LA PANTALLA SERIADA – 4ta entrega / ESPECIAL “¿¡SOY LO BASTANTE NEGRO!?”, GORDON PARKS Y SU CARÁCTER PIONERO. Por MAXIMILIANO CURCIO

Un maestro narrador de historias que trabajó la fotografía a color tanto como las posibilidades estéticas del blanco y negro. De joven, se desempeñó como camarero en un ferrocarril. Fue un inquieto autodidacta que alumbró un talento oculto: la primera vez que levantó entre sus manos una cámara, tenía veinticinco años. Gordon Parks supo que la cámara puede engendrarse como un instrumento contra el racismo; acaso como un arma contra toda desigualdad social. Fue fotógrafo de moda y documental aventurándose por Europa; luego trabajó en la prestigiosa revista Life, en donde retrató a celebridades. Antes, había congelado en el tiempo al campeón de peso pesado Joe Louis ¿Cuántas vidas creativas caben en su humanidad? Fue el novelista de la semi-autobiográfica “The Learning Tree” (1963) el mismo aficionado cineasta que dirigiera el film de culto “Shaft” (1970). Editor de revistas culturales independientes, fue el primer director negro en Hollywood. Su arte registra la monstruosidad del racismo y la cotidianidad mediocre que atraviesa el hombre afroamericano en Norteamérica. La empatía que nos implica con sus criaturas ilumina su ensayo de protesta contra la política de turno, en igual dimensión que se exalta sobre la falta de autocrítica de la América Blanca. El poder corrupto no acallará la voz del artista.

EL ÍCONO POLICIAL LLAMADO “SHAFT”

Con elegante banda sonora de Isaac Hayes, John Shaft salió a escena en la piel de Richard Roundtree, ataviado con el excéntrico vestuario que caracteriza al detective privado más icónico del cine afroamericano. Nacía un nuevo cine vanguardista, de la mano de talentosos realizadores de color. Reverso de la moneda de un Hollywood que solía encasillar valores. Bajo una mirada ciertamente reveladora, un nuevo enemigo amenazaba las calles, amaneciendo la era blaxploitation, subgénero étnico que protesta con la relegación constante. Arsenal de provocación para huir del ghetto, el fotógrafo y cineasta Gordon Parks supo capturar la colorida y vanguardista esencia de un tiempo violento. Todos idolatramos a Shaft, quien adoró ser el centro de atención, convirtiéndose en un referente generacional. De cara al siglo XXI, John Singleton aggiornó la mirada clásica, reviviendo parte del mito cultural bajo las coordenadas de una Norteamérica más tolerante y menos opresora. Este culto al inmortal héroe negro envuelto en melodías funk excede los límites de la pantalla para invadir el inconsciente colectivo cultural. El histrionismo del siempre cool Samuel L. Jackson infunde cierto cinismo que recuerda al debut cinematográfico de «Harry, el Sucio» (1971, Don Siegel).

Bonus Track / ICONOGRAFÍA SIGLO XXI: UN WESTERN PROTAGONIZADO POR AFROAMERICANOS

Más estereotipos delante por derribar. Un western para negros hecho por negros que podría haber firmado, con absoluta personalidad, Gordon Parks. Cabalga el llanero solitario en el Monumental Valley, el vaquero no luce como esperábamos. ¿Un sacrilegio al género americano por antonomasia? De reciente estreno en la plataforma Netflix, el paradigma más autóctono a través del cual el cine relató los cimientos de una nación revive bajo la lente de Jeymes Samuel, en “Más Dura Será la Caída”. Protagonizada por una gran camada de intérpretes de color, entre quienes se cuentan a Jonathan Majors, Idris Elba, Zazie Beetz, Regina King, Delroy Lindo, Lakeith Stanfield, RJ Cyler y Danielle Deadwyle, el film se apoya en una grandiosa banda sonora que se influencia estilísticamente de la virulencia presente en obras afines de Quentin Tarantino y Sergio Leone. Su sustento es la sangre derramada y su principal herramienta el ingenio, a la hora de confluir con destreza una narración ágil con el arquetipo más reconocible del spaghetti western. No faltarán las figuras esperables: héroe, el pistolero, el villano, la mujer en apuros, el cowboy, el soldado y el sheriff, sin embargo a la propuesta la acompaña un noble espíritu de innovación. Co-escrita junto al reconocido Boaz Yakim (el mismo que dirigiera a Denzel Washington en “Duelo de Titanes”), resulta lo suficientemente vertiginosa y vibrante como para capturar nuestra atención. Adosa a su carta de presentación una pizca de insolencia y pretensión, pidiendo prestado el título original al clásico film boxístico de Mark Robson, estrenado en 1956. En tiempos de revisionismo, la puntería acierta directo en el blanco.



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