GRAN ACTO: «FIRE OF LOVE, UN AMOR VOLCÁNICO», por Alexia Muiños Ruiz

Las cenizas del monte Unzen cuentan una historia de amor. Bajo la lava, yacen los amantes, Katia y Maurice Krafft.

Tal vez Hemingway hubiera comenzado así una historia si hubiera conocido a la pareja de vulcanólogos protagonistas de FIRE OF LOVE, el cuarto largometraje documental de Sara Dosa, que recibió el Premio Jonathan Oppenheim Editing en el Festival de Sundance 2022, entre muchos otros. Salgo del cine con la impresión de haber visto la historia de amor del año, o de los últimos años. Curioso que sea en el género de no ficción donde a través de un guión emocionante y montaje exquisitos, la directora y productora, con la ayuda de Miranda July como narradora excepcional, nos transmite la pasión de dos científicos que despiertan admiración y envidia a partes iguales. La paleta de tonos rojos y el amor dramático me hacen pensar en Duelo al Sol y en Las Nieves del Kilimanjaro. Después del éxito de público de este documental, no me sorprendería si algún estudio o plataforma decide hacer un biopic sobre Katia y Maurice Krafft.

La película cuenta la historia épica de una geoquímica y un geólogo alsacianos, que tuvieron su flechazo con el Etna y Stromboli respectivamente, y el seismo del Mayo francés del 68 les juntó cual placas tectónicas, para emprender juntos un camino sin retorno: descubrir los secretos que encierran los volcanes, y legar a la humanidad las imágenes más bellas y temerarias que se hayan conseguido jamás de los colosos de roca.

Con 200 horas de material de archivo, filmado en 16mm por el propio Maurice Krafft  y con la ayuda de los libros, diarios y fotografías de Katia Krafft, FIRE OF LOVE construye su odisea personal, desde su primera cita, ficcionada con mucho gusto en uno de los pocos planos que  no son de archivo, sino rodados ex profeso, hasta sus viajes por Islandia,  Alaska, Zaire, Hawaii, Colombia, Indonesia, Estados Unidos, Japón buscando descifrar los secretos que escupen los volcanes y cómo se navega por un lago de ácido sulfúrico. Con los volcanes como tercer elemento del trío amoroso, la pareja entrega su vida a la aventura y al estudio de las erupciones cual pioneros adentrándose en lo desconocido. Y nos abren la puerta a su intimidad, al  núcleo familiar que los Krafft forman  con la naturaleza.

Desde la secuencia inicial, Dosa no esconde cual es el fin de los amantes, pero desliza la información de manera sutil, tejiendo una trama que nos atrapa con su narrativa y poética visual. La sensualidad telúrica de las explosiones volcánicas y el choque de placas magmáticas se entremezclan con las imágenes cotidianas de las expediciones y las entrevistas que los Krafft ofrecieron en los medios, para mostrarnos unos protagonistas entrañables y románticos. La delicadeza del montaje y la construcción de los personajes con material de archivo, son pura filigrana. Dosa compone una pieza magistral pero parte de un material original excepcional, de hecho, remarca la habilidad de Maurice como cineasta para captar momentos únicos.

Las imágenes de las erupciones, que son el objeto de deseo de los vulcanólogos, son lo nunca visto. El riesgo que asumen acercándose a los volcanes escupiendo lava o bajando a la boca de los cráteres es adictivo. Magnético. Son imágenes casi sobrenaturales. Las nocturnas son un firmamento salpicado de lava y las de las erupciones de cenizas recuerdan a un paisaje lunar en el que los vulcanólogos destacan con sus monos plateados de astronauta. Cada vez se acercan más, se arriesgan más y consiguen una belleza sobrecogedora en las imágenes. Descubren la naturaleza única de cada volcán y cada erupción, desmintiendo cualquier clasificación posible de volcanes excepto la que distingue a los volcanes grises, los asesinos. Pero la película no va de volcanes, ni de las peripecias de una expedición. Esto es una oda a la libertad, al amor incondicional, a un proyecto de vida lejos del mundanal ruido y a formar un vínculo sobrehumano con la naturaleza. A descubrir la vida más allá de la frontera, si fuera un western. En su viaje apasionado, Katia y Maurice se dan cuenta de que no sólo legan imágenes impactantes y conocimiento útil para la ciencia. Quieren que los volcanes dejen de matar. Tras comprobar la catástrofe humanitaria en la erupción del Nevado del Ruiz (1985),  advierten de las consecuencias para la humanidad si no se toman medidas para evacuar las zonas de riesgo. Traducen en imágenes de terror el poder aniquilador de las montañas. Su toque de atención salvará muchas vidas, pero no las suyas.

Aunque FIRE OF LOVE sea una crónica de una muerte anunciada, destila mucho amor y profundo respeto hacia el matrimonio Krafft, como científicos, como cineastas y como seres humanos. Una joya de película que gracias a National Geographic, que pujó en Sundance por ella para “arrebatársela” a Netflix, Amazon y otros, podemos disfrutarla en pantalla grande y en experiencia colectiva, que recomiendo encarecidamente, sobre todo a los escépticos, nihilistas y misántropos.



Categorías:Gran Acto

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