optaría por una salida más conservadora al decidir quedarse en el ‘que hubiera sido si’. Sin embargo, la fantasía de dos concretada anunciaría un antes y un después sin retorno: luego de la decisión tomada, no habrá camino de regreso a lo antes conocido. ¿Cruzamos dedos y avanzamos o bajamos la barrera?
En la obra abundan simbólicos condimentos y otros más literales. Andrés prefiere aderezar sus días con la sal de la vida que es auténtico oasis en medio del desierto. Al día siguiente de aquella noche que lo cambió todo, un placentero (aunque adolorido) despertar coteja el amanecer de otro problema mayúsculo. La dulce tentación se disfraza de incertidumbre: es el miedo a lo desconocido lo que alimenta las dudas. ¿Y ahora cómo seguimos? No vale hacerse el tonto. ¿Dónde quedó el deseo reprimido si no es fuera de la propia cama? Martina confiesa una infidelidad, pero eso fue hace mucho. No es lo mismo que un coqueteo virtual, eso es un juego electrónico, se dice por allí. Ojos que no ven…Game Over. Con gran acierto, “Me Gusta” hace hincapié en que llegar a la profundidad del vínculo, comunicándose a través del diálogo y sabiendo mantener la chispa encendida, no es una dicha que esté al alcance de todos de poder disfrutar.
Después de veintiún años (protagonizó por última vez “La Cena de los Tontos”, también en el Paseo la Plaza), un fenomenal Damián de Santo regresa a los escenarios con un enorme protagónico, abordado con sensibilidad, destreza y el timing perfecto para hacer reír a carcajadas. La inmensa Julieta Zylberberg, por su parte, se confirma como una de las actrices de nuestro medio con mayor talento y proyección, en la piel de una mujer dispuesta a todo por deseo. Luciana Grasso, intérprete proveniente del teatro under, es la pieza clave que viene a aportar frescura en cuánto a posibles renovadoras miradas sobre el amor y la pareja, completando un reparto que exhibe deliciosa química y una sucesión de secuencias hilarantes sobre las tablas.
El inteligente planteo que Daulte y Rodríguez Apel llevan a cabo parte desde la convicción de aquello que al amar comprende e involucra, bajo un lúcido abordaje: lo esquemático de un almanaque propone un retorno cíclico que no escapa a los roles que allí se desenvuelvan. Es así y lo ha sido por siempre. Porque, cuestión de tiempo mediante, la interacción diaria es rutinaria. Algo de lo que nadie escapa y no se pretende demonizar. Si ‘te gusta’ estar con tu pareja, el día a día no se padece. A fin de cuentas, lo novedoso, lo distinto, lo disfrutable y lo disruptivo, con el paso del tiempo, también termina transformándose en rutinario. Porque lo que ‘acostumbramos a hacer’ ordena y no está mal que lo haga; solo hay que saber quererlo. La vida misma es rutina, entendiéndose por hábitos elegidos y entrelazados que repetimos, bajo acuerdos de convivencia. Lo importante es condimentarlos con experiencias y momentos compartidos que generen placer, deseo y felicidad. Esto es aplicarle el sabor correcto a lo inevitable.

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