Recomendación de libros: «EL ÚLTIMO SUEÑO» (2023), de Pedro Almodóvar

ESCRIBO, LUEGO EXISTO

por MAXIMILIANO CURCIO

La profunda vocación literaria rebosa por cada poro de la piel de Pedro Almodóvar en “El Último Sueño”, editado por Reservoir Dogs. Director de veinticuatro películas a la fecha, el mundo literario no le es en absoluto extraño: Pedro es autor de la novela de culto “Fuego en las Entrañas” (1981) y de las subversivas crónicas “Pathy Diphusa”. Sin embargo, el presente es su primer libro de relatos, publicado el pasado mes de abril.

Como todo gran hallazgo, una serie de relatos inéditos desempolvados en el caos de una mudanza adquieren pronta vida, luego de llevar décadas esperando salir a la luz. El autor asegura que no ha retocado lo que alguna vez escribió tiempo atrás, porque la frescura y el espíritu de un tiempo deben ser conservados. A través de las primeras páginas, ingresamos raudamente en la inquieta mente almodovariana y descubrimos los dobleces de una vida entera vinculada a la escritura desde su misma infancia. “El Último Sueño” cobra la atractiva forma de una biografía fragmentada e incompleta de aquel que jamás escribiera una semblanza personal y rechazara, en un sinfín de oportunidades, el ofrecimiento de redactar sus memorias. Se trata del fabulador cineasta revelándonos su enésima máscara, quien por un momento deja la lente de la cámara y se sienta tras su ordenador a escribir y escribir, sin pausa alguna.

El director español con más alcance mundial desde Luis Buñuel galardonado con Premios Oscar y Globos de Oro, laureado en Cannes y en los Goya, está dispuesto a sorprendernos con su flamante criatura literaria. Para quien el deseo es auténtica ley, a gusto nos animará a perdernos en laberintos de pasiones humanas. Las emociones se acumulan y acompasan, relato a relato. Conviven párrafo a párrafo, la tristeza, la nostalgia, la euforia, lo reflexivo y el silencio. Almodóvar muta en un atrevido William Burroughs. Es inconcebible no llevar al papel aquella energía secreta que provoca el contacto humano, y es allí cuando a sutilidad del escritor captura el bello impulso de una mirada, citando palabras de Colm Toibin como inmediato prólogo (“El Mago: Historia de Thomas Mann), introducidas a modo de cita inicial.

Vetas de realidad y ficción se entremezclan; una nutre a la otra en una docena de relatos que abarcan distintas épocas, desde la adolescencia de Pedro (nacido en Calatrava, en 1949) durante los años ‘60 hasta la actualidad. Cada uno de ellos refleja sus obsesiones primarias: la estricta escolaridad que marcó su mala educación, el humor como antídoto indispensable, el descubrimiento como artista con proyección mundial, la caída del franquismo, las pérdidas afectivas y los peligros de la fama. Texto y metatexto se adivinan como tesoro literario para coleccionistas, abriendo ante nuestros ojos auténticas perlas biográficas; destellos chispeantes dentro del genio de la botella. Porqué no, un álbum de cromos firmado a pie de página por el mismísimo Andy Warhol…autor de diarios personales de los cuales quien firma a pie de página no ha podido superar la primera instancia de lectura.

La lectura nos desnuda las fijaciones e inquietudes que dan forma a sus películas: desde el omnipresente Jean Cocteau a la dramaturgia de Tennessee Williams, del maestro del cine independiente John Cassavetes al melodrama con sello de Douglas Sirk. Por supuesto, no pueden faltar sus divas y divos de cine: de Ben Gazzara a Marlon Brando; de Gena Rowlands a Marlene Dietrich. Hijo de su tiempo cultural, todo lo que llama la atención de su sensibilidad atraviesa el propio tamiz de afecciones. Las líneas temporales se entrecruzan, a medida que se nos descubre la curiosidad de ese muchacho transitando los patios manchegos y los chismes de pueblo. De allí, y sin escalas, volamos directo al frenesí de los sets de rodaje. En la vorágine de sus años más salvajes y de cara al vértigo de una existencia de película, se coloca delante de su máquina de escribir a hacer lo que del alma nace.

En 1990, al estreno de “Átame” New York le da la bienvenida, en brazos de Liza Minelli. A Pedro no se le olvida detalle alguno: registra sensaciones para no olvidarlas nunca. Dos textos nos llaman poderosamente la atención: “Una Mala Novela” nos revela su temprano gusto por la escritura, en tanto que “Vida y Muerte de Miguel”, un Benjamin Button a la hispana escrito en el patio de la vieja casa familiar de Madrigalejos, guarda dentro de sí una gran anécdota digna de ser contada. Eran tiempos de ejercer el oficio a hurtadillas, en una hoy añeja Olivetti.

El artista que ha vivido en plenitud, sabe cómo entrometerse y transformarlo todo. Don Pedro hurga en el corazón, acaso la memoria juegue a hacer trampas: recuerda la muerte de su madre. La vida puede ser cruel y paradójica: para escribir su mejor relato (el homónimo que da nombre al libro) fue necesaria la inevitable pérdida, a las puertas del estreno de su film consagratorio: “Todo Sobre mi Madre” (1999). El autor rememora aquel viernes de última tormenta y los misterios que esconde el humo en el cuerpo que pronto se esfuma. Al genio ibérico lo domina una sensación de orfandad que cambia la vida para siempre. Páginas más adelante, recuerda la visita a su amada Chavela Vargas, diosa marginal que celebra un último trago en el bar Tenampa junto a José Alfredo Jiménez. Persigue sus rastros en la Sala Caracol. Chavela es absoluta dueña de su abandonada y desolada catedral.

Variopintos estilos y épocas conviven en la cosmovisión y en la voz autoral del cineasta nacido artísticamente en plena explosión del posmoderno. Sin prejuicios de género, la España post Franquismo era un caldo de cultivo ideal para artistas intrépidos y atrevidos. De la tinta al papel, la experiencia adquirida mira de reojo a aquellos tiempos tras un escritorio de oficina: para escapar del aburrimiento y exprimir al máximo la jornada laboral, el artista escribe y no deja de querer progresar. Aún se considera un iniciado perfección, pero continua raudo camino a la construcción de su propio alter ego. Nada del mundo vibrante exterior le es ajeno, materia prima incesante de idas. Lo que no puede filmar se escribe en líneas paralelas que capturan la vida, impetuosa y sin distancia del momento. Cita a Leila Slimani y Carl Seelig, al encuentro de connotaciones y resonancias con la labor y el noble oficio.

Almodóvar es uno y todos ellos a la vez, narrador en off y personajes. Indaga en las similitudes y diferencias entre escribir una novela y guionar un texto para cine. Por alguna razón no se siente apto para lo primero, descreyendo de ciertas dotes de narrador que daríamos por sentado. Cada cuál a su juego, dispone de los instrumentos narrativos para contar una historia, hecha de palabras o de artilugios audiovisuales. Su paladar cinéfilo abunda en Eric Rohmer, Quentin Tarantino e Ingmar Bergman, tríada de directores que expandieron su oficio al arte de escribir. No toda buena novela acaba convertida en buena película, advierte Pedro. ¿Su próxima tarea? Viajamos en el tiempo: la suma de relatos vertebra una cronología que se entrega a la epifanía. Al borde del asiento o de la cordura. El cineasta manchego confiesa que ha vivido, porque ya no distinguimos cine de escritura, ficción de realidad. Todo está mezclado de un modo indisoluble.



Categorías:La Biblioteca de Babel

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