
UN MUNDO DE MONSTRUOS
Sin dudas para insuflarle vida a la criatura hay que amarla. George Romero amaba a sus muertos, Wes Craven amó a su Freddy Krueger, lo mismo Carpenter con Michael Myers… y la lista puede continuar.
Clive Barker ha creado un universo complejo de monstruos. Surrealistas y atractivos. El placer y el rechazo en incómodas cuotas. Son seres incomprendidos, algunos más viles que otros, unos pocos, incluso; con cierto grado de afabilidad. Sin embargo, no hay que bajar la guardia porque al fin de cuentas son abominaciones.
En la película Land of the dead (Tierra de los muertos 2005 de George Romero), Big Daddy, con una metralleta colgada de uno de sus hombros, lideraba una horda de zombies luego de haber arrasado la fortaleza de Kaufman (Dennis Hoper). En el otro extremo; Denbo (Simon Baker); tras recuperar el Dead Reckoning, recibe la sugerencia de bombardearlos; ya que no queda otra opción más que retirarse, a lo que este responde “Déjalos, ellos también están buscando su lugar”.
Tiene un lugar de origen, un lugar de pertenencia, de anhelo, de sufrimiento. Como nosotros, los humanos, los otros monstruos en estas historias.
En el año 87 Clive Barker, escritor inglés; estrenaba, como guionista y director, su obra de culto Hellraiser. Su fama como escritor estaba con mucha atención y Stephen King lo llenaba de halagos. Y ya era el momento de llevar a la pantalla una de sus novelas, en este caso, The hellbound heart. Explorando el tema del sadomasoquismo, el placer y el dolor; nos presenta unos icónicos seres infernales: Los cenobitas. Liderados por Pinhead, ese hombre pelado con la cabeza llenas de alfileres; él y una caja misteriosa serán responsables de muchas pesadillas y una franquicia terrorífica, con alzas y bajas; que hasta hoy en día regresa de su averno para recordarnos que a los monstruos no queda más que invocarlos, o contar una buena historia con buen presupuesto; que en el mundo del cine es básicamente lo mismo.
Entre la secuela de aquella y la tercera parte, realiza Nightbreed la adaptación de su novela Cabal.
Hagamos una revisión rápida en su filmografía antes de entrar a Razas de noche o Hijos de la noche, como la conocimos por estos lares.
La llegada de Hellraiser a la escena de terror fue una bocanada de aire totalmente innovador en unos ochentas plagados de horror grindhouse. El slasher de Freddy Krueger y Myers se estaba parodiándose a sí mismo, de a poco; y las riendas del susto entraban entre la risa y el espanto. Por supuesto hay joyas en la época, muchas; pero Barker; después de experimentar en teatro con amigos (entre ellos Doug Bradley, quien encarnara a Pinhead en la saga) nos ponía de frente a algo difícil de ver: mucha sangre, sensualidad, ocultismo propio de su literatura, la cuna de Barker.
Si se hace una mirada rápida en los primeros cortos, en blanco y negro, de allá por el 78; ya empiezan a asomarse los elementos visuales que terminarán consolidándose en la cinta del 87: los clavos, las figuras geométricas, caligrafías extrañas y la sexualidad. Luego de sus modestas labores como guionista, toma rienda de todo el proyecto cinematográfico, harto de las intervenciones en sus creaciones; y pone la vara muy alta para sí mismo, haciéndonos ojear, de refilón, un submundo extraño donde el deseo y el dolor van de la mano, y queremos saber, por morbo o simplemente por el amor al terror qué más hay.
Esa exigencia tal vez lo hizo trastabillar con su propio zapato de cristal. Hasta la tercera parte de Hellraiser seguiría al mando del proyecto, las siguientes corren por cuenta de otros autores (por cierto, en la Hellraiser VIII del año 2005 podemos encontrarnos a un joven Henry Cavill).
