GRAN ACTO: SUMMER OF SOUL (la revolución no será televisada) o el big bang de la música negra, por Alexia Muiños Ruiz


El documental SUMMER OF SOUL rescata las históricas filmaciones del «Harlem Cultural Festival» en 1969, seis conciertos en el neoyorkino barrio de Harlem con los máximos representantes de la música afroamericana de la época, en una apoteosis de orgullo y poderío en Mount Morris Park.

El debut en el largometraje documental del polifacético batería de The Roots, Questlove o Ahmir Khalib Thompson, recibió el premio al mejor documental y premio del público en la última edición del Festival de Cine de Sundance. No es para menos, te llega al corazón y a los pies. Bienvenido el revisionismo histórico de Questlove, más necesario que nunca para acabar con el borrado sistemático de los referentes culturales afroamericanos.

El 1969, como todos los amantes de la música popular saben, fue el verano del rock. La exaltación de una juventud que experimentaba (con la música también), de la contracultura, del movimiento hippie. El verano de Woodstock. Nada nuevo que contar. Si a algún alienígena de vacaciones no le suena qué es Woodstock, existe un oscarizado documental de 1970, montado por Scorsese y su eterna colaboradora Thelma Schoonmaker. Pero ese mismo verano, a 160 km de Woodstock, y semanas antes de su celebérrimo festival, tuvo lugar un evento musical único que se dilató durante seis fines de semana y presentó una miríada de músicos afroamericanos ante un público extasiado, tanto por la celebración de su música como por lo inaudito de un festival, gratuito, hecho por y para los afroamericanos. Bueno, el Harlem latino también se unió a la fiesta.

De una manera elegante e inteligente, Questlove, introduce el contexto histórico del
festival cultural de Harlem. Estamos al final de la década convulsa que sacudió la
conciencia por los llamados derechos civiles, ( un eufemismo para no llamar racismo a la discriminación y segregación que sufrían los afroamericanos), la resistencia pacífica que acabó con el asesinato del Dr. Martin Luther King y el de Malcom X, la 15ª enmienda que por fin aseguraba el derecho al voto a los ciudadanos negros, la llegada del hombre a la luna y la guerra de Vietnam, donde iban al frente una mayoría desproporcionada de jóvenes negros. En 1969, Harlem, el epicentro cultural y político de la Norteamérica negra, era una olla a presión.

Toda esa energía, ese aroma a revolución y a guerra sin cuartel por ganar un espacio representativo dentro del Ágora, se consiguió canalizar a través de la mejor música imaginable. Comenzando por Stevie Wonder a la voz y a la batería; Nina Simone en su versión más guerrillera, instando a la lucha y proponiendo un nuevo himno generacional ‘To be young, gifted and black’; la espiritualidad y poderío de Mahalia Jackson homenajeando a Martin Luther King junto con Mavis Staple; el rey del blues B.B. King, The Edwin Hawkins Singers con Dorothy Combs Morrison con su voz de contralto profunda celebrando «Oh, Happy Day» ( a pesar de la irreverencia que suponía interpretar un gospel fuera de la iglesia); la vanguardia con Sly and the Family Stone (que harían doblete en Woodstock); la portentosa Gladys Knight con sus Pips danzarines; The 5th Dimension transportándonos a otra dimensión con el himno anti-Vietnam prestado del musical Hair, «Aquarius/ Let the Sunshine in»; David Ruffin y sus gorgoritos en My Girl; la flauta de Herbie Mann, la humorista Moms Mabley; los inclasificables the Staple Singers y los ritmos afrolatinos con el portoriqueño o «neoyoriqueño» como se autodenominó el
percusionista Ray Barretto y el cubano Mongo Santamaria. Y muchos más que exceden el espacio de esta reseña.

Tony Lawrence promotor, maestro de ceremonias y alma mater del Harlem Cultural
Festival, se las apañó para asegurar por contrato y pagar a todas las figuras de nivel de acuerdo con su caché. También tiene un papel primordial en Summer of Love, igual que los Black Panthers, que se encargaron con éxito de la seguridad en los conciertos. El evento fue ninguneado por los medios. La corriente mayoritaria fluyó para que se impusiera la leyenda de Woodstock, formando parte del imaginario musical colectivo, pero haber ocultado al mundo este legado musical de Harlem, que fusiona jazz, soul, gospel, Motown, latin jazz, psicodelia y toda la efervescencia musical de los 60, es casi un crimen de lesa humanidad. No sólo por privarnos de actuaciones irrepetibles de estrellas consagradas de la música en un marco único, sino por contribuir al borrado sistemático en la historia de referentes afroamericanos. Es completamente inexplicable cómo nadie reparó en este material, como nadie recordaba tamaño acontecimiento musical de atmósfera vibrante con actuaciones apoteósicas en todos los géneros de la música negra.

Y lo mejor es que Summer of Soul no es sólo un videoclip de dos horas, es un manifiesto político y musical; lo que lo hace único, además de haber salido a la luz 50 años después, en pleno auge del movimiento Black Lives Matter, es que combina entrevistas con las personas que hicieron posible el festival y con algunos de los artistas que siguen vivos. Nos permite ser testigos de la reacción de los artistas, al descubrir este material y participamos de su asombro al constatar la calidad y dimensión del evento. Y por supuesto, también disfrutamos de jugosas anécdotas, como aquel niño enamorado de Marilyn McCoo de The 5th Dimension que, en sus propias palabras, nunca había visto antes tantas personas negras juntas.

Asistir a la proyección de Summer of Soul es asistir a un trabajo de arquelogía musical que revoluciona cada átomo del cuerpo. Una tiene la sensación de estar accediendo a un material explosivo, en lo musical y lo humano. 300.000 almas reunidas para la exaltación de la cultura negra y reivindicar una nueva estética en el peinado, en la moda, una nueva política, una nueva manera de autodenominarse. El «black pride» nació en Harlem. El material de archivo, filmado con multicámara por el realizador televisivo Hal Tulchin, nos sumerge en el escenario desde casi todos los ángulos posibles, intercalando primerísimos planos con planos generales o panorámicas de la impresionante e impresionada audiencia, un océano de personas negras, disfrutando libremente de sus guías músico-espirituales. Parece ser que Tulchin pretendía vender el material para un especial televisivo, pero, sorprenda o no, nadie se interesó por convertir ese diamante en bruto de 40 horas de grabación en un documental, al estilo del que se hizo en Woodstock.

Turchin falleció en 2017 después de ceder los derechos de las imágenes con la
esperanza de que algún día vieran la luz. Afortunadamente, esos productores encontraron a Questlove. Un poético fundido en negro, al acabar el útlimo concierto, nos recuerda el olvido en que cayó el Harlem Cultural Festival hasta que Questlove, erudito y activista, se decidió a darle vida y regalárselo al mundo.

Summer of Soul, es una apoteosis visual y sonora que nutre nuestra alma y confirma el curativo poder de la música en época de incertidumbre y desasosiego, sea 1969 o 2021.



Categorías:Gran Acto

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