
INSPIRACIÓN ES AMOR, Y VICEVERSA
“Bergman y Liv” regresa por únicas cuatro funciones al Teatro Picadero. Esta conmovedora historia de amor, interpretada con enorme riqueza y matices por dos portentos actorales, es llevada al escenario por Leonor Manso, sobre un texto autoría de Lázaro Droznes. La voz en off de la actriz, ahora asumiendo el rol de directora, nos coloca, antes de comenzar la obra, dentro del marco histórico y emocional. Indagaremos en el centro del corazón dos corazones, y de la forma en que se nos advierte, cuando termina el amor, comienza el mito. Una puesta en escena sencilla luce atinada para que dos enormes actores (Osmar Nuñez e Ingrid Pelicori) se dispongan a representar (y no a leer) el intercambio epistolar. Es el año 1970, el director y la actriz acaban de separarse. Un par de sillas, atriles y una fina alfombra nos instalan en el torbellino de este vínculo atravesado tanto por conflictos personales como por las circunstancias propias del arte que los uniera.
El director y la actriz habían comenzado a vincularse sentimentalmente en el set de “Persona”, cinco años antes del espacio histórico donde se nos sitúa, conviviendo luego en la célebre casa de Isla del Faro, en el Mar Báltico. “Bergman y Liv” nos remite a una única locación, y esa limitación figurativa en donde transcurre, en realidad, no es austeridad sino estricta adecuación al argumento. Se trata del espacio de intimidad propio de una confesión y confrontación brutal, a lo largo de los años. El autor imagina cartas apócrifas inspirándose en sendas autobiografías publicadas sobre Ingmar y Liv (“La Linterna Mágica” y “Senderos”, respectivamente), de manera que la pieza nos exhibe las desavenencias que impactaran en la relación de pareja de dos íconos de la cinematografía universal. A lo largo de su intensa hora de duración, se nos convida de la vida diaria de sus protagonistas, recreando escenas de su vida conyugal y atrapados en un viciado rito circular de correspondencias.
El amor, la felicidad, la infidelidad y el dolor son indivisibles a un lazo afectivo que se transforma con el correr de los años, mutando de forma enfermiza. Él vive abstraído en su torre de marfil, creando interminables guiones; con rigidez y autoritarismo, cercena libertades, pretende poseer; cela y restringe. Lleva al límite de lo tolerarle un rodaje, ¿excesos del cineasta o excusas del marido? Ella persigue nuevos horizontes que no se amolden a la forma en la que él pretende vivir. Prefiere transitar su propia soledad a una falsa realidad inducida. La pareja no madura, pronto acaba por distanciarse. Todo se ha vuelto tóxico, enfermizo, nocivo. Por recurrencia y acostumbramiento. Era hora de partir.
Habrá sueños que se materializan: podríamos, desde primera fila, ensayar un primer plano de antología. Una instantánea se congela en la pantalla de fondo, la pareja luce radiante. ¿Todo tiempo pasado fue…? Escudriñamos el rostro de los protagonistas en escena -en ocasión de soliloquios, atravesados por momentos de desesperación o sumidos en silencios desgarradores-. De modo favorecedor y con gran riqueza expresiva, se lleva a cabo un entrecruzamiento entre lo onírico y la realidad, porque el recuerdo vivenciado se intensifica a cada lectura. Intercambian extensas misivas. A lo largo de cuarenta años, en el vínculo afectivo emergen a la superficie las constantes temáticas del cine que ambos compartieron: la obsesión por la muerte (“Fresas Salvajes”, 1956), las dudas de la fe (“El Séptimo Sello”, 1957), el sentimiento enmascarado de culpa y redención (“Persona”, 1966), las angustias metafísicas del ser humano (“El Huevo de la Serpiente”, 1977), las referencias autobiográficas (“Fanny y Alexander”, 1982), el psicoanálisis freudiano (“Sonata de Otoño”, 1978), la visión del amor en la vejez (“Sarabande”, 2003) y los planteamientos universales acerca de conflictos en las relaciones familiares y conyugales (“Gritos y Susurros”, 1972). El arte y la vida nunca pueden mejor ir de la mano.