Lord of illusions (1995) será su última incursión cinematográfica dirigiendo y escribiendo. Los monstruos están camuflados, hay una secta, sangre y mucha magia oscura; con un acabado estructural más ordenado pero no genera el impacto comercial que se pretendía. De esa desilusión se refugiaría en su literatura y las subsiguientes obras audiovisuales, incluso la última del año 2020 Books of blood; oficiaría de productor. De hecho, una buena y acertada producción será la que hizo con la adaptación de su relato corto Lo prohibido del año 1992 que Bernard Rose escribió para la pantalla, la conocemos mundialmente como Candyman, otro ser interesante y seductor, seguramente vecino de los cenobitas; interpretado por Tony Todd acompañado por Virginia Madsen y con una excelente banda sonora de Robert. A Lowe. Este año veremos un cuarta parte, secuela directa de aquella.
Nosotros, los mostros, la crítica.
Desde el negro de la pantalla, suenan los acordes, debemos entender que no es una película simple ni intimista. Bombos y platillos y la secuencia del sueño es la pesadilla húmeda de Barker. Los monstruos corren salvajes en una noche de niebla, medio escapando, medio en un ritual. ¿Pero son estos realmente a quiénes debemos temer?
Así conocemos a Aaron Boone (un joven y bello Craig Sheffer, y que si uno mira su filmografía, ha trabajado bastante y con varios rostros conocidos, en diferentes tonos, e incluso lo vemos de nuevo en el universo Barker en Hellraiser V: Inferno del 2000) un muchacho que sufre esos malos sueños, para tratarlos lo hace con “la ayuda” de su psiquiatra, el Dr. Decker; bajo la piel del –nos ponemos de pie- director David Cronenberg. Tema aparte la carga homoerótica de los encuentros con el doc. El tono y las miradas de Cronenberg muestran la tensión sexual, esa atracción hacia Boone, sumado a su tono desganado; le otorga al papel una actuación cuestionable… puede caer de maduro que además sea él, el otro personaje circundante entre una tierra de monstruos y una serie de asesinatos violentos; y que debería emanar una maldad, que se asoma un poco nomás, cuando podría llevar un poco más de exageración al Dr. Decker…
Este año 2020, al señor David Cronenbreg lo veremos en la cuarta temporada de la serie “Slasher”. Con respecto a esto, él mismo dijo que suele interpretar, los pocos papeles que ha hecho, como “personajes homosexuales o no binarios”. Más que interesante confirmación con respecto al doctor.
Lo interesante es que justamente, y es inevitable no recalcarlo; Barker eligió especialmente a Cronenberg, que está muy claro que comparten ciertos gustos por la morbosidad: lo extrañamente corporal, monstruoso y baboso. (¿Hay que recordar, querido lector, que en Rick and Morty cuando el mundo se transforma en seres deformes por una mala poción de amor Rick Sanchez llama a las criaturas cronembergs?) Sin duda, un producto elaboradamente personal.
Hay muchos momentos que no son más que guiños “queer”, el muchachito con el perrito, el personaje del sacerdote, la voz de Peloquin; quien muerde a Boone. Todo tiene un halo de sensualidad. Cada movimiento, cada respuesta.
Boone tiene una novia, Lori interpretada por Anne Bobby, sencilla e insulsa; casi como para darle poca importancia a un personaje potente y decidido. Enamorada hasta la muerte. Capaz de ir tras su amante, aunque tenga que descender a los infiernos. Y lo hace.
Sin ahondar en detalles, terminamos dentro de la tierra tan anhelada de los “freaks”: Midian. Nos metemos en extrañas situaciones y paisajes bizarros a medida que descendemos (algunos recordarán algo parecido en The Cell -2000-de Tarsem Sing), estamos en la mente de Clive Barker, y si bien Hellraiser perfecciona su visión como artista; acá; lo extiende más y de una forma elaborada, con buenos recursos; mucha teatralidad, tal vez, quien escriba exagera un poco, en Nightbreed hay mucha atmósfera y sensación que lo veremos en forma más refinada, un par de años más adelante con Drácula (1992) de Francis Ford Coppola. Juzguen ustedes mismos.
