
Película: “Carrie” (Estados Unidos, 1976)
Dirección: Brian De Palma.
Hubo un tiempo donde el mercado cinematográfico no estaba inundado de películas basadas en novelas de Stephen King. Como siempre pasa, alguien tiene que ser el primero en algo, incluso adaptando al Rey del Terror a la pantalla grande. Y ese “alguien” fue, ni más ni menos, el señor Brian De Palma.
La historia de “Carrie”, como suele suceder con las grandes películas, tiene una base simple. Carrie White es una adolescente tímida e introvertida, dominada por una madre ultra religiosa y violenta. Su vida fuera de su casa tampoco tiene descanso de los abusos: en la escuela es blanco de las burlas de sus compañeras y es ignorada por sus compañeros. Quizá por su personalidad minúscula, un grupo de chicas se ensaña con Carrie y planea realizar la broma más cruel en el baile de graduación. Nadie espera lo que esta broma desencadenará en Carrie y, en consecuencia, en todos los que asistieron al baile.
Para comenzar, esta primer novela de Stephen King es difícil de adaptar al cine. La novela se aleja de la escritura tradicional y cuenta la historia de Carrie White desde recortes de diarios, entrevistas y notas. Y, como suele suceder con muchas otras adaptaciones de King, el resultado final se aleja de lo propuesto en la novela. Aunque sea un poco, más exactamente, en el final. Pero eso más adelante.
Lo atractivo de esta película es su paso por las diferentes etapas de Carrie White, su arco de desarrollo como personaje. No es para nada azarosa la escena con la que se inicia la película: luego de un mal partido de Volley, en el que Carrie es insultada por sus compañeras, todas se dirigen a las duchas a bañarse. Es en ese momento en el que Carrie atravieza un momento traumático, tanto físico como psicológico: tiene su primera mensatruación bajo la ducha y frente a todas sus compañeras. Carrie, debido a la influencia terrible de su madre religiosa, no conoce las causas de su sangrado ni tiene conocimiento de lo que es una menstruación. Asustada, pide ayuda a sus compañeras, quienes le gritan, se burlan e, incluso, le tiran tampones despectivamente mientras Carrie se desploma en el piso del baño, ridiculizada y asustada. La intervención de la profesora de Educación Física llega tarde, obviamente. Es en este momento en el que los poderes psiquicos de Carrie se manifiestan por primera vez: una bombilla tiembla y explota. No es de extrañar que esta manifestación sea en el paso de la niñez a la adolescencia; el momento y el timming es perfecto. Ya en su casa, Carrie no puede alejarse del horror: su madre, que tiene una visión pecaminosa de la menstruación, la acusa y la maltrata, negándole un apoyo emocional necesario en una situación tan traumática para una adolescente.
Es en este punto en el que “Carrie” muestra sus verdaderas intenciones. Pone en discusión temas tan sensibles como siempre actuales: una madre resentida que intenta vivir a través de su hija castrándola al mismo tiempo con las herramientas de una religión terrible y el rechazo del/la adolescente que no se adapta al modelo hegemónico y es maltratado a través del bullying. Porque, como sucede con muchos personajes de Stephen King, Carrie atravieza su camino sufriendo una presión fóbica social que la lleva al límite; pareciera que no puede responder frente a las exigencias que el mundo le pide y termina por quebrarse frente a ellas. Y, ¿cómo es que Carrie podría responder a todo esto?
Sobre el tramo final del film, somos testigos de una inversión de la misma Carrie: Ya en el baile de graduación, y habiendo sido coronada como Reina del Baile, la camara lenta y la sonrisa de Carrie contrastan de sobremanera con la primera escena de las duchas, con ella arrodillada en el suelo pidiendo ayuda y recibiendo burlas. Lo gris del baño, con su nube de vapor y el rojo de la sangre, es la antípoda de este baile colorido, hermoso y con la felicidad en la cara de nuestra protagonista. Es este contraste lo que desencadenara el trágico final y la explosión de Carrie. Y es, justamente, este ataque de ira, esta venganza final, lo que da como resultado un tercer contraste: partimos de una Carrie como víctima sumisa, pasamos a una Carrie esperanzada y feliz y terminamos en una Carrie empoderada en la misma escena sangrienta del inicio, la sangre ya no como verguenza y temor, sino como fuerza y horror; un ser poderoso que exhibe ferozmente su femineidad y su poder.
Cinematográficamente, el montaje paralelo de Brian De Palma encaja a la perfección en la masacre final del baile. Poder ver la mirada de odio y poder de Carrie al mismo tiempo que las puertas son trabadas y los adolescentes comienzan a morir da una sensación de unidad tanto temporal como espacial que es fundamental para sentir el horror de lo que está pasando. Esta es la ira final, la gota que rebalso el vaso, la justicia que merece Carrie.
Sacando el final gratuito y cinematográfico inédito en la novela (¿quizá esperaban una secuela?), este cierre a la película nunca pudo ser otro. Más arriba se mencionó la presión fóbica social sobre Carrie, una adolescente maltratada en la escuela y maltratada en su casa. