Conversaciones Siete Artes / RUBEN STELLA: «Nos hacen falta hombres y mujeres con grandeza de espíritu, de mirada y de ideas». Por MAXIMILIANO CURCIO

Rubén Stella (nacido el 8 de junio de 1951, en Buenos Aires) es un actor y director teatral argentino. Algunos de sus papeles más reconocidos fueron en la serie Hombres de ley, como José de San Martín en El general y la fiebre y también como Enrique Santos Discépolo en Discepolín. Hizo teatro, cine y televisión. Trabajó junto a gente como Carolina Papaleo, Claribel Medina, Soledad Silveyra, Norma Aleandro, Luis Brandoni, Lito Cruz, Alicia Zanca, Pepe Soriano, Stella Maris Closas, Esteban Prol, Haydée Padilla, Emilio Disi, Norberto Díaz, Federico Luppi, Héctor Calori, Daniel Miglioranza, Aldo Pastur y muchos más. Fue Secretario General de la Asociación Argentina de Actores y ocupó el cargo de Secretario de Cultura de la Nación en el año 2002. Recibió la nominación del Premio Estrella de Mar en el rubro «Actuación protagónica masculina de comedia» por su labor en Soñar en Boedo; y la nominación al premio ACE por su trabajo en El organito, en el Teatro de la Ribera.



-El abordaje que hace “La Revancha”, obra de la cual sos autor, respecto a la vejez, pone de manifiesto ciertas paradojas de nuestra existencia. A menudo pareciera que vivimos a contramano. ¿La experiencia es un valor que adquirimos cuando ya nos hemos vuelto prescindibles ante los ojos de la sociedad?

Hay una hermosa respuesta, hermosa y a la vez patética y poética de Oscar “Ringo” Bonavena: “La experiencia es un peine que te dan cuando te quedas pelado”. ¡Ja, ja, ja! Pura sabiduría popular. Lo cierto que “La Revancha” aborda el tema de la jubilación más que el de la vejez. Ese paso, a veces doloroso, de pasar a ser activo a pasivo…. ¡¿Pasivo?! Cuando te encontrás bien de salud, tenés energía (por supuesto, no la misma de antes), y estás repleto de experiencia y de ganas; pero bueno, lo dicho anteriormente, experiencia que, en los días que corren, parece ser un valor sin valor… Y ojo que, como se dice en la obra, no hablo de “sabiduría”, porque eso es otra cosa. Solo camino recorrido, tránsito, memoria.

-Existe en tu escritura una profunda reflexión acerca de las injusticias e ingratitudes que sufre un adulto mayor en nuestra sociedad. Una falta de equidad en las oportunidades que este tiempo en la vida ofrece. ¿Los mandatos impuestos suelen marginar? ¿Sentís que esto se ha acentuado en el medio desde que comenzaste tu trayectoria hasta hoy?

Sí, totalmente. Esa es una sensación que comparto con muchos de mis más antiguos compañeros. Supongo que tiene que ver con lo que yo describo como “cortar la continuidad cultural”. La mejor manera de cada vez parecerse menos a uno mismo es dejar de tener referentes históricos y pertenencia temática y expresiva. Aquellos que fueron los que te impulsaron a adentrarte en este oficio. A desearlo, a amarlo, a ejercerlo. Hoy se ve como muchos jóvenes llegan a este oficio solo por el hecho de querer tener fama (Gran Hermano, por ejemplo) sin ningún valor más que una buena cara y un buen cuerpo (para después llenarnos de “conceptualidades” sobre los nuevos paradigmas de belleza y la no discriminación… Ja, ja, ja). Es decir, nada para dar. En fin, cosas que nos regala la sociedad de consumo que básicamente es una sociedad que nos consume.

-Teniendo en cuenta que sos un referente para las nuevas generaciones que están descubriendo su pasión por el arte de actuar, me gustaría preguntarte si te costó llegar a hacer de tu oficio un medio de vida estable.

En principio, no estoy tan seguro que sea como decís.. lo de ser referente, digo. Aun así, te cuento que trabajar como actor, y como casi todo en nuestro país -desgraciadamente-, es muy costoso y sí, lo fue y lo sigue siendo. Mantenerse en lo que podríamos decir una línea de flotación profesional, no es tarea sencilla. Todo depende también del camino que vayas eligiendo en cada momento. Para ponerte un ejemplo fíjate lo que ocurre con algún periodista deportivo que fuera una gran pluma del periodismo gráfico y hoy es un patético exponente del “show mediático”. Seguramente él se siente contento porque su “caja registradora”, su cuenta bancaria y su propio ego sube como nunca, pero… qué se yo, son elecciones.

