RESEÑAS LITERARIAS: «Infancia & Juventud», de Fito Páez. Por MAXIMILIANO CURCIO

TU MUNDO BRILLANTE HECHO DE MILAGROS Y HERIDAS

Vaya desafío redactar las propias memorias. Ten cuidado con lo que deseas, le advierte un buen editor, mientras echa leña al fuego. Dice Fito Páez, en su comentario introductorio, que cuantos menos adjetivos, mejor. Y cuanto menos sentimentalismo, muchísimo mejor. Allí está el rosarino, buscando su propia versión de los hechos relatados. La verdad aliena, anuncia en el prólogo de “Infancia & Juventud”, editado por Planeta, el pasado 3 de octubre. Los primeros treinta años de vida del músico, autor y cineasta, bien podrían conformar varias vidas posibles en cualquiera del resto de los mortales. Pero no, en la leyenda de nuestro rock esto es apenas la mitad del recorrido trazado hasta hoy. Las experiencias cobran cuerpo y alma. Alina Gandini, eterna amiga, sugirió el título que lleva el libro que compila el primer tomo de sus memorias.

Dedica este volumen Fito a sus dos hijos, Margarita y Martín, bastiones de su vida y primeras palabras escritas sobre una creación literaria surgida en plena era pandémica; tiempos de encierro que el compositor utiliza para escribir, ese tiempo que describe el músico como una extraña niebla transitada entre gente demente. El encierro forzado lo anima a reescribir la propia vida. Las mieles del oficio aseguran varias horas diarias, los días transitan sin hitos ni paréntesis. Las hojas del almanaque caen implacables, Fito recuerda mil y un anécdotas. Bucea profundo, rumbo al propio origen. Muchos de los eventos explícitamente relatados serán atravesados por la tragedia: el descubrimiento de la tumba de su madre, el femicidio en Rosario y todo ese dolor indescriptible. La primera línea no puede ser más contundente: “De niño conocí el olor de la muerte”. ¿Qué más terrible que un chico siendo arrebatado de su propia inocencia? Mis ojos también crecieron viendo tanta muerte alrededor, a veces pienso que tu vida es mi vida. Pero, más allá, o más acá, del guiño a la canción, no pretendo lo autorreferencial, aunque me siento hermanado. Y me subo a tu viaje introspectivo, camino imaginariamente a las orillas del Paraná.

Echamos una mirada a la tapa. Un joven Fito, vistiendo informal, mira sentado al borde de su piano. La imagen trasluce la mirada, entre pícara y tímida de un joven prodigio. Comenzamos, sumergimos, vamos de viaje. Bendita lectura, abre ante nosotros una “narración hecha en travelling virtuoso”. Sagrado rosarino, ya estamos adentro. Hay que ponérsela, una de estas noches. Las marcas en la piel son las que nos trajeron hasta acá… Quien compone canciones no se distingue aquí del artista que nos comparte sus memorias. Páez nos convida de la intimidad de recuerdos y la escritura parece confluir con el personal manifiesto que cierra el disco “Los Años Salvajes” (2021). El homónimo tema que es una gloria musical, épica pura, la más maravillosa epopeya que pudiera compartirnos Fito en su dilatada carrera. En primerísima persona, canta su nada liviano transcurrir. La mano maestra de Rodolfo agudiza su poder de descripción. Podemos ver, escuchar, oler y tocar aquello que recuerda. El camino más corto anuncia llegar más rápido a ningún lugar. Años salvajes, vivir y morir es todo a la vez, cantaba quien ahora escribe sin parar. El viaje deja esquirlas en la piel, sí, pero la vida te premia con más de aquello que soñaste, siempre y cuando ames todo cuanto puedas.

Esta es la cuarta incursión literaria del siempre prolífico Fito Páez, luego de “La Puta Diabla” (2013), “Diario de Viaje” (2016) y “Los Días de Kirchner” (2018). Estímulo de una trayectoria que incluye más de treinta discos grabados y tres películas (“La Balada de Donna Helena”, “Vidas Privadas” y “De Quién es el Portaligas”). Aquel que fuera inspirado por Roberto Arlt o Charles Bukowski, ahora riega estas páginas con total desfachatez. Hay fieles aliadas esperando al lado del camino: el amor, el cine, los libros, la música. Amada música, puerta de entrada a un mundo fantástico; el descubrimiento de esa vocación a la cual dedicar la vida. Recuerdos de un adolescente espectador del concierto de Charly, con La Máquina de Hacer Pájaros, en 1976. Todos recordamos ese debut triunfal, nuestro primer recital. Bautismal. De polvos y lodos. Fito descubría su misión en esta vida; pronto la tribu lo aceptaría como uno más. Vos sos vos, sí, creelo. Se va conformando la silueta del precoz genio rosarino surgido de la inolvidable trova; y de allí directo al naufragio hacia Buenos Aires para sacudir los cimientos de nuestro rock en los albores de la democracia. Pasa noches enteras frente a su teclado, absorbiendo y aprendiéndolo todo. Se la pega fuerte. Come mal, visita seguido el hospital. Pero, naturaleza de Ave Fénix…

