
MIS POSIBILIDADES SON UNIVERSOS PARALELOS
El exlíder de Héroes del Silencio, y dueño de una intachable carrera solista desde 1997, comparte en su nuevo libro las experiencias de sus últimos dos años consumiendo Psilocibina, una sustancia alucinógena extraída de un hongo proveniente de Sudamérica, México y Estados Unidos, y utilizada durante miles de años, tanto en rituales religiosos como con fines medicinales. Documentada en pinturas rupestres que testimonian su implementación desde la antigüedad, la droga se ha sometido a estudios científicos, y ha sido validada por expertos como un remedio terapéutico efectivo. Es así como Enrique Bunbury, a modo de dieta diaria en solución madre, ingirió entre 125 y 250 miligramos de dicha sustancia psicoactiva, en búsqueda de la euforia, la emoción y la conexión perdida, a contramano de un mundo que frecuentemente le esquiva.
El camino emprendido ha resultado en una inspiración artística mayúscula, que lo trae de regreso a un universo literario al cual se dispone a indagar por segunda vez en su trayectoria. Editado por Cantico y contando con un precioso y atinado prólogo del poeta Vicente Gallego, Bunbury firma su siguiente poemario luego del fenomenal EXILIO TOPANGA (podés leer la reseña acá: https://revistasieteartes.com/2022/02/18/novedades-literarias-resena-de-exilio-topanga-enrique-bunbury-2021). En “MicroDosis” gesta una indispensable herramienta para combatir la profunda depresión que le deparara su abrupto adiós de los escenarios, envuelto en un malestar físico que lo obligó a cancelar la gira conmemorativa de sus treinta y cinco años de carrera musical.
El campo literario se ha convertido en los últimos tiempos en una faceta en la cual el siempre inquieto Bunbury ha encontrado fértil territorio de exploración a la hora de plasmar sus inquietudes estéticas y filosóficas. Revelándonos la poliédrica naturaleza de un artista siempre afín a sorprendernos y reinventarse, llega a nuestras manos el intrigante “MicroDosis”. Delante suyo (y nuestro) se proyecta una rutina inconexa de sueños fuera de todo tiempo y espacio. Una suerte de mundo paralelo bellamente intoxicado para experimentar las posibilidades y sentidos diversos de un viaje interior en reversible que borra todo rastro y frontera de las cosas más elementales conocidas. Desnudo y despojado, Bunbury abre su alma y entrega su esencia. El suyo es un espíritu libre que ofrece refugio a la intemperie. Vaya paradoja.
La portada misma de la edición nos interpela, mientras contemplamos la pintura de Paul Klee titulada “Komiker” y concebida en 1904. La obra pictórica intervenida por Danny Vera posee claras intenciones: nos tatuamos la palabra ‘trip’ en la frente, porque el viaje interior en forma de versos recién está comenzando. Abriendo las puertas de la agudeza y la percepción, el exitoso compositor manifiesta su creciente interés por la experiencia psicodélica y emprende el enésimo embate contra las normas sociales establecidas. Del otro lado, aguardan agazapados ejércitos de la moral; ministerios de la censura y propaganda de la chatura que nunca faltan. Como antídoto les va este libro. Mejor ahorremos el juicio de valor, porque la conciencia política y religiosa ha sido por siempre jamás alterada.
La dosis prescrita es onceavo mandamiento, porque la salud física y mental es ineludible sacramento. El hongo propone una amplitud cósmica en donde lo prodigioso amanece; colorida y extraordinaria lisergia que expande en reverberación al infinito, en tiempos de adoctrinamiento y sumisión. Quien gusta de lo ilegal sin el más mínimo pudor no tendrá prurito alguno en gritarlo a los cuatro vientos. Confesional e incorrecto, anarquista pragmático si falta hiciera, el poeta nos retrotrae a la frondosa generación Beat, mientras el atractivo relato ensayístico, a modo de poesía y prosa poética, aborda intereses variopintos a medida que realiza una evaluación del estado de las cosas, sintiéndose parte de un panorama distópico que hace equilibrio entre drásticos cambios climáticos, proliferantes virus a mansalva, ovejas humanas programadas con infalible A.I., dominante miedo al arma biológica de mayor precisión, impiadosas guerras con mando virtual e invasiones marcianas salidas de una película de Hollywood. “Microdosis” clava la flecha en el centro neurálgico de un mundo en llamas.
Tocado por el don de la creación, Enrique pergeña su flamante criatura literaria dueño de una sensibilidad que le permite conectar con el latente tejido social que lo rodea y del que es parte. Lejos de querer sentirse un estorbo, el artista se convierte en antena y puente de su tiempo, haciendo del hongo un instrumento de lucidez y venerado regalo de la Madre Tierra. En un planeta dominado por máquinas, inútil resulta orar piedad a dioses extintos. Contracultura y desobediencia serán dos aliadas indispensables, a medida que se improvisa sobre un trapecio sin red. Inspeccionando lo profundo, laten preguntas claves que desordenan al alma de cara al cosmos. A estas alturas no sorprende la capacidad discursiva de un E.B. presto a tramar un magno tratado sobre la condición humana. Su lienzo en blanco acabará poblándose de imágenes poderosas, y se explaya sobre conceptos como Trascendencia y Transhumanismo. Recurrirá a la sátira, narrará situaciones cotidianas, hurgará en la basura ajena, alabará al Gran maestro.
