CLÁSICO…: «An Affair to Remember», por Alexia Muiños Ruiz

Qué hermoso es volver a disfrutar una y otra vez de las películas que nos gustan. Éstas se convierten en fieles compañeras en la vida. Su filosofía nos aporta diferentes lecturas según vamos acumulando experiencias, o como diría Janou, a medida que construimos nuestros recuerdos. Tuve la fortuna de poder asistir recientemente en la Filmoteca de Barcelona al ciclo Melodramas Cruzados, y concretamente a la proyección de An Affair to Remember de Leo McCarey. Qué lujo que estos templos del cine aún programen clásicos. La sala, aún con protocolo COVID de mascarillas y aforo limitado, se llenó de los habituales veteranos y sorprendentemente, de alguna parejita de jóvenes. Se ve que el amor todavía no ha pasado de moda. Al final de la proyección, cómo no, sonaron aplausos en la sala, y el público se tomó su tiempo antes de abandonar el auditorio.

Leo McCarey, abogado convertido en cineasta por casualidad, tiene el honor de ser uno de los arquitectos de la comedia alocada o screwball comedy, el «creador» de la pareja cómica Laurel y Hardy, el director de la película más divertida de los Hermanos Marx, (Sopa de Ganso) y de esta mítica historia de amor, que empieza como comedia sofisticada y acaba como un melodrama. No satisfecho con este bagaje y dos premios Oscar como mejor director por The Awful Truth y Going my Way ( que cosechó además Óscars al mejor argumento y mejor película), McCarey retomó su tema fetiche del amor y 18 años después de A Love Affair (1939), extrañamente titulada en estas latitudes Tú y Yo, rueda una nueva versión llamada An Affair to Remember (1957). En un alarde de «originalidad», se estrenó en España como Tú y Yo. Pocos directores tienen la suerte de poder retomar un argumento y rehacer su película con más medios y pulir algunas ideas semidesarrolladas en la primera versión. Pero, en realidad los afortunados somos nosotros, porque McCarey partió de una muy buena película para crear un mito y regalarnos una de las películas más hermosas, más imitadas y veneradas del Hollywood dorado. 

McCarey firma el guión sobre un argumento propio, coincidiendo ambas películas en estructura y numerosas líneas de diálogo pero An Affair to Remember destaca, además de por la química impagable entre Cary Grant y Deborah Kerr en cada fotograma, por el uso de la canción homónima como leit-motiv. La primera vez que escuchamos la canción, es en la secuencia de los créditos iniciales, sobre un nevado Central Park neoyorkino en el que emerge la voz de Vic Damone desvelándonos de qué tratará la película. McCarey fue merecedor de una nominación al Oscar por la letra de la canción.

Su argumento puede parecer obvio o trasnochado en 2021. En un lujoso crucero transoceánico, un famoso playboy (lo que hoy sería una celebrity, seguramente con millones de followers) recién comprometido con una millonaria, conoce a una aspirante a cantante que va a reencontrarse con su novio y mecenas. A pesar de sus reticencias iniciales, se enamoran. La pareja se da un tiempo para romper sus relaciones actuales y para demostrarse a sí mismos que pueden ser económicamente independientes y adaptarse a una vida sin lujos, antes de entregarse el uno al otro. Se citan al cabo de 6 meses en el Empire State Buiding, el lugar más cercano al cielo en Nueva York.

El esquema argumental  de «chico conoce chica», se ha copiado y repetido hasta la náusea y en manos poco sutiles daría como resultado un drama almibarado para dormir la siesta. ¿Qué es lo que convierte a Tú y Yo en una historia atemporal, querida por el público y tremendamente emocionante para ver en pantalla grande? No, no es Cary Grant, aunque tambien tenga que ver.

La grandeza de McCarey, que era el director mejor valorado entre sus talentosos colegas, es su habilidad para crear personajes de profunda humanidad. Nos hace creer que Nickie y Terry son personas de verdad, con un pasado y con un presente que se construye ante nuestros ojos en cada secuencia. No es el arco dramático en sí lo que aporta tensión narrativa, sino cómo Nickie (Grant) y Terry (Kerr) viven esos momentos, llenos de anécdotas, diálogos ingeniosos y vitalismo veraz. Tú y Yo es una película de momentos sutiles que entretejen un enamoramiento, con todas sus fases, a lo largo de los primeros 60 minutos. No es la acumulación de gags en la primera hora o de desgracias en la segunda lo que hace única esta película. Es, sobre todo, su estudiadísima puesta en escena, amplificada al máximo por la fotografía de Milton Krasner en un glorioso CinemaScope y Technicolor. He ahí la razón del remake, además de contar con Cary Grant, por supuesto. 