Rememora con lujo de detalles. Habrá instantes plenos de luminosidad, algarabía, rabia y absurdo. En el pisciano concluyen mil vidas. La del monstruo capaz de repugnar entre repugnantes, reptando en plena ciudad de la furia. También, la figura del Lázaro consumando el milagro ante Nazareno. Omnipresentes las musas, Fito no sería lo que es sin Fabi y Ceci en su vida. ‘Les debo tantas canciones’, susurra el artista. Describe a Cantilo con la fascinación y la delicadeza con la que solo lo hacen los enamorados. ¿Qué otra cosa podrías decirle a la chica más hermosa del mundo? Años más tarde, sale de un cine de ver una de Don Pedro. En la vida no hay imposibles, esa chica almodóvar iba a caer rendida a sus brazos. Ansiedad de…Después te di la mano Roth y pasaron los años…Años salvajes, muchos de ellos veremos reflejado en estas cuatrocientas páginas. El humor de quién escribe nos robará más de una sonrisa. Hay que saber jugar el juego con la memoria; a veces esa fiera imposible de domesticar. Claro que, como anuncia “Limbo Mambo” (Confía, 2010):  “Vas ensayando la música, vas escribiendo tu libro”. Solo se trata de caminar…y de vivir, diría aquel faro insoslayable.

Textual, leo los labios de Fito y escribo. Los amoríos de un joven con hormonas explotadas. Las noches bravas en hoteles de mala muerte. El príncipe y mendigo deambulando en altas horas de la madrugada. El amor que vale la pena vivir y nos hace renacer. La inconsciencia del fallido suicida balanceando su cuerpo en la baranda de un balcón. Ya derramamos la juventud, parecieron mil años. La canción se escribe en el viaje y nunca es bueno hacerse de enemigos. Ahí va Fito, ladrándole a la luna. Con una guitarra combatía la guerra, el hambre, el frío y el miedo. Un hombre enreverado firma su declaración de principios. Cada episodio es una fotografía del tiempo. Construcción y deconstrucción; nos esperan aventuras por doquier, entre escenarios, borracheras y lisérgicas escenas, directo de los piringundines a los palacios. Delirios de groupies y verdades contadas con sangre, sudor y lágrimas. Incontinencia, vino derramado, gimnasia de cerrar los ojos no permitida. De los estudios de grabación a los teatros de Buenos Aires. Ostracismo o vida social; placer y dolor chocando en el aire. Hay momentos en donde prima cierta duda existencial acerca de qué fue aquello que mágicamente obró…Fito acumula inquietudes tratando de descifrar de qué se trata el destino, entre relatos en off y un mapa de direcciones de su amada Rosario.

Chau papá, me voy a ver las luces de la ciudad. Años ’80, seca la sangre de aquel palacio, hagamos memoria; el país se transforma. La juventud anuncia que la flor siempre abrirá y Argentina amanece a un nuevo tiempo. Páez se entrona como protagonista indiscutido. En días primaverales de octubre 2022, en donde el libro se convirtió en uno de los más leídos, todavía permanecen vibrantes los recuerdos de seis noches inolvidables conmemorando los treinta años de su obra musical más emblemática. Hacemos un flashback monumental hacia 1992. Fito alcanzó su apogeo artístico antes de cumplir treinta años; acababa de editar el álbum que se convertiría en el más vendido de la historia de nuestro rock nacional. Divina gloria está esperando allí afuera. Ahora conquista nuevos horizontes, es una perla brillante que nos enseña que había amor después del amor, justo antes de marcharse de gira en su imbatible Circo Beat. Llegamos al capítulo treinta, la lectura se ha pasado volando, a velocidad de avión, o de rayo. Mérito del autor, exquisito narrador en total dominio de un material que moldea con paciencia, amor y precisión, sabiendo que la memoria siempre suele hacer trampas. La suya es prodigiosa.

Cruzando Avenida Callo y Santa Fe, un peatón pasa por al lado nuestro. Podría ser el mismísimo Fito, buscando llegar a la vereda de enfrente en un último acto de supervivencia. ¿No le tenderías la mano? Vos viniste a ofrecernos tu corazón, una vez más. Estas páginas laten y se leen mientras cantamos de memoria esas canciones que son himnos surcando los recovecos del alma, alentándonos a confiar y burlándose de aquellos que dicen cómo debería haber sido. ¡Fito!, tus manos al piano nos dan cobijo espiritual porque tus discos hacen de este mundo un lugar mejor. Lejos de cualquier encasillamiento, el talento se multiplicará como panes en la mesa, legando una obra maravillosa que, con orgullo, lo constituirá como un heredero del legado de Litto Nebbia, Charly García y Luis Alberto Spinetta, aquellos héroes de naturaleza y grandeza inenarrable. Las próximas tres décadas de existencia y creación artística se encargarán de escribir la otra mitad del mito que hoy se erige como una de las figuras más preponderantes del último medio siglo en la cultura argentina. Estamos ansiosos de leerte, tu don siempre fue regalarnos el centro de tu delirante y mágico corazón.



Categorías:La Biblioteca de Babel

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