Especial 7A: Padre e hijo se encuentran en el emotivo documental «Sr.». Por MAXIMILIANO CURCIO

Antes de su lanzamiento en Netflix, “Sr.” fue proyectada en el Festival de Cine de Nueva York, durante el pasado mes de octubre. Esta pequeña joya documental, dirigida por el experimentado Chris Smith, explora la vida y obra de Robert Downey Sr., abordando temáticas como la creatividad, la mortalidad, la paternidad y, en particular, la relación que estableciera con su hijo, el estelar Robert Downey Jr., aspecto que cobra magna importancia en una historia que el propio protagonista de la franquicia “Iron Man” produce, en compañía de Susan Downey, Emily Barclay Ford y Kevin Ford.

“Sr.” representa, con intimidad y franqueza, un fascinante viaje que documenta los últimos años del cineasta, quien batallaba contra el Mal de Parkinson. Su jornada se hace de retos y luchas que se renuevan a diario. Es caer y volver a levantarse. La pasión por hacer películas define a la perfección el concepto underground, mientras el indestructible lazo de amor que establece con su núcleo familiar resulta uno de los principales ejes, a través de los cuales, este delicado homenaje repasa la vida de un pionero a menudo olvidado. Neoyorkino de nacimiento, magno estandarte de la contracultura sesentista, se caracterizó por rodar películas independientes de bajo presupuesto y clásicos de culto, como la corrosiva y satírica comedia “Putney Swope” (1969).

Robert Sr. fue sobreviviente de una época salvaje, lisérgica y desenfrenada. Podía recluirse en su sótano por horas, rodeado de cintas de 16 mm y algún que otro estímulo creativo. Adoró capturar la esencia de cada rincón de la ciudad que nunca duerme. Artista itinerante, viajó a Hollywood, ‘la ciudad que destroza tus sueños’, dice su amigo Alan Arkin, en sarcástico testimonio. Robert jamás supo adaptarse, ni al ritmo de vida angelino ni a las férreas reglas de estudio; porque jamás cedió un ápice de su libertad. La suya no fue una vida apaciguada. Sobrevienen ecos de más de una década viviendo al límite de lo permitido. El padre no se arrepiente de nada. Cuestión de genes, Robert Jr. también vivió para contarla, involucrándose en una vorágine de múltiples escándalos con la ley y consumo de estupefacientes, entrada la década del ‘90.

El retrato logrado perfila un redescubrimiento de la compleja relación paterno-filial, a los ojos de un hijo que se pregunta, cuestiona y confiesa ante la cámara: hago este documental porque quiero saber quién es mi padre. El ejercicio audiovisual es casi psicoanalítico. Coquetea con el formato reality: mediante tramos de auténtica emoción y sensibilidad, se nos adentra en una profunda y reveladora reflexión acerca de la concepción artística de Robert padre, así como también en el impacto que tuviera en la trayectoria de su primogénito. Rollos de celuloide unieron sus almas y lo seguirán haciendo. De tal palo tal astilla…buena madera alimenta la búsqueda artística del protagonista de films como “Chaplin” (1992), “Wonder Boys” (2000) y “El Juez” (2016). Quien por primera vez pisara un set de filmación, de la mano de su padre y de modo casi fortuito, a la edad de cinco años.

El arte como instrumento funciona aquí para que ambos protagonistas reflexionen acerca de su relación. Aquel material fílmico, palpitante de retazos de vida, nos convierte en testigos casuales, cuarenta años después. El lazo sanguíneo es sagrado: se profundiza en el impacto generacional que la figura de Robert Sr. tiene en Exton, el hijo mayor de Robert Jr. La mirada va en espejo, la historia parece repetirse. Develando detalles de la intimidad que se balancean en el límite del buen gusto, el documental expone la penosa batalla que, día a día, libra el recordado cineasta, en estado de progresivo deterioro físico. ¿Resulta el presente ejercicio una contemplación sobre la venidera muerte?

Rodada en blanco y negro, recurre a abundante material de archivo, entrevistas y extractos de sus películas más recordadas, así como también una mirada hacia su último proyecto documental. El metraje recopilado expone el contagioso talento (oculto a cierto sector de la audiencia) de un inagotable creador, para quien el inconformismo fue su principal aliado a la hora de gestar una obra por la que debería recordárselo. En “Sr.”, por enésima vez, se difuminan las barreras de la ficción: lo triste y lo risueño, lo trágico y lo doloroso, todo ellos, ocurre delante de una lente de cámara, captándolo todo. Y en primerísimo primer plano. Suena la nostálgica “Father and Son”, de Cat Stevens, y la magia cobra sentido.



Categorías:La Pantalla Seriada

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