Top 7A: Series clásicas argentinas. Por MAXIMILIANO CURCIO

VIENTOS DE AGUA (2005-2006)

Una superproducción sin precedentes que unió a las industrias audiovisuales de España y Argentina. Juan José Campanella venía de consagrarse cinematográficamente con los films “El Hijo de la Novia” (2001, candidata al Premio Oscar) y “Luna de Avellaneda” (2004), y aquí nos trae una historia acerca de generaciones de inmigrantes. Su título resulta llamativo: <<vientos de agua>> es una expresión española que significa <<olor a lluvia>>. Ese aire cargado de tormenta, esa amenaza por venir que metaforiza las oleadas de inmigrantes, entre generaciones confrontadas por el tiempo, pero bajo un idéntico designio. El mismo horizonte, el mismo suelo, casi un siglo después. Protagonizada por Héctor y Ernesto Alterio, Eduardo Blanco, Silvia Abascal, Claudia Fontán y Pablo Rago, entre una variada cantidad de intérpretes, Aida Bortnik supervisa la escritura de un monumental guion, desarrollado a través de trece capítulos. «Vientos de Agua» emerge como una serie cuyo estilo visual esquiva todo cliché posible para confluir pasado y presente, en coordenadas cronológicas donde nuestro país sorteaba la última de las crisis económicas. La marca de cámara instituida por Campanella otorga un sello estético distintivo a un producto que marca un antes y un después en nuestro medio televisivo. Como gran virtud, se vale de una majestuosa construcción de decorados, inéditos efectos visuales y una recreación histórica que indaga en escalas sociales, costumbres y valores que nos identifican y reflejan como sociedad. Mayúsculo viaje emotivo, obra maestra que enmarca la aventura de hijos trashumantes de una diáspora congelada en fotografías color sepia.

OKUPAS (2000-2001)

Miniserie trascendental para nuestra TV. Puede pensarse que productos posteriores, como “El Marginal”, «Tumberos» y “Un Gallo para Esculapio”, son indudables beneficiarios del puntapié inicial que representara esta creación de Bruno Stagnaro. Nos encontramos en la Argentina del año 2000, sumidos en un contexto acuciante: fuga de capitales masivos, pobreza en incremento, cacerolazos en las calles y un clímax que detonaría en el trágico diciembre de 2001, cuando el presidente en funciones escape por helicóptero desde Casa Rosada. “Okupas” valida la máxima nunca perecida de cuando la ficción repite la realidad. La serie le quita todo posible romanticismo a la miseria, acaso si fuera posible trazar un paralelismo con el cine de denuncia que surgía por entonces en la hermana industria del Brasil: estética del hambre, que no es cosmética. Producida por Ideas del Sur, saca provecho del duro trance a la hora de reflejar un presente que emerge como razón de una larga cadena de contingencias y factores omitidas, por mera corrección política. Con precisión, se relata la cotidianeidad circundante en los barrios marginales del país; un sector de la sociedad muy a menudo fuera de la mirada del ciudadano promedio. Es así como Stagnaro problematiza con énfasis acerca de las clases sociales más empobrecidas, mixturando actores profesionales (entre quienes destacada Rodrigo De La Serna) y no profesionales. Filmado en locaciones reales y plagado de escenas tensas, violencia a flor de piel valida la ley del más fuerte, consumando la fórmula perfecta:  este esquema de unitario rompe con todo estereotipo antes conocido. A dos décadas de su estreno, Netflix coloca la serie a disposición de los usuarios de la plataforma, evidenciando la vigencia de una obra cuya empatía que no evoca a la lástima por aquel que sufre de privaciones, sino que identifica a cierto tipo de público alejado de las temáticas cotidianas que la TV solía visibilizar por aquellos años. Un producto necesario y valiente, proveniente del autor de “Pizza, Birra y Faso” (1997), emblema del nuevo cine argentino.

LOS SIMULADORES (2002-2004)

Un total de veinticuatro episodios vertebran las dos temporadas de esta pionera ficción de Damián Szifrón, protagonizada por Federico D’Elía, Alejandro Fiore, Diego Peretti y Martín Seefeld. “Los Simuladores” revolucionó la TV de habla hispana y no es en absoluto exagerada semejante afirmación. Un clásico inmediato, un fenómeno sin precedentes que cursa su par de décadas de historia rumbo a la concreción del producto en formato largometraje. Corría el año 2001 y Argentina atravesaba una crisis política y económica devastadora. Un veinteañero Damián Szifrón arriba al edificio de Telefé con un VHS en sus manos. El programa piloto consistía en un grupo comando de élite que resolvía problemas del modo menos esperado, pero más efectivo: el simulacro. El talento y la suerte juegan su parte, y, si bien narrativamente la serie peca de inocencia a la hora de recurrir a remanidos lugares comunes, no obstante, la empatía con el público es absoluta. Los episodios se suceden batiendo récords de audiencia y, cuando todo parece naufragar hacia la inevitable tragedia, este impar cuarteto consigue encontrar la milagrosa solución salvadora. Abundan guiños cinéfilos y los intérpretes saben repartir sus tareas: logística, técnica, caracterización e investigación constituyen pilares para estos auténticos artistas del engaño. La justicia se dictamina en alterada realidad y el éxito de cada misión representa un bautismo triunfal para héroes dispuestos a brindar un servicio útil a la comunidad. Un año después, la serie ya era absoluto furor y el éxito obtenido le permitía al novel realizador embarcarse en dirigir proyectos para cine: “El Fondo del Mar” (2003) y “Tiempo de Valientes” (2005) auspiciaban una veta autoral que se consolidaría con “Relatos Salvajes” (2014), un fenómeno de taquilla, luego candidata al Premio Oscar a la Mejor Película Internacional.



Categorías:La Pantalla Seriada

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