
El sonido y la furia
En la maratón del miércoles, en un festival como pocos o como hacía tiempo no veíamos en calidad de programación, se produjeron esos imperceptibles milagros que da el cine: el trazo de una línea fina que, en medio de tantas producciones, encuentra estilos en tensión, propuestas que son como los autos chocadores, chocan, pero vuelven después a empezar. Enderezarse no sería la palabra porque el cine ya no está alineado a una corriente, todo es posible en la viña de las imágenes en movimiento.
En la anterior columna se hablaba de la expresión sensorial que significó una película como Queens of the Quing Dynasty donde el sonido es clave. Pero el plano sonoro no es lo mismo que la palabra.
Ese abanico de posibilidades narrativas para acompañar la imagen, tuvo exponentes claros. Por un lado, Pacifiction, la última ¿locura? de Albert Serra, el polémico director que dice ser el mejor del mundo y que denosta el 90% de la cinematografía actual. No deja de ser una postura para vender otro atractivo a sus películas difíciles, impenetrables a veces, pero también disfrutables como pocas en determinados momentos. Seguir la trama de una película de Serra es como seguir los pasos de la mujer que te ignora. Así parece burlarse el cineasta de los espectadores. De pronto hay diálogos interminables y de pronto impera el silencio. Y cuando todo es monotonía sacude la modorra con una escena espectacular (real, no de FX) donde una ola gigante parece tragarse a barcas y surfistas, en un momento fílmico que paraliza hasta el más incrédulo. Serra hace una ficción del Pacífico como dice el título y a través de un político de la polinesia francesa, en la isla de Thaití, sufre y hace sufrir, complota y lo complotan. Para Serra el cine no es de los buenos y los malos porque eso ya se sabe, es otra instancia y al que le guste, bienvenido. Su manera de jugar escenas en un lugar paradisíaco con la locuacidad y con los silencios, es maestría pura. Y cuando creíamos que nadie podía filmar una riña de gallos como Favio en su última Aniceto, Serra también lo hace, casi como un calco por la forma coreográfica de la pelea. Música, palabras, silencios, ruidos. La furia.
Un Año, una Noche, Isaki Lacuesta (Entre dos aguas) recuerda la noche del atentado terrorista en el local Bataclan,de Paris, en 2015; en realidad va por el día después, cómo sobreviven las víctimas después de estar al lado de la muerte. Aquí también el sonido es furioso cuando se muestra hábilmente lo que fue esa acción violenta, para después pasar a la histeria, el silencio y otra vez la histeria. Sonido y furia al mismo tiempo para tratar de manera particular un hecho del mundo contemporáneo, irracional que tiene varios antecedentes. Y tantas secuelas como víctimas.
Sólo con la canción final de Santiago Motorizado (El Mató…), con pocos personajes y austeridad en todo sentido, lo que enriquece es la palabra en Amigas en un camino de Campo, del argentino Santiago Losa. Siempre con su misticismo a cuestas y esa necesidad para desentrañar, aunque sea un imposible, lo extraordinario, el cineasta y dramaturgo recurre a la palabra que describir la relación de tres amigas, una de las cuales ya no está. La conjunción del espacio y la palabra aquí es fundamental y se refuerza con la presencia de un paisaje árido, con lejanos aullidos de los perros de fondo. El sonido y una furia aplacada, reflexiva, serena.
Y si de palabas se trata There, There, de Andrew Bujalski, hace del ejercicio parlamentario el lei motiv de su obra. Plano y contraplano, muchas, muchísimas palaras le bastan al director para crear distintos episodios de gente común pero que no paran de decirse cosas, a veces en modo zen, otras con iracundia. El sonido y la furia, otra vez. Esta modesta película de la competencia internacional recurre a la palabra en todo su trayecto y aunque a veces no se digan cosas importantes, pacifican o perturban en retratos por momentos luminosos, y en otros tremendamente oscuros.
Así, en este reino de silencios y sonoros pantallazos, se advierte que el cine, como lo marca la historia, es fiel a su religión: nació sin la palabra y creció con ella. Pero con un agregado, cuando es necesaria la furia, grita o habla desde el susurro.
Categorías:Rincón Cinéfilo
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