
INVASIÓN
El film dirigido por Hugo Santiago a fines de los años 60, tuvo un paso esquivo por las salas al momento del estreno, sufrió censura y hasta la extraña desaparición de sus copias, pero con el tiempo pasó a convertirse en un y objeto de culto por cinéfilos de distintas generaciones que encontraban en INVASIÓN una esencia argentina por su forma de adentrarse en el género fantástico.

EL CAMINO DE SANTIAGO
Luego de residir varios años en París, y ser asistente en El proceso de Juana de Arco (Le Procès de Jeanne d’Arc, 1962) de quien fuera su maestro, el director francés, Robert Bresson; el argentino Hugo Santiago, que prescindía de su apellido Muchnik para su nombre artístico, de regresó al país realizó dos cortometrajes: Los contrabandistas (1967), protagonizado por Federico Luppi y Los taitas (1968), por Lito Cruz. En la valija aun le quedaba por desempacar una idea para un largometraje que empezó a cranear durante su estadía en Francia. Motivado, se mandó hasta la Biblioteca Nacional para encontrarse con su director, nada menos que Jorge Luis Borges. El gran escritor había sido profesor de Hugo Santiago cuando este cursaba estudios en la Facultad de Filosofía y Letras. Durante la entrevista, el entusiasta cineasta, contó sobre el proyecto que tenía en mente, un film centrado en una ciudad denominada Aquilea, la cual está en vísperas de una INVASIÓN. El propósito de la visita de Santiago a su antiguo docente y siempre candidato a premio Nobel de Literatura que se encargara de escribir el guion. Borges aceptó el convite y también se sumó Adolfo Bioy Casares con quien acostumbraba escribir a cuatro manos bajo el seudónimo Honorio Bustos Domecq. ¡Qué más podía pedir el director!, tenía a dos de los máximos exponentes de la literatura fantástica argentina trabajando en su largometraje. Pero… Borges y Bioy Casares sólo entregaron, a modo de regalo, unas páginas conteniendo el argumento, pero no pensaban encargarse del guion. El director, lejos de desanimarse, encontró en esas páginas la esencia para su film.

UNA CIUDAD ASEDIADA
Un enemigo indefinido acecha con invadir la ciudad de Aquilea colocando una maquinaria. Un grupo de hombres donde el valor principal es la amistad, son dirigidos por Don Porfirio, interpretado por el músico y compositor Juan Carlos Paz, y liderados por el recio y parco Herrera, en la piel de Lautaro Murúa, se proponen enfrentar al invasor. Y en caso de fallar, otro grupo se prepara para resistir, del cual ignora Herrera y que es encabezado precisamente por su esposa, Irene, encarnada por Olga Zubarry, quien mantiene en secreto sus actividades. El film con toques de policial negro, prescinde de seres sobrenaturales o extraterrestres para adentrarse en lo fantástico. La atmosfera se va enrareciendo, desde al misterio que guardan los personajes, pronunciado en la manera antinatural en la que son interpretados y a la vez enriquecido por los diálogos elípticos creados por el director y el propio Borges, quien de esa manera finalmente se terminó involucrando en el guion y también de poner letra a la «Milonga de Manuel Flores». Todo eso sumado al uso particular del sonido- donde se ve la influencia de Robert Bresson en Santiago-, hace que, un hecho cotidiano se convierta en sospechoso. Filmada en blanco y negro donde se destacan los grises para describir Aquilea, esa ciudad que, más allá de sus extrañas fronteras, no deja de reconocerse a una Buenos Aires anclada en los años 50, con el aire de bandoneón de Aníbal “Pichuco” Troilo y con la dirección fotográfica de Ricardo Aranovich.

