
EL PALACIO DE LA RISA
Las veredas del Gran Rex estallan de gente porque el esperado debut teatral durante este verano en Buenos Aires es una realidad impostergable, luego del trance pandémico que pospusiera la grandiosa apuesta por más de dos años. El fenomenal suceso en la pantalla doméstica promete duplicarse sobre las tablas del mítico escenario porteño. ¿Cómo mantener vivo el encanto casi dos décadas después? “Casados con Hijos» lleva la fórmula del éxito bajo el brazo. Luego de más de doscientos capítulos a lo largo de un par de temporadas, y habiéndose emitido por última vez en diciembre de 2006, “Casados con Hijos” tiene, finalmente, su versión de teatro, con autoría de dos talentos garantía de calidad: Axel Kuschevatzky y Diego Alarcón.
Guillermo Francella, capo cómico absoluto de la escena nacional, asume el rol de dirección sobre la adaptación de la obra estadounidense “Married With Children”, creada por Michael G. Moye y Ron Leavitt, y estrenada en Estados Unidos en 1987. Minutos después de comenzada la obra, la voz de Guillermo se filtra a través del decorado, el público estalla en aplausos. Era de esperar, pero lo mejor vendrá a inmediata continuación. Sale a escena el hincha de Racing más famoso del país y la ovación es conmovedora; e él se unen en escena cinco excelentes y carismáticos intérpretes como Florencia Peña, Luisana Lopilato, Darío Lopilato, Marcelo De Bellis y Jorgelina Anuzzi. Cada uno de ellos tendrá su momento individual de lucimiento, mientras que, en la interacción colectiva, la química resulta incontrastable. No paramos de reír.
Casi veinte años pasaron, y no son poca cosa. Sin embargo, está casi todo intacto, excepto la anunciada ausencia de Érica Rivas. A comienzos del nuevo milenio, la sitcom de Telefé despertó fervor en el público y marcó a fuego una era televisiva en plena transformación; no nos extraña en absoluto el ensordecedor aplauso que emerge desde las plateas del mítico recinto porteño. Sobre las tablas, una gigante escenografía recrea con detalle la casa de ‘Los Argento’, la mesa está servida…aunque se mueve, igual que entonces, defectos son defectos y conllevan su encanto, ¿para qué cambiar, al fin? Evaluamos con los ojos de hoy el consumo mediático de una serie de ayer nomás, como reflejo cultural y social de un paradigma evidente en valores, simbolismos y costumbres. La naturaleza, la idiosincrasia de los Argento fue, acaso, la disfuncionalidad, como epítome de la representación de un problema que se replica a escala social. Bienvenidos a una familia dispuesta a exponer sus miserias de modo políticamente incorrecto, en reconocimiento de su cruel realidad ficcionada, y en abierta crítica al machismo. La disputa está en marcha, la armonía brilla por su ausencia. En hilarantes conversaciones, abundan chistes de doble sentido, en igual medida que posturas respecto al cuidado de la vida animal y el veganismo. A través de la siguiente hora y media de duración, “Casados con Hijos» nos hará reír y reflexionar por partes iguales, virtud nada menor y en extremo dificultosa.
Durante la primera parte de la obra, Francella es una máquina de tirar frases originalísimas, su lenguaje gestual nos lleva al clímax. En su salsa, uno de los más grandes intérpretes de nuestro medio otorga carnadura a un papel hecho a su excelsa talla. Es el centro gravitacional de un relato que no teme jugar con el sinsentido hipócrita de no poner en boca de padres determinadas palabras con las que no se puede bromear, a priori. Aunque lo hayamos escuchado, de más o menos cerca, muy a menudo. Pero no. Porque lo primero es la familia, y unida. ¿Estamos tan seguros? Fachada decadente que sigue pareciendo el adjetivo perfecto para describir las desopilantes escenas que se suceden, unas a otras. Los viejos buenos vecinos regresan con una sorpresa desde el Viejo Continente; los hijos parecen no querer madurar, mucho menos querer provocar en sus progenitores cualquier síndrome cercano al del nido vacío, el matrimonio Argento debate las culpas de una fallida crianza… ¿qué fue lo que hicimos tan mal? ¡Mierdas!
La magnética Flor Peña es Moni, ama de casa desesperada, dueña un cuerpo vibrante y un cerebro desprovisto de neuronas, que sigue sin visitar la cocina y nos regala bailes y cánticos de lo más pegadizos. Con su marido las cosas no van muy bien, pero se disimula. ¿Un cafecito? Ella lo vive buscando. Se mueve con sensualidad e impulso orgásmico a su alrededor, le cuenta fantasías con el deseo de innovar. Él sigue esquivándola, por qué no escudándose -literalmente- en el inmortal Fatiga (atención, habrá sorpresa) o en aquella filmación filtrada (brutal guiño)… Diecisiete años después, la realidad no ha cambiado, bajo el mismo techo, o sobre el mismo lecho, la convivencia marital es un cúmulo de insatisfacciones inversamente proporcionales que se barren con ligereza bajo la alfombra. Dos caras de la misma moneda, falencias que se retroalimentan. El sexo es esto, o sea, la nada absoluta. Breve y rápido, no siempre es virtud pero aplica, entonces las excusan afloran. Mejor, hagamos una tregua, un pacto sobre el frío sofá y no se hable más aquí.
Convirtiéndose de inmediato en queribles protagonistas, a propósito del exagerado grotesco y la paródica contradicción que los describe, esta media docena de pintorescos personajes son los elementos indispensables de un humor costumbrista que no ha cambiado en sus formas a la hora de concebirse al mismo como una poderosa sátira social. Todos somos cómplices de esta farsa, nos descostillamos de risa. Miramos en derredor, el tiempo parece haberse detenido, todo luce exactamente igual. El patriarca Pepe, anclado en su anquilosado machismo, lleva las de perder. Y lo sabe, pero morirá en su ley, porque reside en lo profundo de su corazón una mezcla entre aceptar su condición de manipular sin límites y negarla rotundamente a la hora de buscar zafar a toda costa. En plena época de revisionismo, los Argento se deconstruyen a sí mismos en alta definición de tecnología 5D. Sí, la obra también intercala registros audiovisuales, y por un breve lapso nos sumergiremos en una pantalla de TV de exageradas dimensiones. Como si no bastara, en precioso acto nostálgico, la icónica cortina musical de Sergio Vainikof está de regreso.
Nos preguntamos, y es válido hacerlo, qué humor avala la sociedad y cuál condena. ¿Existe libertad condicionada a la hora de hacer reír? ¿Qué mandatos quedan por derribar? ¿Con qué humor estaba bien soltar la carcajada década y media antes? ¿Con qué abordaje es preferible no hacerlo en el presente? ¿Qué temáticas son las que hoy despiertan mayor susceptibilidad y rechazo? Mérito de su director y guionistas, la pieza sabe cuán a fondo ir para mantenerse fiel al propio ideal. La irreverencia. Decididos a apartar de su primitiva pureza a la institución familiar y poner su delirante mundo privado patas para arriba, los Argento se confrontan a sí mismos, a la par que a sus vecinos (acertadamente, la voz de la conciencia) y arremeten sin piedad contra estereotipos, normas, expectativas, anhelos y fracasos. En el fondo, el apellido que mejor describe la argentinidad al palo sabe y reconoce sus defectos, haciendo de ellos su pan de cada día. El gigante sobrevive sabiendo aggiornarse de modo inteligente y sin perder su esencia.
Categorías:En Escena
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