
QUE LO COTIDIANO NO NOS QUITE EL SUEÑO
Herb Gardner, caricaturista, dramaturgo y guionista estadounidense es principalmente conocido por dos piezas absolutamente fundamentales para la historia del teatro en el último medio siglo. Es el creador de “A Thousand Clowns”, publicada en 1962 y cuya adaptación el propio artista llevara al cine, en 1965, obteniendo una nominación al Premio Oscar. También de “Yo no soy Rapaport”, su más grande éxito comercial, y por el cual ganara un Premio Tony, a su estreno, en 1984. Es precisamente esta obra, y la figura del admirado Gardner, lo que fascina a un joven Juan José Campanella, quien asiste como espectador cuando la misma estaba exhibiéndose en Estados Unidos.
Casi treinta años después, el prestigioso realizador, y uno de los nombres propios más importantes de los últimos treinta años para el cine y la TV de nuestro país, consigue estrenar la propia versión que, con el tiempo, se convertirá en un suceso visto por miles de espectadores. Había nacido un clásico del teatro argentino, que también ha contado con funciones en Madrid. Protagonizada por Luis Brandoni y Eduardo Blanco, pudimos disfrutar de “Parque Lezama” en el Teatro Liceo hasta marzo de 2020, cuando la llegada de la pandemia colocó el punto inicial de lo que se convertiría en un prolongado y doloroso paréntesis a la actividad teatral en nuestro país. Tres años más tarde, celebrando el astronómico número de más de mil funciones, regresa la obra a la cartelera porteña en el Politeama, propiedad del director de “El Secreto de sus Ojos”. Estamos frente a una obra que, a casi cuarenta años de su estreno, continúa manteniéndose pertinente y atemporal.
Tenemos aquí una precisa examinación acerca de la condición humana, a través de dos posturas de vida que se confrontan; nuestra esencia se entiende también desde costados extremos y opuestos que acaban por asemejarse. En los protagonistas del relato se contrapone la lucha o la resignación, el compromiso o el conformismo. Temáticas universales que adquieren una coloración otoñal: dos hombres, de más de ochenta años, se encuentran en un banco de plaza y comienzan a hablar acerca de asuntos que apremian. La edad es un factor determinante. Otro almanaque que cae y los acerca a la muerte; las cosas se vuelven más urgentes. “Me gustaría morir estando vivo…” decía el novelista ganador del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, y cuánto vigor cobran esas palabras aquí, en forma de interrogante. ¿Las estructuras de vida se arman entendiendo, aceptando, que lo mejor ya pasó? ¿Llega una etapa de la vida en donde es mejor que la existencia no nos siga lastimando, entonces, nos guarecemos? ¿Hasta qué punto exponerse o mejor callar lo que pensamos? Cavilamos en silencio. ¿Podría, a estas alturas, un encuentro con una ideología antagónica, torcer férreas convicciones?
Allí están dos inmensos actores de nuestra escena, conmoviéndonos de principio a fin. Uno (Brandoni), es un militante judío del partido comunista, inventando una vida que no tuvo. Otro (Blanco), es un portero de edificio, conformista con el día a día que lleva. Ambos forjan un vínculo, aún en la disidencia de sus posturas. Aquel que decide no entregarse dirimirá dicha visión con quien está acomodado en sus costumbres y lo pasa bien jugando el rol de desapercibido. Con matices, enorme riqueza y complejidad para recrear el primordial sentido de pertenencia de estos seres, sendos intérpretes componen a un dúo dispuesto a hacer de sus encuentros un motivo lúdico. Podemos divertirnos con la vida que tenemos o imaginar ‘qué hubiera sido…’ con aquello que no pudimos conseguir.
Desligándose del componente racial incluido en la versión original, enternecedora y divertida, en la misma medida que transmisora de valores y dilemas éticos, “Parque Lezama”, renueva la magia y artesanía teatral que la caracteriza, en la necesidad de volver a juntarnos a disfrutar de tan magnífica puesta. Impecablemente adaptada, nos genera un gran poder de empatía con el conflicto real planteado, en aspectos que remiten a la relación paterno filial, la utilidad laboral, la dignidad humana, la autonomía en la vejez, la finitud física y lo descartable que se tornan determinadas concepciones de vida. Virtud de su traslado a nuestro lenguaje, es poseedora de un humor que contribuye a la inmediata identificación. En palabras del autor ítalo-argentino Antonio Porchia, si ‘se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo’, esta obra es una de aquellas que alarga la vida…
Categorías:En Escena
vi la obra el domingo,me parecio magistral,sublime,deliciosa,divertida,con una gran puesta en escena,una gran direccion,con las magnificas actuaciones de luis brandoni y eduardo blanco,que durante mas de dos horas no salen nunca del escenario,haciendo un gran trabajo corporal y vocal,muy bien acompañados por un elenco que tambien logran actuaciones convincentes,la recomiendo.
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Muchas gracias por tu comentario y tu mirada sobre la obra!!!
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