La excitación de los pasajeros ante la presencia de Nickie es contínua, desde las “groupies” cazadoras de autógrafos, al fotógrafo del barco, haciendo negocio con las instantáneas robadas a la pareja, el plomizo Mr.Hathaway que, inasequible a al desaliento, insiste en cada escena en invitar a Nickie a su mesa. Nickie es un maestro del escapismo que nos divierte cada vez que elude sus «compromisos» sociales y solo tiene ojos para la divertida, sofisticada y relativamente indiferente a su encanto, Terry. Su conexión se va fraguando a lo largo de toda la travesía, especialmente en la visita al paraíso, donde vive Janou, la abuela de Nickie. Janou es un personaje fundamental en la película, es la metáfora del amor eterno, la estabilidad y les hace reflexionar sobre sus vidas y cómo dedican su tiempo. Janou, está recluida en un lugar idílico, en el que uno se refugia con los recuerdos que cimentan la vida, fiel a su amor con el que espera reencontrarse en el otro plano. En una escena impregnada de espiritualidad, asistimos silenciosamente al momento en que Nickie y Terry conectan sus almas además de sus corazones y el amor se puede casi tocar. La música sellará el vínculo. Primero, con Janou interpretando al piano la canción «Our Love Affair» mientras orquesta la aproximación de la pareja, y luego, al piano se une Terry cantando (doblada por la genial Marnie Nixon, que ya había prestado su voz a Kerr en El Rey y Yo). La mirada de Janou, hacia Nickie y hacia Terry son el preludio a un beso que se hace desear.

La pareja regresa a bordo, sabiendo que no son las mismas personas que bajaron a tierra unas horas antes. Aunque intentan caminar, no detenerse, para no caer el uno en brazos del otro, la pulsión del amor es imparable. En la escalera que conduce a una cubierta inferior asistimos a un beso clandestino. En un hermosísimo fuera de campo, adivinamos el beso por el movimiento de unos pies de hombre que se giran sobre sus talones para acercarse a unos zapatos de mujer, en el escalón superior de la escalera. El zapato de tacón se despega levemente del suelo revelando una leve inclinación hacia atrás y nos permite adivinar lo que no estamos viendo. McCarey nos roba ese beso tan anhelado pero a la vez, convierte ese plano imaginado en inmortal. El beso pertenece sólo a Terry y Nickie.

El trabajo de encuadre nos deja otros momentos brillantes como el triángulo que se forma entre Terry, la foto de su novio y Nickie, en el momento en que se están conociendo, enfatizando la reticencia de Terry a una aventura. Nickie acaba tapando en plano la molesta presencia de Ken, presagiando la influencia que él tendrá en el futuro de esa relación. En un movimiento escénico clave para obviar al novio de Terry, se revela la filosofía de vida de Nickie, que afirma que la vida debería ser burbujeante y alegre como el champán rosa. Así es como la ha vivido hasta ahora, entre yates y romances y abandonando todo lo que requiriera un esfuerzo, ya sea pintar o construir relaciones duraderas.

Haciendo eco a este triángulo de personajes, cuando llega la hora de desembarcar, se repite el esquema de una manera casi cómica, cuando en el reencuentro entre Nickie y su prometida en la pasarela del barco, Terry ha de esperar a que los paparazzi tomen la foto de la famosa pareja, y no puede evitar aparecer en la foto tras ellos, formando también una estructura triángular y convirtiéndose en una intrusa en la foto sobre la pasarela. Poco después, en uno de los momentos cumbre, Terry sale a la terraza de su lujoso apartamento, porque ya no soporta compartir espacio con su amable y soso prometido, y admira el lugar donde se encontrará con Nickie dentro de 6 meses, el Empire State Building. En un truco de magia cinematográfica, el edificio se ve reflejado en la puerta de cristal de la terraza, significando la presencia de Nickie, junto a Terry.

Al final de la película, hay una hermosísima rima visual con este momento que además supone el clímax y desenlace del film, que describiré sin revelar más de lo estrictamente necesario. En un espejo, en el ahora más modesto apartamento de Terry, se ve el reflejo de un cuadro pintado por Nickie en su nueva carrera como pintor. En el cuadro, Terry viste el chal de encaje que Janou prometió enviarle un día. Nickie comparte plano con el reflejo de su obra, que simboliza su amor por Terry y comprende aquello que Terry no ha querido revelar. Un uso brillante del atrezzo en el clímax visual de la película, vinculando a la pareja con la la presencia etérea de Janou. Saquen los pañuelos, por favor.

