
Festival Internacional de Cine de Mar del Plata
La película de las películas
Salir a las 12 de la noche del Teatro Auditorium de Mar del Plata, ahí frente al mar y mandarse de una corrida al Ambassador en Córdoba y la peatonal San Martín, para ver un documental -luego de otras cuatro películas en el día- sobre David Lynch, suena raro o al menos propio de un fanático. Esto último es atendible. Hay una tribu de seguidores lynchianos, algunos de los cuales asisten a su obra como a una misa ricotera. Hay otros del mundillo que determinan que uno es ignorante o en todo caso persona no grata si desprecia a Lynch. Y hay otro sector que responde a la moda: ser lynchiano queda bien, aunque nadie entienda nada. Pero aún éstos últimos, en este universo tan particular, están disculpados hasta por el propio director; «en ms películas no hay que entender nada porque no hay mensaje, algunos me preguntan que quise decir con tal escena y yo simplemente respondo: usted lo sabe». Las ironías de este maestro encajan para cualquiera sea el integrante de la tribu. Y quien refleja esto a la perfección es Alexandre Philippe -el mismo de 78/52, ese impresionante y hasta simpático documental sobre la escena de la ducha en Psicosis– en su film Lynch/Oz presentado a la hora de las brujas en este festival.
¿Por qué barra Oz? Alude a la relación amorosa, obsesiva con El Mago de Oz, el clásico de Víctor Fleming.
Sin embargo, ni el propio Lynch confiesa ese amor, pero la película es una cabalgata de fragmentos de otras películas, como si estuviéramos asistiendo a una visión recortada de la historia del cine americano. Dividida en seis episodios -el de Karyn Kusama el más concreto y prolijo- cada uno de los autores busca las conexiones de Oz con el cine de Lynch. Algunas son muy, pero muy, caprichosas como vincular el clásico del 39 con Apocalypse Now, con cualquier film de Kubrick o con Terrence Malik. Pero esta excusa para quienes no son fervientes admiradores de Lynch termina siendo extrañamente atractiva porque en la cabalgata de recortes se termina navegando más por el cine mismo que por la obra del realizador norteamericano, conduciendo a revelaciones que pueden rozar la extravagancia como por ejemplo que el cine negro mucho le debe a El Mago de Oz. Esta y otras teorías están mostradas con tanto convencimiento que el documental no sólo es digerible, sino atrapante y seductor.
Es que hay un punto en común que es indiscutible: el cine, como se dice en esta película de películas, te puede llevar al país del nunca jamás, pero te regresa sano y salvo al hogar como la Dorothy de la inmortal Judy Garland. Es que el mismo Lynch lo dice: «siempre es bueno volver al hogar». Siempre es bueno volver al cine.
Categorías:Rincón Cinéfilo
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