
NO HABRÁ UN ALMA EN DERREDOR EN PIE
Por Maximiliano Curcio
“Otelo”, una de las más trascendentales obras de William Shakespeare, renueva su inclaudicable interés inaugurando la temporada 2023 del Teatro La Comedia, en la ciudad de La Plata. Escrita en 1603, representada por primera vez -según se estima- en Londres, hacia 1604, y publicada en 1622, enfrenta a sus personajes protagonistas en existencial pugna con sus respectivos destinos. Adaptada y reversionada por Nicolás Prado, e interpretada por un gran elenco liderado por el fenomenal Juan Palomino, las coordenadas históricas que la escenifican prolongan un mal atávico: el ser humano atraviesa tiempos desgraciadamente violentos. El aristocrático moro que da título a la pieza es el eje moral de una historia en donde prima la urticante venganza, el ciego resentimiento y los desenfrenados celos, basándose el dramaturgo inglés en “La Historia Original del Moro de Venecia”, escrita por Gianbattista Giraldi Cinthio (1565).
Parámetros culturales, sociales y artísticos más actuales se reconfiguran a la hora de revisar cierta genealogía de la ambición humana. La búsqueda poética emprendida nos describe de lleno un tiempo histórico hecho de volcánicas pasiones e ímpetus poco civilizados. Con agudeza en su punto de vista e innegable erudición, la retórica Shakespeare nos guía hacia la comprensión cabal de que el amor al poder y el amor a la maldad son directamente proporcionales al espíritu su tiempo, reflejándose en el presente. Al que Prado disecciona con una curiosidad y una imaginación notables. Instrumentos llevan auténtico filo: un hombre de rango militar se revuelca en la miseria y matará para recuperar su mancillado honor. El texto contiene en su génesis al putrefacto impulso que lleva a la desmedida acción. En el campamento militar se disimulan las investiduras. Obsoletos modelos de masculino y femenino harán eclosión, mientras la memoria que se deconstruye es inspirada creación que merece ser celebrada.
Durante los meses de abril y mayo del corriente, con música en vivo del grupo “Corazones”, acorde a una llamativa propuesta estética, “Otelo” nos ofrece la enésima adaptación shakesperiana en osada traslación histórica, que se erige como un monumental ensayo de la falible condición humana. La obra nos muestra el racismo y segregación evidentes hacia una clase tildada de ‘inferior’, así como también prestando especial atención hacia vetas de consonancia social actual como el femicidio y el machismo. Un termómetro ineludible de violencia desnuda el alma de un espíritu influenciable (Otelo), a merced de un pirómano moral (Yago), que combustiona en su interior la mala cizaña de la duda engendrada en la conciencia de un cipayo al servicio de la república. Palomino, nativo de las diagonales platenses y quien viene de protagonizar con éxito “Sex” (de José María Muscari), se agiganta ante nuestros ojos como víctima de la sangre que sus propias manos derraman. La frágil naturaleza nubla la razón.
El ejército invasor aguarda las primeras luces del amanecer. En territorio ajeno, ondea la bandera cómplice del acto violento. El orgullo, la perversión y la hipocresía prefiguran un estudio concienzudo del mal. Lo que se teme, en consecuencia, es a perder, ya no la cordura, sino la propia posesión. Otelo se vuelve cómplice de la propia enajenación que alimenta ¿Por qué causas extremas es capaz de dar la vida un hombre? El amor de la más transparente pureza se degrada en su naturaleza, rebalsado de miedos e inseguridades. En la cúspide del poder, la verdad humana más amarga se revela, porque siempre y sin excepción, la desmesura es el motor de la tragedia. No existe instante alguno de tregua al desasosiego generalizado que se amotina en el alma de un Otelo que firma su propio epitafio; arrastrando la envidia que combustiona en el interior del pórfido Yago. Un total de cinco actos guardan un denominador común: el territorio se tiñe de rojo sangre.
El formidable Palomino da vida a un descomunal Otelo, retornando a los escenarios de su ciudad natal, años después de haber participado en logradas puestas celebradas aquí, como “Frankenstein” y “Juan Moreira”. Su maltrecha armadura y estirpe militar describe de lleno el fisurado ego, el recelo y la ambición que obnubilan los sentidos. Tejiendo la telaraña, Yago (Fabio Prado González) murmura al oído del noble moro la destrucción de un imperio que ha cesado de su forma como tal. La piel menos curtida e inocente de Desdémona (Trinidad Falco) no sabrá de piedad, porque amó sin perjurio; su pecado capital. La locura gana la partida, mientras la boca se llena de vituperios para con aquel objeto del deseo por el cual valió la pena ofrecer la propia vida. Un pañuelo de enorme valor sentimental cobrará ingrata forma de tesoro para el desenfadado engaño, consumando el acto de brujería. Prueba irrefutable en manos del poderoso moro, quien arrastrará a su amada hacia el más ríspido padecimiento. La insensata misión de impartir justicia será cumplida y no habrá un alma en derredor que quede en píe.
Categorías:En Escena
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