-A fines de los ’70 participaste de la obra “Lorenzaccio”. ¿Qué podrías decirnos acerca del rol que cumplió Alfredo Alcón en tu incipiente carrera?

Vale aclarar que cumplía un pequeño rol al lado de varias importantísimas figuras que encabezaban Alfredo Alcón y Rodolfo Bebán. Alfredo Alcón, con su sempiterna generosidad y buena disposición hacia los que se estaban abriendo camino en el oficio, fue factor fundamental en mi paso inicial como profesional ya que, sin conocerme, solo por habérselo solicitado, me recomendó para que el director (Omar Grasso) me adjudicara un hermoso rol, Giomo, el caballerizo del Duque (Bebán). Por fortuna, se destacó mi presencia y recibí, de parte de Alcón, un grato reconocimiento personal y profesional, integrándome a su grupo de amigos más cercanos.

-¿Cómo viviste allá en los años ’80 la positiva repercusión que tuviera la tira “Hombres de Ley”, junto a Federico Luppi y Norberto Díaz?

Para mí fue un momento glorioso. Glorioso en el sentido de que, junto a Norberto Díaz, pudimos llevar adelante ese proyecto que habíamos prohijado desde la nada (por supuesto, con la determinante participación y colaboración de Gerardo Taratuto), llevándolo en una carpetita bajo nuestro brazo y presentándolo incasablemente a cuanto productor nos parecía que podía interesarle. Y no solo cumplimos el sueño -con trabajo y perseverancia- de lograr ponerlo en el aire, sino que también logramos, junto a nuestro director Gerardo Mariani y a los autores y compañeros actores que se sumaban con alegría y profesionalidad a nuestro sueño, una repercusión y un reconocimiento que dura hasta estos días. Sé que también Norberto, estaría orgulloso de haberlo hecho ya que, me parece que valió la pena. Para completar, te diría, que Federico Luppi se sumó luego -inmediatamente- dándole lustre al proyecto y completando ese trío de actores que nos dio tantas y tantas alegrías.

-¿Qué impresiones nos podés compartir acerca del documental «El Día que Cambió la Historia»? ¿Cómo nació este proyecto?

¡Qué hermoso momento! Profesional y personal. Participar junto a algunos de los verdaderos protagonistas y en sus pagos -Berisso-, de lo que fuera aquella maravillosa gesta del 17 de octubre de 1945 es y será imborrable. Con alegría y orgullo recuerdo ese “matambrero”, (el personaje que interpretaba) que toma consciencia de su realidad y de la de los trabajadores -sus compañeros- y se suma gustoso y comprometido a esa marcha para liberal al entonces Coronel Perón preso en Martín García. Ese proyecto, entiendo, nació de la mano de quienes lo dirigieron que eran gente de cine de la Universidad de La Plata y tenían un profundo compromiso con su “pago” y con su historia. Fue extraordinario compartir jornadas de trabajo allí en Berisso, en el Bar de Los Ingleses, en las calles y con los verdaderos protagonistas que compartían emocionados sus recuerdos. Y por supuesto trabajar al lado de mi amigo Lito Cruz -local, en su pago de la niñez-, que compartió generosamente la experiencia conmigo. Fue una tarea absolutamente ad honorem, y un verdadero orgullo y honor formar parte de esa memoria.

-El anteriormente mencionado no fue el único trabajo que compartiste con Lito Cruz. Especialmente quiero preguntarte acerca de uno de ellos: ¿cómo fue la experiencia de actuar junto a él en «Guayaquil: El Encuentro», de Pacho O’Donnell?

Una experiencia inolvidable. Siete temporadas de trabajo y dos apasionados y creativos meses de ensayo. Viajes por todo el país y por el exterior. Una obra de Pacho que me dio y nos dio enormes satisfacciones. Aprender, recorrer la historia, compartir con los espectadores (ya que al final de cada representación se realizaba un debate con el público que siempre fue muy enriquecedor) Con gente que se acercaba permanentemente a contarnos su visión y pareceres respecto de aquellos héroes. En cuanto a lo actoral fue una experiencia riquísima, entrañable, comprometida. Uno de esos trabajos que dejan huella como lo fue “Discepolín”, “Israfel” (de Abelardo Castillo, sobre Edgar Allan Poe) o Ecuménico López de “El Guapo del 900”, entre otros.  Aprendí a querer y respetar a la figura del gran Simón Bolivar que, a veces, en nuestra formación escolar es tratada de manera un tanto superficial. Para mí, se convirtió en lo que sin duda fue y es: un gigante de América, el gran Libertador junto a José de San Martín.

