
MIRÉMONOS DE CERCA
“Art” representó un suceso de venta de localidades en los años ’90. En París se exhibió en las tablas, por primera vez, hacia 1994, mientras que, en Buenos Aires, Ricardo Darín, Oscar Martínez y Germán Palacios formaron parte del fenómeno, bajo la dirección del irlandés Mick Gordon, replicando el montaje londinense de Matthew Warchus. Más de un millón de espectadores, en doce años de representación, convirtieron a “Art” en un clásico insoslayable. Décadas después de su última función al frente del elenco, Darín y Palacios se colocan en roles de dirección, con producción de Tomás Rotenberg e Ignacio Bredeston, ante una nueva versión sobre la obra de Yasmina Reza, también autora de “Un Dios Salvaje”.
“Art” desnuda los pormenores de una conversación entre tres amigos. La compra de un cuadro representa una situación fortuita, tal vez un acto de provocación hacia cierto sector artístico… ¿un gasto de dinero innecesario por mero afán esnobista? Punto de partida y excusa para que el trío masculino transmita su sentir, no hacia la pintura, sino a través de ella. Un vehículo para pensarse a sí mismos. En última instancia, un cuadro es detonante de lo vincular. Sin disimulo alguno, el intercambio nos permite conocer qué siente cada personaje, también qué esconde. Se miden. El encuentro cara a cara no despoja a ninguno de sus máscaras. Una amistad de quince años que pone a prueba la confianza mutua. ¿Qué los une? ¿Qué palabras dichas en el fragor de una discusión no ofrecen oportunidad alguna de resarcimiento? El intercambio se percibe vivo y real, hecho de posturas intransigentes, también de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo cuando los decibeles se incrementan a niveles impensados.
La discusión fluye, las ideas se contradicen, las opiniones se hibridan… ¿dónde quedó la tolerancia? Una pieza de museo contemporáneo sirve como instrumento para abrir los sentidos al arte modernista. Artista es una palabra con un peso específico propio. No cualquier ser creativo accede a tamaña distinción. Por otra parte, nos preguntamos, ¿qué convierte a una obra en clásica? ¿cuál es la esencia de lo moderno?, ¿qué variables estéticas y conceptuales inciden para tal o cual distintivo? Se dirimen posibles significantes. Abundan guiños: una cita de Paul Valerie, un libro de Séneca. La puesta en escena es minimalista; apenas un sillón, una mesa y una silla decoran una habitación de departamento. Todo cobra sentido. En definitiva, son tres hombres atravesando el espacio que los contiene. Fuera de los bordes, nada que se pueda controlar bajo el propio dominio. Blanco sobre blanco, veamos cómo afecta la luz natural para observar otros matices. Pictóricos…o humanos. Riesgos estéticos de una obra que reflexiona acerca de la concepción del uso del color, la geometría y la incidencia de la luz en una pintura. Perspectiva que no significa que se trate de una pieza apta para paladares vanguardistas capaces de sentir ‘la vibración’; en “Art” todo es analogía sobre la condición humana.
Los protagonistas (Pablo Echarri, Mike Amigorena, Fernán Mirás) representan, en definitiva, a tres individuos de mediana edad y buen pasar económico, descubriéndose a corazón abierto. Yo soy yo y vos sos vos. ¿O sino qué somos? Charlas de diván con el psiquiatra de confianza sabrán brindar buen consejo. ¿Qué perdimos en el camino? Acaso sueños de lo que en nuestras vidas anhelamos concretar. Los años pesan. El trío amistoso ya no puede reconocer aquello que los unió. Se cuestionan decisiones del terreno privado. Sin embargo, nada resulta ajeno a la susceptibilidad de cada uno de los tres implicados. Tan solo un gesto alcanza para desacreditar a un semejante. Allí, la duda se instala en el espectador, partícipe necesario en la disputa por la verdad. Los interrogantes van apareciendo, el eco nos devuelve incertezas: ¿buscamos la admiración de los demás? ¿preferimos que se nos dé la razón a toda costa? ¿pretendemos ser aceptados, queridos, adulados? Problemáticas existenciales y juego de ego que todos llevamos dentro, en mayor o menor medida. Más inquietudes se acumulan, asimismo relaciones parentales disfuncionales agregan amargo condimento, mientras creencias y valores contrapuestos complejizan la mirada: ¿importa nuestra opinión y cómo se manifiesta esta al ser compartida con un par? ¿importa la transparencia, en verdad?
“Art” reflexiona, con rapidez, fluidez y sagacidad, tanto acerca de la vida en sociedad como del quehacer intelectual. Sin jamás perder el sentido del humor que sus protagonistas parecen haber extraviado. Hilarante y profunda a la vez, arranca carcajadas y aplausos en el público a lo largo de sus noventa minutos de duración. Nos enfrenta a la mutación de una amistad (y de una realidad) a través del tiempo. ¿Cuánto queda hoy en pie de lo que ayer sostuvimos creer? ¿Qué significa que un hombre sea representativo de los valores imperantes que su época indica? Naturalezas muertas o arte abstracto colgando de una pared, la metáfora con el concepto estético de apreciar y coleccionar una pintura es evidente. Observar un cuadro alimenta y también multiplica las posibilidades. De igual manera ocurre colocando en espejo conductas humanas. La vigencia de esta pieza permanece inalterable.
El trío interpretativo nos brinda una auténtica masterclass, entregándonos intercambios y parlamentos memorables. Echarri, Mirás y Amigorena, se lucen, inmensos y en su salsa, dejándose la piel en escena. El lenguaje es gestual, las emociones atraviesan el cuerpo. Se palpa la tensión, la incomodidad, el reproche constante. El acto conciliador final es una delicia absoluta. ¿En verdad llegamos hasta acá por un cuadro o es que había algo todavía más inquietante fuera del rectángulo que todo lo contiene?
Categorías:En Escena
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