
-Contanos cómo surge tu vínculo artístico con la música ¿Qué representa para vos el bandoneón?
Justamente hablaba con una bailarina de que lo primero que hice fue danza y con mucha seguridad me dijo «de ahí viene tu conexión con la música» y no lo dudo. En el cuerpo está todo. También hay un movimiento latente en la interpretación con un instrumento. Las distintas disciplinas artísticas están más ligadas de lo que pareciera. Al bandoneón lo veía como algo imposible o muy lejano, pero un día me prestaron uno y perdí la cabeza. Me obsesioné hasta tener el mío. Me cuesta definir en palabras lo que representa para mí el bandoneón. Es muy profundo y, al mismo tiempo, es el día a día que abarca momentos de disfrute inmenso, pero también ansiedades, frustraciones… y hasta un privilegio en la sociedad actual, tanto por la posibilidad de tenerlo -siendo que, lamentablemente, dejó de ser lo popular que era en un principio-, como por el tiempo y la dedicación que lleva.
-¿Qué te hace afirmar cada día tu vocación? ¿Cuándo ocurrió ese primer llamado?
Es lo que me hace sentir viva, donde encuentro entusiasmo. Si hablo de teatro tengo que mencionar el haber leído a Tato Pavlovsky cuando tenía diecisiete años. Tanto su teatro como su pensamiento político, sus experiencias, por ejemplo, en cárceles. Ahí fue donde vi en el teatro una potencia transformadora a nivel social que fue lo que me impulsó a estudiarlo. Como un modo de acercarme a eso, cuando llegué a Buenos Aires, estudié Psicodrama e hice Artes combinadas en la UBA. La música es fruto de ir a escuchar mucho tango a Almagro y, en medio de una formación muy académica, con la que venía bastante en crisis, descubrí la fuerza de la música en vivo, del encuentro a través de ella, de la llegada que tiene a nivel emocional y el poder que tiene de comunicar lo incomunicable a través de otros medios.
-¿Qué inspira una melodía? ¿Qué te impulsa a crear?
Depende. He creado melodías a partir de una imagen que se me presenta muy fuerte. Otras veces una letra me la sugiere. En las obras en las que participo fue un desafío que el bandoneón no traiga un tono melancólico, que tenga su propia voz sin ser asociado a algún género. Eso llevó a que las melodías tomen caminos más imprevisibles, en sintonía con lo que ocurre en cada una de esas obras.
¿Qué significa para vos hacer teatro independiente?
Juan Washington Felice Astorga, quien dirige las dos obras en las que estuve este año y a quien conocí a partir de asistir a las clases de Norman Briski, dice que es un acto de militancia. Y en parte lo es. Implica mucha entrega desinteresadamente y encontrarse con un grupo de personas que apuestan a decir algo sobre el mundo en que vivimos. También es un desafío salir de un público habituado a ciertas estéticas y llegar a compartir el acontecimiento con otros espectadores que salgan del circuito.

-¿Qué significa la posibilidad de estudiar actuación con una figura tan trascendental como Norman Briski?
Decidí arrancar a estudiar con Norman a partir de ver sus obras. Él tiene una manera de hablar acerca de la sociedad en la que vivimos que resonó muchísimo en mí. En “La Conducta de los Pájaros”, obra que vi tres veces, sintetiza muy potentes debates en torno al arte. Le tengo muchísimo respeto, de manera que supe que empezar clases con él no iba a ser un taller más. El desafío era mucho mayor, y quería afrontarlo con el tiempo y la entrega que se merece. Estudiar con un maestro como Norman es una experiencia que aún estoy asimilando.
-Y otra etapa de tu formación está marcada por otro representante cabal de nuestro teatro como Eduardo Pavlovsky. ¿Cómo llegaste a ese mundo?
El Psicodrama fue una forma de acercarme a Tato Pavlovsky. Yo era una de las pocas alumnas que no era Psicóloga, y ya en ese momento estaba estudiando Artes Combinadas. Mi interés pasaba por incorporar herramientas como docente, si bien la misma tiene fines terapéuticos. Su escuela se llama Psicodrama de la Multiplicación Dramática, y el método de búsqueda, interpretación y análisis que emplea la propuesta formativa le otorga muchísima fuerza a la resonancia después de la construcción de la escena.
-¿Qué podes contarle a nuestros lectores sobre la experiencia de participar de “Yo me Tengo que Bañar y a Nadie le Importa”, de Juan Washington Felice Astorga, durante la presente temporada teatral?
Es una experiencia a la que estoy muy agradecida, de la cual aprendí muchísimo. Salí transformada en cada función y creo que nos atravesó profundamente a todos quienes formamos parte. También había un grado de afectación en muchos espectadores que no dejaba de sorprendernos. Siento que tocó fibras muy sensibles respecto a angustias existenciales de las que nadie está exento, salvo que haya un alto grado de alienación, como aparece en algunos roles de la obra, con sus propias contradicciones.
-Tu monólogo en “No Me Vuelvas a Hablar de Amor” sintetiza, con precisión, profundidad y sensibilidad, la idea sobre el amor que manifiesta una obra que se pronuncia sobre aquella fuerza misteriosa que suele gobernarnos. Malena, ¿qué es el amor?