El trabajo de McCarey para aprovechar al máximo la grandiosidad del formato Scope es sublime en algunos momentos como cuando estira el encuadre en el comedor del barco para separar a ambos lados de la pantalla a los amantes, que sentados dándose la espalda en mesas contiguas, intentan disimular su relación cuando ya se han convertido en la comidilla del crucero. La situación se convierte en un espectáculo cómico para los demás comensales, muy atentos a la evolución del romance.

Del mismo modo, los amantes se encuentran físicamente lejanos en la secuencia de llegada a puerto, separados por un nutrido grupo de pasajeros. En el momento en que ambos se afanan en presentar al otro sus respectivas parejas, la cámara panea de Terry a Nickie enfatizando el movimiento de las cabezas de los pasajeros, atentos espectadores de la comunicación no verbal entre Nickie y Terry.

Otro momento memorable, que sólo es perceptible en pantalla grande transcurre durante la separación, ya descendidos a tierra firme. Cuando Terry se abraza con su novio y Nickie se va alejando en compañía de su prometida, un dedo de Nickie deposita un beso en el guante de Terry. La sutil presión del contacto del dedo debe encender una corriente de alto voltaje que hace que Terry atesore ese roce y lleve el dorso de su mano enguantada hacia su mejilla, para sentir el calor que la ha de alimentar durante seis meses hasta su encuentro en el último piso del Empire State Building. Se deshace del abrazo de su prometido y reúne las fuerzas para revelar a su novio que su relación está acabada.

Terry es la heroína decidida e independiente que intenta resistirse a Cary Grant pero es Cary Grant quien no puede resistirse a ella. Es obvio que la pareja protagonista, actores británicos ambos y especialmente dotados para la comedia, es uno de los puntos fuertes que hace la película inolvidable, además de la meditada y elegante puesta en escena.

La segunda mitad de la película es entrar en el territorio del melodrama, enfatizado por la melodía que sirve de leitmotiv wagneriano. Descubrimos las peripecias de Terry y Nickie trabajando, creándose un modo de ganarse la vida, ahora que han renunciado a la vida de lujo que tenían con sus anteriores parejas. Preparándose, casi ascéticamente, para su nueva vida juntos. 

La fatalidad interviene y hasta aquí puedo narrar para no desvelar por completo la trama, aunque en realidad el desenlace es irrelevante. An Affair to Remember es tan potente visualmente y chispeante como el champán, que no importa saber cómo termina para quererla ver otra vez más. Es un placer reencontrarse una y otra vez con estos personajes, y buscar reminiscencias de ellos en otros filmes contemporáneos, como en Sleepless in Seattle de Nora Ephron, que le rinde un claro homenaje, o en las conversaciones de los protagonistas de Before Sunrise, que también se separan y deciden encontrarse a los 6 meses. Ambas ocurren en un mundo anterior a internet, claro, y a los smartphones y a toda suerte de artilugios que nos «ayudan» a conectar a cualquier hora con otros seres humanos. Aunque es una conexión diferente a la deTerry y Nickie.

A pesar de ser una película grandiosa y atemporal, no puedo evitar salir del cine pensando que es una historia irrepetible pero una pelicula de otra época, de un mundo que ya no existe, pero que nos insufla ganas de citarnos en el Empire State Building.



Categorías:Clásico y Moderno

3 respuestas

  1. Una de mis películas clásicas favoritas, a veces desearía regresar a esa época tan llena de glamour en Hollywood, ya no se hacen cintas así. Cary Grant y Deborah Kerr me encantan en sus papeles, realmente llenaban cada escena con su presencia.

    Excelente análisis, gracias por compartir.

    Me gusta

    • Un lujo poder leer los artículos de Alexia.
      Y aprender un poco más sobre cine clásico, tan necesario para comprender como apreciar una buena película, grandes actuaciones, bandas de sonidos inoxidables, etc
      Felicitaciones y a seguir!

      Me gusta

  2. Hola «Obras de teatro colombianas»!
    Gracias por el comentario. Yo también hecho de menos esta época que conocí a través de las películas del Hollywood clásico. Me reencuentro con ellas y es casi como ir a visitar a la familia. Un abrazo.

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: