
La serie documental sobre las andanzas dentro y fuera del rectángulo de juego de Shaquille Rashaun O’Neal desembarca a la plataforma HBO MAX, con dirección de Robert Alexander. Shaq, dividida en cuatro partes, sigue la vida, la carrera y el legado del ex-pivot símbolo de Los Angeles Lakers, y ofrece un abordaje que no se centrará sólo en lo deportivo, sino que su objetivo será el de conversar directamente con el protagonista, repasando así todas las facetas de su vida pública y personal, y analizar cada uno de sus múltiples logros. Estrenada el pasado 23 de noviembre, el flamante lanzamiento para la pantalla doméstica nos invita a repasar la variopinta trayectoria de un ícono del baloncesto mundial. Su destino es de grandeza.
UN GIGANTE CON ALMA DE NIÑO
Cuando Shaquille O’Neal (1972, New Jersey/USA) fue drafteado por el Orlando Magic, como la primerísima selección del Draft de 1992, la joven estrella proveniente de la Universidad de LSU venía a sacudir los cimientos de la liga, a puro músculo: dos metros dieciséis de estatura y ciento cuarenta kilos de peso se movían en el parqué con la velocidad de un alero. Su musculatura condensaba el talento más sobrenatural que la liga haya visto desde Wilt Chamberlain (1936-1999, Pennsylvania/USA). Por aquel entonces, la NBA era un juego dominado por gigantes, y Shaq no temía hacer añicos las estructuras reinantes que amparaban a las veteranas glorias que creciendo admiró. Su pedigrí universitario era notable: venía de ser elegido Jugador del Año de la NCCA (en 1991), luego de colocar números francamente astronómicos. Su carta de presentación en el baloncesto profesional no se brindaría exenta de polémicas: una controversial decisión lo dejó fuera del equipo Dream Team que compitiera en las Olimpíadas de 1992, en Barcelona. Reemplazado a último momento por Christian Leattner (1969, New York/USA), aquella afrenta solo incentivaría aún más la fuerza competitiva que crecía en Shaq. Junto a Anfernee Hardaway (drafteado en la primera ronda del siguiente sorteo y canjeado desde Golden State por Chris Webber), conformaría una temible dupla ofensiva que convertiría a la emergente franquicia del sureste norteamericano en una potencia de temer para la hegemonía de los Chicago Bulls liderados por Michael Jordan (1963, New York/USA). De hecho, Shaq, establecía un nuevo canon de estrella profesional que se convertía en una bisagra hacia la era post MJ.
Con absoluto dominio de los fundamentos, rápidas manos y formidable juego de pies, fue un gigante entre hombres. Su ruido extradeportivo se extrapoló a películas, discos y libros, convirtiéndolo en un fenómeno de culto. Mientras tanto, dentro de la duela, Shaq validó los galones obtenidos a nivel universitario y, a fuerza de machacar aros y romper cristales con sus tremendas volcadas, su hizo de un nombre propio en la liga. No obstante, su mítica figura dejó ver un costado débil, la línea de libres podría ser una tortura nocturna para el siempre sonriente ‘Superman’. A medida que la precoz figura se calzaba, con absoluto merecimiento, el seudónimo de pívot más dominante, llegaría a competir de igual a igual con los portentos que comandaban la pintura por aquellos años: Patrick Ewing, David Robinson, Hakeem Olajuwon
y Alonzo Mourning fueron victimizados por el repertorio ofensivo de Shaq. Hacia 1995, los Magic, comandados por el fulgurante binomio, accedían a las Finales de la NBA, por vez primera en su breve historia, cayendo derrotados por amplio margen ante los Houston Rockets dirigidos por Rudy Tomjanovich. Paralelamente a su suceso deportivo, la colorida y extrovertida personalidad de Shaq lo convertiría en un fenómeno de marketing de ascenso meteórico. Desde el corazón de la Florida, este gigante con espíritu adolescente mostraba interés en un perfil artístico que lo llevaba a abordar los caminos de la música rap y del cine, participando en films comerciales de dudosa calidad (“Todo Por Ganar”/1994, “Kazaam”/ 1996, “Steel”/1997), también dicha actividad se prolongaría en videoclips donde mostraba sus dotes para el baile (veamos la presentación del All Star Game 2007).
Como era de esperar, su desembarco a la meca cinematográfica norteamericana no tardaría en llegar. El lógico ascenso deportivo de Shaq fue de la mano con la búsqueda de un mercado acaparador, y el indudable destino elegido fue la célebre franquicia angelina. Engrosando la lista de grandes pívots históricos que se vistieron de púrpura y dorado, Shaq estaba listo para agregar su nombre a una tradición que había visto triunfar a emblemas de la talla de Wilt Chamberlain, George Mikan o Kareem Abdul-Jabbar. Sin embargo, los primeros años en la meca basquetbolística de California no fueron sencillos. Lakers atravesaba un profundo lapso de transición desde la era Showtime, al retiro de Magic Johnson, en 1992. El infructuoso regreso del estelar base (hacia 1996) y la conformación de un equipo inexperto colocaron en aprietos al, por entonces, manager en función: el ‘Hombre Logo’, Jerry West (1938, Virginia/USA). Con absoluta astucia e inmejorable timing, el ex escolta estrella reclutó a Kobe Bryant (en canje, drafteado por Charlotte Hornets, en 1996) y fichó en contrato multimillonario a Shaq, declarado agente libre por Orlando Magic. A la urgencia de resultados deportivos, nacía una nueva era.
Colocando en su boca palabras estridentes a los oídos de la prensa, la provocación constante de O’Neal, consciente de su magnitud como estrella pop, estuvo siempre a la altura de su desempeño en la duela. Aún renuente a intensas sesiones de entrenamiento (otro flaw profesional que lo enemistara con su secuaz Kobe Bryant), durante la primera década de su trayectoria, no existía doble o triple marca capaz de menguar su efectividad: las mejores defensas de la liga sufrieron la amarga tarea ulterior de lidiar con un imparable O’Neal. Su triple corona como MVP de Finales (2000-2001-2002) lo bañó de gloria. Enemistado con Bryant, partió rumbo a la calurosa Miami para volver a coronarse campeón, vistiendo la casaca del Heat (2006). Su periplo final por la liga se volvió errático y francamente frustrante. Sus estadías en
Phoenix Suns, Cleveland Cavaliers y Boston Celtics ejemplifican las temporadas otoñales de una otrora fuerza hegemónica que no supo retirarse a tiempo. Una serie de frías estadísticas nos devuelven el caudal anotador del pívot: lideró dos veces la liga en puntos por partido (1995, 2000), diez veces en total obtuvo el mayor porcentaje de efectividad de campo (1993, 1997/2001, 2003/2005, 2008) y en el día de su cumpleaños número 28 (6 de marzo de 2000) le anotó 61 puntos a su archirrival L.A. Clippers, la marca más alta de toda su carrera. Son los modales poco amables de una auténtica bestia
Categorías:Desayuno de Campeones
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