Podría decir que el amor es una construcción que puede adquirir distintas formas de acuerdo a quienes integran el vínculo y sus modos de entenderlo y sentirlo, las que pueden coincidir o entrar fuertemente en conflicto. Juan, con su dramaturgia, logra traer muy bien esa búsqueda a través de roles con ideas muy distintas sobre el amor y, como digo desde mi rol de psicóloga, los personajes «me caen bien porque lo intentan». En una sociedad como la actual, de tanta frase hecha al respecto, con un consumismo e individualismo en continuo crecimiento, dónde rápidamente se desecha como un producto lo que no funciona, hacerse estas preguntas me parece muy valioso. Cómo se recupera aquella llama que los unió a los protagonistas en un primer momento. De igual manera, cómo se sostiene el apasionamiento por un arte, cuando también aparecen las dificultades, cómo sigue fuerte la presencia de alguien que no está físicamente, pero que dejó una gran huella, cómo se crea un vínculo de amor con una gata, otra forma de comunicación, la idea del cuidado. Cómo funcionan los terceros en la interacción de estos distintos amores que conviven. En la obra hay un cuestionamiento a la monogamia, a la idea de compromiso, fidelidad como una forma de inercia en los vínculos y, asimismo, hay una apuesta a buscarle la vuelta desde un lugar genuino y creo que ahí está el amor.
A nuestra reseña sobre NO ME VUELVAS A HABLAR DE AMOR podés encontrarla en el siguiente link: https://revistasieteartes.com/2022/10/24/en-escena-no-me-vuelvas-a-hablar-de-amor-por-maximiliano-curcio/
-¿De qué se trata la «Escuela de Tango Nuevo»?
«Escuela de Tango Nuevo» decidí hacerla este año; con dirección de Javier Yokoo, es una orquesta que hace tangos del siglo XXI, en un amplio repertorio que va desde la orquesta de trece músicos de Fernández Fierro a la orquesta de Julián Peralta, y de ahí a la Martino Orquesta Típica. Abordamos arreglos muy variados que tienen su base en las orquestas típicas. Es explorar distintos estilos, fue una experiencia muy enriquecedora de la que pude formar parte. Además, el tocar en formato de orquesta típica implica otros desafíos a hacer música para teatro o tocar con la guitarra tangos clásicos. El bandoneón posee su propio mundo y me encuentro en un momento en donde estoy explorando al instrumento en distintos formatos.
¿Qué es el dúo «Las Casi Tango»?
“Las Casi Tango” surgió con Nuria Schneller, que es mimo. Ella toca el piano y yo en ese entonces estaba comenzando con el bandoneón. Íbamos a hacer una obra que finalmente no realizamos, y comenzamos a improvisar con situaciones que surgían musicalmente. Fuimos buscando nuestra identidad hasta que pudimos definir lo que queríamos mostrar y creamos esa performance en donde nos divertimos mucho; lo recuerdo como una experiencia muy linda en donde pudimos ligar distintos lenguajes. Incluso en la pandemia quisimos darle un formato audiovisual, es por eso que estamos trabajando en la edición y en el sonido grabado en estudio para poder dar a conocer ese material posteriormente. Fue un encuentro muy valioso poder trabajar con ella, porque me dio la posibilidad de combinar las diferentes disciplinas artísticas de mi interés. Tuvimos muy buena recepción; el espectáculo tenía algo de sátira, de reírnos de ciertos clichés o lugares comunes del tango. Todo ello desde un lugar sumamente lúdico.
¿Cuáles son tus objetivos, expectativas y próximos estrenos donde te veremos en 2023?
Aún no lo tengo claro, pero la idea es seguir este camino que se me abrió recientemente, al combinar las artes en el hacer. Esto tiene que ver con que este año me ocurrió el sentir que estoy integrando esta formación tan dispersa y que a veces me ha generado cierto conflicto interno. El bandoneón es un instrumento que exige muchísimo tiempo y dedicación, y al abrirme hacia otros intereses y estar haciendo dos obras en simultáneo, siento que recién este año toda la formación se va uniendo. No es lo mismo estar sumergida en una obra y de ahí componer a hacer una interpretación específica con el bandoneón. Poder tomar el bandoneón, habiendo atravesado experiencias en torno al teatro, y como esto modificó mi mirada, hace que lo haga desde otro lado. Como te decía anteriormente, en el cuerpo está todo.

MALENA DE ARREGUI EN PRIMERA PERSONA
Soy de Necochea, durante la infancia hacía Danza-Jazz, luego realicé parte de la carrera de Danza-Expresión corporal y la formación en Psicodrama en la escuela de Eduardo Pavlovsky. También, distintos talleres de teatro, composición de canciones con Florencia Ruiz y bandoneón con Martin Cecconi, en paralelo a la carrera de Artes Combinadas en la UBA. Me desempeñé como docente en un bachillerato de adultos. Formé parte del dúo “Las Casitango”, una performance que integraba el lenguaje de la danza, el mimo y la música y se presentaba en numerosos espacios, como por ejemplo milongas. Durante 2022 estudié actuación con Norman Briski y participé en las obras teatrales “Yo me tengo que bañar y a nadie le importa” y “No me vuelvas a hablar de amor”, de Juan Washington Felice Astorga, donde también cumplí el rol de asistente de dirección y composición de música original. Como bandoneonista formé parte de distintos grupos y, actualmente, integro la Orquesta Escuela de Tango Nuevo, dirigida por Javier Yokoo.
Créditos de fotografías: Guillermo Butler y Alejandro Aratta
Categorías:Conversaciones Siete Artes
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