-Luego de superar la emergencia sanitaria que tanto afectó y mermó la actividad en el medio, ¿cómo ves al teatro actualmente?

La verdad lo veo bien, activo y fundamentalmente vivo. Hay muchísima actividad en todo el país y muy creativa. A los que observo con alguna duda son a los teatros oficiales. Al Complejo Teatral San Martín, que lo veo un tanto sesgado en su propuesta, y ni hablar del Teatro Nacional Cervantes, en el que no se ve una política dedicada al espectador. Sino más bien a un intento “innovador” de cara a la “necesidad” (por no decir capricho) de una minoría iluminada. Esta opinión mía, se debe, fundamentalmente a que yo tengo una idea muy acabada del rol del teatro oficial de una sociedad, que no considera que deba ser el “laboratorio” de quienes no solo no tienen una política (ni siquiera señalada desde ámbitos superiores) sino que, como en muchos otros ámbitos, utilizan al Estado y sus recursos para llevar adelante sus propios proyectos personales y sectoriales que los dejen luego bien posicionados para la actividad privada. El estado y los teatros oficiales también deben cumplir un rol determinado para el bien común y no para beneficiar a sectores ni personas. Al menos es mi modesta perspectiva.

-¿Sos buen espectador de teatro? ¿Qué obras y autores disfrutás de ver?

Sí, lo soy. Aunque te confieso que no muy frecuente. Me entrego a la propuesta desprejuiciadamente e intento disfrutar del momento. El teatro es una experiencia única e irrepetible. Cada función es una y única, aunque uno cuente la obra todos los días. Trato siempre de ponerle esa mirada desprevenida y muchas veces lo consigo.

-Tu compromiso social y político te ha llevado a ocupar importantes cargos públicos. ¿Qué opinión te merece el momento que atraviesa nuestro país?

Creo que de algún modo constesté esa pregunta anteriormente. Si me toca ampliar te diría que no veo, y desde hace ya muchísimos años, un gesto generoso, desprendido, militante de parte de políticos y funcionarios. Los que llegan y los que se postulan, tengo la sensación, que lo hacen solo para satisfacción de su propio ego (vivir de la política y, por ende, de todos nosotros…y hablo de uno y otro lado de la tan mentada grieta) y no para cumplir el rol para la que la función pública está pensada y diseñada: el bien común, por encima de intereses partidarios y personales. Extraño, en estos hombres, aquella grandeza que se nos inculcara en la escuela, la de Belgrano, la de San Martín (y de tantos otros anónimos, por supuesto). Perón, Evita, Hipólito Irigoyen, Elpidio González, el Dr. Ramón Carrillo o René Favaloro, etcétera. Nos hacen falta hombres y mujeres con grandeza de espíritu, de mirada y de ideas. En ese sentido, mi reconocimiento para Jorge Bergoglio, hoy nuestro Papa Francisco.

-Rubén, ¿qué significa en tu vida Vélez Sarsfield? 

Como dice la canción que muchas veces canta nuestra hinchada: “Vélez Sarsfield de mi vida, gracias por esta (tantas) alegría…” Vélez institución es parte insoslayable de mi infancia y adolescencia. Judo, pileta, patín. Primeras novias. Primeros amores. Y una pasión por la V azul desde que conocí la existencia de ese equipo. Significó años de recibir la cargada de los otros pibes porque no salíamos campeones hasta el maravilloso desahogo de diciembre de 1968 en el viejo Gasómetro, cuando Daniel Willington dando cátedra como siempre, nos condujo a la victoria. Desazones como la de 1971, cuando perdimos ese campeonato después de tenerlo en el buche. Hasta las enormes alegrías de los ‘90 cuando de la mano de Bianchi y de un grupo colosal de jugadores como Cristian Bassedas, el Negro Gómez, el Pacha Cardozo, el Turco Asad y el gran Chilavert, nos colocaron en el mapa mundial del futbol. Siempre emoción, esperanza y algunas decepciones como la del último año. No quiero olvidarme de la maravillosa etapa con la conducción técnica del Flaco Gareca, por supuesto. Ahora habría que volver a una dirigencia cuya prioridad sea la institución en su conjunto y el futbol un estandarte. Gente honesta, capaz e idónea (¿será mucho pedir o, tal vez, muy difícil de conseguir?).

-Para finalizar, ¿qué nos podrías adelantar acerca de dónde podremos verte durante este año?

En 2023, si todo sale como está previsto, seguiremos con la gira de “La Revancha”, junto a Daniel Miglioranza (ya hay algunas fechas previstas) y también en El Tinglado de CABA, a partir de abril próximo.



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2 respuestas

  1. excelente entrevista

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