LA PANTALLA SERIADA – Especial de 7A: «Twin Peaks». Por MAXIMILIANO CURCIO

Esta serie, estrenada en 1990, se convirtió en un fenómeno de culto de forma inmediata. Mixturando intriga psicológica y drama sobrenatural, nos inmiscuyó en la vida rural del montañoso pueblo que da título a esta creación a dúo entre el cineasta David Lynch y el productor Marc Frost. Un muy peculiar agente del FBI (encarnado por el actor Kyle MacLachlan) llega a la comunidad para investigar el crimen de la joven Laura Palmer (Sheryl Lee), un emblema de belleza e hija predilecta del lugar. Durante su trayecto de investigación, la interrogación a probables sospechosos lo lleva a descubrir oscuros secretos que oculta el trágico acontecimiento. Nominada a múltiples Premios Emmy y Golden Globes, resultó la primera experiencia para TV de Lynch, quien para ese entonces ya era un consagrado cineasta, gracias a películas como “Terciopelo Azul” (1986) y “Corazón Salvaje” (1990).

“Twin Peaks” puede ser confusa, inquietante, fascinante, hipnótica. Resulta complejo de comprender que es lo que realmente subyace tras la aparente realidad, en sintonía con la surrealista concepción del mundo de Lynch, un autor siempre dispuesto a internarnos en sus universos de pesadilla. Con habilidad, juega con el concepto de melodrama y con el absurdo que rodea al asesinato, haciendo de este viaje hacia el corazón del pueblo un evento tan extraño y perverso, capítulo a capítulo. El enigma se va construyendo como una excusa para comprender el mundo sombrío sobre el que se asienta “Twin Peaks”. Lo que preocupa a Lynch no es, precisamente, que resolvamos el misterio.

Entre los elementos que convirtieron a “Twin Peaks” en una serie de culto fue la recordada banda sonora, compuesta por el genial Angelo Badalamenti, habitual colaborador de Lynch para sus películas. Ante el éxito de la serie, no sorprendió que la propuesta fuera llevada al cine, a través de la película “Fuego, camina conmigo” (1992), una precuela que recorre los últimos días de Laura Palmer, a quien vemos perderse en una travesía de sexo y abuso de sustancias que la llevan hacia un espiral autodestructivo. Lo horroroso en Lynch puede reflejarse con total excentricidad, aspecto que podemos verificar en algunas de sus películas más bizarras y vanguardistas como “El Camino de los Sueños” (2001) o “Imperio” (2005).

Ingresar en el verosímil que nos plantea el autor, comprender las coordenadas de su lógica interna no resulta tarea sencilla. En general, nos encontramos con tramas narrativas que confluyen unas dentro de sí. Su motivación narrativa es la antítesis de lo que podríamos conocer como un producto comercial o apto para todo público. Sus enigmas no conducen hacia una conclusión y los personajes que nos presenta lejos están de acercarse al molde clásico con los que Hollywood suele vestir a sus héroes, heroínas, villanos o mujeres fatales. Aún incomprendido, puede ser lo suficientemente osado como para extraer belleza del dolor o erotismo de lo trágico.

Llevando al extremo lo alucinatorio de esta historia, Lynch volvió a interesarse en la historia y realizó un remontaje de secuencias eliminadas de la serie y la película en el año 2014, conformando el propio ‘director’s cut’ sin censura alguna por parte de los estudios. El largometraje llamado “Las Piezas Desaparecidas” contó con dos horas de metraje. El mundo “Twin Peaks” había vuelto a cobrar vida. Su regreso formal a la audiencia masiva se produjo con el estreno, a través de Netflix, de la serie en el año 2017, mediante un total de 18 episodios y un nuevo asesinato como disparador, volviendo a recurrir a gran parte del elenco original. Tanto obsesionó a Lynch su cosmovisión planeada que llegó a tramar una estrategia perfecta, veinticinco años después del estreno de la serie, para poder retomar la historia a los ojos de las nuevas generaciones, conformando un arco creativo evolutivo con el que cuesta encontrar parangón en la historia reciente del cine norteamericano. Todavía resonaban en sus fans las palabras pronunciadas por la hermana gemela de Laura Palmer en el último capítulo de la segunda temporada: “te veré en veinticinco años”.

El universo onírico de Lynch se eleva aquí a la enésima potencia, en absoluto midiendo lo surreal, lo claustrofóbica y lo oscura que puede ser su concepción. Conduce el destino de sus personajes como si fueran marionetas. Puede convertirse en un artista demiurgo tramando designios y destinos con suficiente sadismo. Adictiva y compleja hasta para los fans más acérrimos, Lynch nos zambulle en esta auténtica lucha entre personajes que encarnan a las fuerzas del bien y el mal. Provocativo como de costumbre, Lynch agota los recursos que alimentan nuestra curiosidad mediante imágenes y sonidos delirantes que introducen en nosotros la incertidumbre sobre lo que podría llegar a suceder. Gracias a la valentía de despojarse de la etiqueta de un policial convencional, “Twin Peaks” sentó las bases de la televisión moderna, treinta años después esta serie se convierte en el golpe maestro en donde cada etapa creativa (temporadas de serie, película precuela, material inédito) conforman eslabones planetarios de un gran sistema orquestado con absoluta precisión.



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