
LA HERIDA DE PARÍS
Por su consagratorio rol en la presente obra, la multifacética Elena Roger obtuvo, entre múltiples distinciones, el Premio Laurence Olivier en Gran Bretaña, hacia 2009. Ese mismo año debutó en el Teatro Liceo, recinto al que regresó en 2022, con el mismo elenco que la acompañara entonces. “Piaf”, un hito teatral celebrado con suceso en Londres y Buenos Aires, se convirtió, de esta manera, en un evento mayúsculo que celebró los ciento cincuenta años del prestigioso recinto ubicado en Avenida Rivadavia, propiedad en la actualidad de Carlos Rottemberg.
Edith Piaf, cuya biografía fuera previamente llevada al cine por Olivier Dahan, con protagónico de Marion Cotillard, merecedor de un Premio Oscar, en 2007, cobra cuerpo y alma bajo la piel de la excepcional Roger. La icónica «Môme» fue una mujer que vivió en una época de postergaciones y desigualdades, un ser de luces y sombras, preso de sus miserias y contradicciones, emblema del vanguardismo musical y ejemplo de superación. Quien naciera en las calles de París y llegara a ser la cantante mejor paga del mundo, célebre voz francesa. Nacida en 1915 y fallecida en 1963, cautivó a audiencias enteras.
La presente recreación de su trayectoria personal y profesional recorrió los escenarios más importantes de Gran Bretaña. Disfrutamos en Calle Corrientes de un espectáculo de proyección internacional. De una fabulosa estética visual, que destaca en impecable vestuario. “Piaf” nos ofrece magníficas coreografías e iluminación, sumado a una decena de intérpretes en escena, otorgando calidad a sus más de dos horas de duración, y en las cuales Roger versiona un magnífico repertorio de composiciones musicales entre las que se destacan títulos como «La Vie en Rose» y «Non, je ne Regrette Rien».
Con autoría de Pam Gems y dirección de Jamie Lloyd, nos llega una pieza de primer nivel artístico, efectiva en reflexionar con crudeza, aunque no despojada de humor y un marcado cariz poético, acerca de una existencia marcada por el dolor y la gloria, en igual medida, como fuerzas encontradas en pugna. Acaso, los extremos que colisionan en el camino profesional de alguien bendecido con el don extraordinario de cantar. En “Piaf” somos testigos de la gestación del mito, desde el empedrado de arrabal que la cobijó a las luces de los grandes escenarios. En medio, irrumpe la Segunda Guerra Mundial, su voz de convierte en su instrumento vital. El pequeño cuerpo de Edith soporta maltratos, abusos. Sus anhelos de grandeza serían prontamente dilapidados: eternas juergas nocturnas mixturan, sin dosificar, sexo, drogas y alcohol. La fama conlleva sus exigencias, se aproximan giras al otro lado del Atlántico. El periplo ambulante se pone en marcha; la cantante conmueve en la radio, vemos su rostro en tapa de revistas. Todos hablan de Edith.
Ella se rebela ante las normas imperantes, resiste; se entrega a una vida frenética. Cae y vuelve a levantarse, recompone su ánimo, aprende a convivir en soledad. Sin escalas, de las noches de café a las grandes veladas, es un histrión que bebe sin parar y de su boca brotan palabras obscenas. No esperemos compostura. Volcánica, acopia amantes bajo sus sábanas; sus licenciosas aventuras junto a Marlon Brando, Yves Montand, Theo Sarapo y Georges Moustaki, entre otros, fueron el secreto mejor guardado de la prensa del corazón. Su historia recapitula éxitos y excesos en igual medida. Por un momento pareciera que el mismísimo infierno en la Tierra aguardaba a Piaf: la adaptación hace foco en su sino trágico. Presenciamos la estrepitosa debacle de una víctima malograda del sistema que desoye consejos, aunque, paradójicamente, desee imperiosamente ser amada, oída, valorada.
Casi siempre los días de gloria dejan ver su amargo reverso, los débiles sostenes afectivos contrastan con el poderoso vigor artístico que exhibe, con la frente en alto. Pero la espalda doblada…sortearía las terribles secuelas de un desafortunado accidente automovilístico. Recurriría a la morfina para calmar insoportables dolores. Su salud se deteriora pronto. ¿Cuántos años caben en su alma? Los frágiles huesos de la convaleciente Piaf se arrastran sobre el escenario, aunque su chispa sigue intacta y sus chistes subidos de tono todavía escandalizan. Roger, monumental, nos conmueve con una performance camaleónica. ¡Cuánto canto guarda su alma! La actriz ofrece la transformación total, consumando un sensible retrato de aquella que amara en secreto al campeón de los pesos medianos Marcel Cerdan -romance llevado al cine en “Edith y Marcel” (Claude Lelouch, 1983)- y también guiara los primeros pasos de la incipiente estrella Charles Aznavour.
De los barrios bajos de la Ciudad de las Luces al éxito en Nueva York, la vida de Piaf no supo de términos medios. Lo excesivo y lo brutal convivió en una mujer dueña de una mágica voz y dispuesta a pagar caro el precio de sus pecados de fama. Las secuelas minaron el físico y el espíritu. La vida no es color de rosa, no; el sufrimiento deja huellas. Sus fantasmas la acechan. Casi nunca sobria ni en control de sí misma, algo la motiva a seguir creando belleza. La muerte siempre golpea en el lugar justo, pero ella, fuerte como un reino, aún permanece de pie y nos estremece al cantar. Sin embargo, algún mal imposible de erradicar comienza a habitar al Gorrión de París. Pronto Edith partirá, y, llamativamente, lo hará en el más absoluto de los silencios. Silencio es lo que faltará al concluir la obra. Un aplauso cerrado llueve sobre el escenario, de forma ininterrumpida, por varios minutos. No debe de asombrarnos. Celebramos a una de las artistas argentinas más relevantes a nivel mundial: Elena Roger.
Categorías:En Escena
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