Seres horrendos, con tentáculos, con ojos saltones, colmillos, sexys puercoespines, niños mutantes, caras deformes y la lista sigue… pero cuando el asesino enmascarado, con cara de trapo y ojos de botón los descubre, siente la necesidad imperiosa de matarlos, porque reconoce en esa acción su misión en la vida.
Tenemos un dilema filosófico, la idea del bien contra el mal, pero ni uno ni otro se muestran tal cual son. La mirada más plácida puede esconder un verdadero cuco.
Boone se convertirá en el mesías de este submundo, y es el encargado de cuidarlos, defenderlos.
En el año 2014 sale a luz, una edición, corte del director con 40 minutos más de metraje, que enriquece mucho más, pero mucho más la historia. Aunque ya para estas alturas es considerada de culto, que veinticuatro años después pueda ofrecer más placer, la espera valió la pena, probablemente si este hubiera sido el corte final, otra sería la historia, o no; ya que nuestra visión sobre los monstruos, esa humanización de lo horrendo, fue mutando más a menos a partir del año 2000, tal vez más mainstream puede ser finales de los 90 con Tim Burton, pero está claro que Barker se adelantó un poco. Está su crueldad, están sus temas pero deja ver esa oda a la belleza interior…
El tercer acto está plagado de explosiones y corridas, muertes, enfrentamientos, revelaciones y como si no fuera poco, Boone “penetra” a Decker con el cuchillo de su pecho, hasta ese punto llega la relación… Al predominar la acción, los planos se acomodan a la narrativa para no bajar el ritmo.
No hay dejar de lado la interpretación visual de Baphomet, su imagen estuvo dando vueltas en estos últimos años, desde la conspiranoide Iluminati, hasta estar en el centro de la escuela en El mundo oculto de Sabrina, en el film está en el centro con los brazos extendidos y unas patas de araña que salen de su cabeza negra, muy alejada de la forma en qué lo conocemos (el de cabeza de chivo, torso desnudo y levantando una mano).
Hay un cuidado interesante en la construcción de las imágenes en que se descubre Midian, donde pueden apreciarse las pinturas, que tiene un dejo de irrealidad pero así son la mayoría de las construcciones visuales en la cinta, paraísos oníricos y pesadillezcos. Los primeros planos sirven para demostrar que el maquillaje utilizado fue muy prolijo, hay muchas máscaras, con diferentes detalles y no podían pasar así nomás, podemos apreciarlo.
Otra joya: Danny Elfman (Dick Tracy, El joven manos de tijeras, Batman, Marte ataca, Misión imposible y un envidiable etcétera) compone y musicaliza.
Con un epílogo más extenso, después de mucha destrucción, hay miras de que esto no ha terminado, desde las cenizas se yerguen nuevos enemigos y Boone ya no será Boone, se transformará en Cabal, el enviado por el destino para destruir y reconstruir Midian, bendecido por el mismísimo Baphomet.
Son dos horas entretenidas de una historia original, donde claramente los verdaderos monstruos no son los evidentes. Probablemente la incomprensión de esta película recaiga en que no es tan visceral como la vista con Pinhead, donde entrecerramos un poco los ojos o retorcemos la boca. En Hijos de la nochese presenta la aventura, pero en su acabado final, especialmente en la versión extendida, todo cuadra, no aburre y el material podría explotarse tranquilamente con un antes y un después, hay una mitología atrás que apenas se asoma, de nuevo; entramos al mundo de Barker y queremos –necesitamos- saber más.
Tal vez porque como todo artista, como todo creador, su cuestionamiento de dolor y placer no es que tenga un límite, si no que dentro de sus formas; el horror muta, se amaina, esperando, que al final de cuentas el monstruo (nuestros monstruos, nosotros) sea amado.
Categorías:Clásico y Moderno
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