“Bergman y Liv” monopoliza la inquietud de sus personajes, se enfatiza la figura de autoridad y supeditación de él hacia ella. Si la obra cinematográfica de Ingmar se introdujo impetuosamente en el espectador, colocando el propio corazón al alcance de éste, presto a ser desentrañado, la representación teatral lleva a cabo similar abordaje. Haciendo visible lo invisible, el cineasta contempló la condición humana desde su enfoque psicologista. La vida imita a la ficción, podríamos estar recreando una y otra vez alguno de sus argumentos, y, al mismo tiempo, siendo testigos de aquella historia apasionada que el destino gestó. La audiencia observa el interior que habita esa palpitante intimidad, espejándose en las inconfundibles criaturas que en la gran pantalla conviven. La dupla otorga un arco evolutivo sublime a sus respectivos personajes.
La fabulosa Ingrid Pelicori se coloca en los zapatos de ‘El Ángel Noruego’, icónica musa de Ingmar Bergman. No sólo fue su compañera sentimental, sino la protagonista de muchas de sus más trascendentales películas: “Persona” (1966), “Gritos y Susurros” (1972), “El Huevo de la Serpiente” (1977) y “Sonata de Otoño” (1978); también encabezó la crepuscular obra maestra del sueco: la televisiva “Sarabande” (2003), episodio que, extrañamente, queda fuera de la recapitulación de vida que aquí se lleva a cabo. Lúcida guionista y directora, Ullmann prodigó sensualidad y trauma en iguales dosis, para cada expresivo primer plano que el director sueco le brindara. Cuesta separar a la actriz de la mujer que lo amara con devoción. Liv, eterna musa inspiradora, se enfrenta a sensaciones escondidas en lo más profundo de su ser. Lo increpa mostrando las marcas en su piel, Bergman padece reconociendo sus errores. ¿De quién es el cuerpo de esta carne que se desprende? Cuando dos fallando en ser uno no pudieron trascender, sendos intérpretes dejan el alma en el escenario.
Osmar Nuñez adquiere protagonismo a medida que la pieza avanza; es un animal de las tablas. La evocación a la dura infancia, con guiños que invitan a pensar que en la disposición narrativa existen vivencias personales intransferibles, eleva nuestra emoción a un estrato superior. Proveniente de una familia luterana y en extremo severa, Bergman exhibe sus estigmas. En su hondo calado moral, el cine del genio sueco da cuenta de la borrosidad de los recuerdos y, a la vez, indispensables para hacer verosímil el relato, a menudo asociado a una atmósfera cuya a exteriorizar un doloroso ánimo y la angustiante carga emotiva que sufren sus personajes se espeja notablemente en la adaptación realizada por Manso. Se elaboran dichas influencias de modo favorable: un experto en radiografiar situaciones de interés existencial, un estudioso de la condición humana, se ha convertido ahora en objeto de estudio. Gran apasionado de las letras en tanto desencantado del mundo que le tocara habitar, las influencias del cineasta rememoran la relevancia feminista de Henrik Ibsen; citándose, en particular, la pieza “Casa de Muñecas”.
Saber perdonar otorga madurez al vínculo. La irritación da paso a la comprensión y la empatía entre ambos augura tiempos mejores. Mientras tanto, crían por separado a su hija en común Linn Ullmann, destacada escritora. ¿Podremos ser amigos?, se preguntan. Liv, por su parte, coquetea con Hollywood. Ingmar defiende a rajatabla las libertades autorales para filmar en Europa, se siente extraño en tierras americanas. Está cansado de filmar, volverá a las tablas. Para el realizador, el teatro representa esa amante que no podrá abandonar jamás, así nos lo dice. Director y actriz se reencontrarán, hacia la década del ’90 para firmar guiones que dirigirá su antigua compañera, condensando la visión cinematográfica humanista e intelectual que sitúa a ambos como una de las duplas más fértiles que el séptimo arte haya conocido. No es esta otra simple historia de amor, el paso de los años resguarda el cariño de cada uno de los instantes vividos. Nuestros ojos permanecen atentos, Pelicori y Nuñez son dos imanes de la interpretación. Van y vienen nuestros ojos de un lado al otro del escenario, intentando captarlo todo. La velocidad de la mirada no es suficiente para apreciar semejante talento.
Categorías:En Escena
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