Yo soy Hamlet. Usted también lo es. Todos somos Hamlet. Y todas las demostraciones de dolor se parecen entre sí; gestos, suspiros y lágrimas que aprendemos a imitar, y que se pueden fingir. Sin embargo, lo que llevamos dentro, ese dolor inconmensurable, tan grande que sólo en nuestra alma cabe, no se puede expresar más allá de nosotros mismos. Lo que sentimos no es (posible de ser) actuado. Y aunque el peso de la vida fatigosa a todos nos hace gemir y sudar, cada quien soporta su propia carga.

¿Quién más que uno mismo (Hamlet) puede ser o no ser?

Hamlet, el personaje teatral, sólo existe en el dilema de la existencia. El todo y la nada.

Esta obra, por los motivos que sean, se ha erigido como el gran enigma del teatro universal. Solo así se explica la insistencia en hacerla y la voluntad en aceptar que, por enésima vez, y una vez más, un actor sea Hamlet. Si la antigua pregunta, tan vieja como el Teatro, patrimonio de nuestra débil humanidad, encontrara respuesta certera, habríamos dejado de persistir en el frágil juego de la representación. Hamlet y el Teatro, como usted y yo, escurridizos somos de ser interpretados. Problemas sin solución.

El encuentro amoroso y esforzado con la obra de Shakespeare debería, en tanto la dificultad del problema, contener la mayor cantidad de variables que se logren asir, ponderarlas sin descartar ninguna, y devolverlas multiplicadas. Lejos de resolver el enigma, solo puedo presumir de haber hecho el gesto de hundirme en él, y desde allí y para siempre, hacer el propio intento (mi versión) de dar cuenta del todo por una parte.

Así, a mí la parte que me toca: soy Hamlet, consciente de ser uno más, y ser yo mismo.

Podés leer nuestra entrevista a ALBERTO AJAKA en los siguientes links:

https://revistasieteartes.com/2023/05/17/conversaciones-siete-artes-alberto-ajaka-primera-parte-por-maximiliano-curcio/ y https://revistasieteartes.com/2023/05/17/conversaciones-siete-artes-alberto-ajaka-segunda-parte-por-maximiliano-curcio/

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