EL SANTO GRIAL
Publicitada como “la Imaginación toma el cine” parafraseando la consigna ¡La imaginación al poder!, del Mayo francés, la exhibición de Invasión no cumplió con las expectativas esperadas. Entre espectadores que tomaban incomprensible la trama, aparecía la decepción de uno de los copartícipes, Adolfo Bioy Casares que, tras asistir a la avant premier se atajó de una posible crítica por parte del poeta Carlos Mastronardi señalándole que “Entre bueyes no hay cornadas”. También marcó una nueva partida del director hacia Francia. Sin embargo, lejos de quedar en el olvido, se fue creando una mítica alrededor de Invasión y sobre las distintas lecturas sociales, políticas y culturales que fue teniendo a lo largo de los años. Por un lado, una metáfora sobre la dictadura del General Onganía a cargo del gobierno de facto – momento durante el cual se rodó el film- y por otro lado, una referencia a la resistencia peronista, cuyo líder estaba proscripto. En el plano de la cultural popular, fue inevitable relacionar el film de Santiago con otra invasión que padeció Buenos Aires, la descripta por el guionista Hector G. Oesterheld y el dibujante Solano López en las viñetas de El Eternauta, con la cual coinciden en que los sucesos son ambientados en 1957, y principalmente por compartir el concepto señalado por el autor de la emblemática historieta argentina en eso de: “El único héroe válido es el héroe «en grupo», nunca el héroe individual, el héroe solo”.
A posteriori, también como El Eternauta, la película fue vista como una premonición que anticipaba los años oscuros de la dictadura cívico-militar de los años 70 en Argentina. Casualidad o no, el peregrinar de Invasión incluyó: la prohibición de exhibición y el sospechoso robo de las ocho bobinas del negativo original que se encontraban estaban en el laboratorio Alex en 1978. Pero, al tratarse de una película de género fantástico con una impronta argentina, lejos de cualquier influencia de la cinematografía de habla inglesa, generó una búsqueda para los cinéfilos, tanto para los que no pudieron verla en su estreno, como para las siguientes generaciones. Hasta la irrupción del film de Santiago, el tránsito del cine argentino por lo fantástico, sin duda tenía su mejor exponente, en Narciso Ibáñez Menta y su manejo del terror. Y más allá de alguna mezcla de género con la comedia o el humor, el único antecedente relacionado con la literatura fantástica argentina se encontraba en El crimen de Oribe, la transposición que llevó a cabo Leopoldo Torre Nilsson sobre el cuento El perjurio de la nieve de Adolfo Bioy Casares, donde un padre intentaba detener el tiempo. Es por eso, que en tiempos del VHS dar con alguna copia de Invasión que llegó a circular, era cómo alcanzar cual santo grial.
Fue recién en el año 2002, durante una retrospectiva dedicada a la obra del director llevada a cabo en el Bafici, que se pudo ver nuevamente proyectada en una sala a Invasión, producto de un trabajo arduo sobre el negativo original, emprendido años antes por Santiago y Aronovich.
A fines del año 2008, malba.cine editó en formato de DVD la película restaurada, acompañada por un segundo disco con material extra y un libro.
“Invasión es la leyenda de una ciudad, imaginaria o real, sitiada por fuertes enemigos y defendida por unos pocos hombres, que acaso no son héroes. Lucharán hasta el fin, sin sospechar que su batalla es infinita”. JORGE LUIS BORGES
EL TRIPTICO QUE NO FUE
En los años 80, aunque estuviera viviendo en Francia, Santiago retornaba nuevamente a su ficticia Aquilea de la mano de Las veredas de Saturno. El bandoneonista, Fabián Cortes, interpretado por el músico Rodolfo Mederos, debe exiliarse en París, huyendo de aquella ciudad asediada que ahora se encuentra bajo una dictadura. En medio de una relación con una abogada que apoya causas de exiliados, y mientras persigue por las calles parisinas el fantasma del bandoneonista y compositor, Eduardo Arolas, Cortes va construyendo un reconocimiento musical, que se contrapone con su permanente deseo de retornar a su ciudad. Bajo ese aroma tanquero coescrita junto Juan José Saer, el director volvió a referenciar a Argentina, esta vez con el dolor de los que tuvieron que exiliarse en los tiempos de la dictadura cívico-militar.
Adiós. Ese era el título con el cual Santiago pensaba cerrar su trilogía sobre Aquilea en el nuevo milenio, pero la muerte le gano de mano. Esta vez el tema, según algunos esbozos que adelantó el director, sería el regreso. El regreso de un exiliado a esa ciudad mítica, que aún distante se sentía cerca y cuyo protagonista, sabe que existen dos películas realizadas por un amigo tituladas Invasión y Las Veredas de Saturno, respectivamente.
Categorías:Clásico y Moderno
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