LA PANTALLA SERIADA – Versus de 7A: Precuelas/Spin-offs. Por Maximiliano Curcio

GOTHAM

Batman es un superhéroe que ha trascendido las fronteras de la gran pantalla para convertirse en un fenómeno cultural del siglo XX. Su creación bajo el formato de cómic, a dúo entre el artista Bob Kane y el escritor Bill Finger, vio la luz por vez primera en la publicación de DC Comics. Corría mayo de 1939 cuando veíamos por primera vez, en aquellas páginas, a Bruce Wayne calzarse el traje de hombre murciélago para combatir el crimen organizado. En tiempos de superhéroes dotados de infinitos poderes, Batman sustentó su habilidad la inteligencia, el carisma y la fuerza física. Se alió a la ciencia y la tecnología, conservando un profundo sentido de justicia. Adaptado a una gran variedad de medios, desde la radio a la televisión y el cine, supo prolongar su legado hasta el presente. La creciente moda de vivir del éxito de un personaje, prolongando su vida en pantalla mediante precuelas o spin offs, resulta el instrumento perfecto para beber de la inagotable fuente que provee el protector nocturno de la caótica Ciudad Gótica.

Así es como surge esta serie, a través de cinco temporadas y un total de cien episodios. Centrada en la adolescencia del futuro héroe y la traumática pérdida de sus padres, se inspira en el cómic de Frank Miller «Batman Año 1». Aquí, el detective Jim Gordon se convierte en el foco de atención de un relato que profundiza en la mitología Batman, presentándonos a villanos como El Pingüino, El Acertijo o Poison Ivy, impunes en su accionar en medio de una urbe atestada de corrupción. «Gotham», creada por Bruno Heller, es una serie que posee encanto y malicia en iguales proporciones. Visualmente ambiciosa, moderniza el canon genérico sabiendo mixturar comedia y drama policial. Mediante un contraste social evidente, realiza una pintura lo suficientemente trágica de sus protagonistas, exponiendo sus motivaciones y confusiones. Dicha riqueza dramática provee a la narración de un peso específico del que suelen carecer las últimas adaptaciones a la gran pantalla. Confronta la debilidad del héroe, sopesando el costo de su propia identidad. Sin embargo, su aparición se hará esperar: recién lo veremos surcar las alturas de la lúgubre geografía gótica en la cuarta temporada.

BETTER CALL SAUL

El nuevo milenio para el medio audiovisual puso de moda el término ‘precuela’, acorde a la creciente tendencia de crear obras con posterioridad a cierto punto de referencia que haya poseído el éxito suficiente como para hacer valedera la incursión a contar los hechos anteriores que dieran origen al objeto central de estudio. Afín a productos de indudable rédito comercial, que puedan expandirse en sagas y franquicias, el vocablo alcanzó a uno de los ejemplares de culto más preponderantes de la TV siglo XXI: la fenomenal, políticamente incorrecta, corrosiva, sarcástica y amoral «Breaking Bad». Aquí es donde otra palabra fundamental cobra vigor: el spin-off, como aquella narración centrada en personajes secundarios de obras originales, que adquieren protagonismo y vida propia en diversos productos culturales como libros, películas o series.  Al respecto, el cine de superhéroes ha tramado un universo sumamente personal hasta llegar a abusar de dicho criterio creativo.

De esta forma es como la antológica serie protagonizada por Bryan Cranston se independiza en un sub-producto que da vida a uno de los secundarios más intrigantes del micromundo creado por Vince Gilligan y Peter Gould: el abogado criminalista Saul Goodman. El acto de derivación ganó una magnitud impensada. Absoluto éxito de audiencia que replicara la buena fama de su antecesora, esta serie se extendió a lo largo de cinco temporadas y un total cincuenta episodios. Alabada por la crítica de modo unánime, se alzó con todo premio habido y por haber que la industria televisiva otorgara. Bob Odenkirk, redescubierto como exquisito intérprete, vuelve a calzarse las ropas del extravagante hombre de ley Jim McGill de cara a su proceso de transformación personal: una suerte de alter ego, cuyo apellido posee un guiño idiomático delicioso. El relato se ubica seis años antes de conocer a Walter White. Aquel letrado con inclinaciones criminales y profundos debates morales, se valía de su aguda inteligencia para triunfar en complejos litigios. Un sombrío retrato prefigura las condiciones de antihéroe con el cual, extrañamente, la magia de los mundos de ficción nos convidará a empatizar. Nacía un nuevo favorito de la audiencia.



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