Bunbury escribe sobre cine y nos comparte un texto en defensa a ultranza al denostado Nicolas Cage. Tribunas hediondas del análisis y el reproche no sabrán comprender la montaña rusa de una carrera actoral que supo besar el cielo y el suelo con idéntico estruendo. Acaso, éxitos y reveses conlleven el riesgo de hacer lo inconveniente. Un servidor diletante que también se anima a especular sobre el consumo de alcohol y sus efectos, estableciendo un interesante paralelismo con la película “Otra Ronda” (2021) de Thomas Vinterberg. Amante del séptimo arte, títulos imprescindibles al paladar cinéfilo afloran y casi como un efecto dominó abren el apetito y el gusto por la literatura sci-fi, con toda una serie de autores de culto enumerados con fabulosa erudición. Viajamos a alto vuelo, los ojos de halcón ya son los de quien escribe.
Recipientes de respiración le animan beber la propia metamorfosis. Página a página, descubrimos este alucinante e innovador material. Las expresiones culturales ocupan, en diversos pasajes de la obra, un lugar preponderante. Los artistas son seres de luz que a veces pueden equivocarse, dice Bunbury, mientras le dedica unas líneas al icónico y condenado Phil Spector. Hablando de arte y con más burla e ironía, ¿por qué los aliens no hacen arte? La aspiración es siempre a crear y conmoverse y ahora es el momento de observar la naturaleza que le rodea: piedras, árboles, tormentas y un brillante sol. Como decía Aldous Huxley, bajo estados de percepción alterada, la luz que se filtra a través de las hojas de esos árboles nos hace contemplar perlas de esmeralda de otros mundos. Que nada mitigue nuestro asombro.
Setas de calidad primera abrevan en el dulce misticismo, mientras cada capítulo rebosa de seducción visual y cuotas de misterio a disposición. Se desparraman píldoras sobre la mesa, ¡bendita musa negra! Ha llegado el turno de destripar al corazón de California. Los efectos creativos sobre la conciencia se hacen sentir sobre la cosmopolita ciudad de Los Angeles. Una urbe que aglomera lluvia de estrellas, entretenimiento, placer, crimen y prostitución. Un crepitante fogonazo nocturno alumbra el estilo y el glamour de callecitas como Mullholand Drive. Desde Beverly Hills al Cañón de Laurel, un poema es una buena causa para describirlos. Tras la colina asoman barrios repletos de casas suburbiales. Los coches de marca circulan pavoneándose por el Downtown. El ojo clínico de Bunbury no deja detalle por pasar. El extranjero en España duerme la siesta de los justos, pero del otro lado del Atlántico vive el sueño americano como protagonista indiscutible.
Filias y fobias taladran la conciencia del hombre, mientras lucha por desamarrarse lo más pronto posible de cualquier mecanismo del deber. Si el goce del tormento hace a la psicología del sufrido, allí está un sillón de dentista próximo a ocuparse, que nuestra distinguida pluma preferirá evitar a toda costa. El tiempo discurre a través de la aguja, los granos de arena o el cronómetro digital…y es un bien preciado que no regresa. ¿Qué prisa tenemos? ¿Dónde extraviamos la calma y la contemplación? A la hora la persigue un minuto y a éste un segundo. Nos la pasamos corriendo rumbo a la nada absoluta. El cantante examina el paso del tiempo en la propia piel como si de una bisagra insoslayable se tratara. Se esté por cumplir cuarenta o cincuenta, ya no importa, si pasó o pasará; los recuerdos también pueden traicionar en trances como los abordados. No obstante, hay señales inconfundibles: sobre la columna vertebral del desconsuelo se sostienen dolores y achaques. Que no se note en posturas de yoga para cópula imposible…
Dispuesto a compartirnos las resultantes del getting hig y las múltiples bondades de la micología de avanzada, ciencia respetable amparada en verdades empíricas, el oficio de escritura brota por los poros del autor. Sin control alguno ni límites preexistentes, la respuesta está dentro; la huida es al interior, escapando también se llega a alguna parte. Cuando al alma y al corazón lo aquejan males, la crisis escolta el laberinto de la razón. Tira Ariadna del hilo hacia el más próximo extremo de salida. Es solo una cuestión de libre albedrío, nos colocamos un poco más y seguimos el viaje. El aragonés se evade del mundo porque, citando los versos de Joan Margarit en “Animal de Bosque”, tiene que pensar que ha llegado un momento en donde necesita imaginar aquello que no sucederá.
Categorías:La Biblioteca de Babel
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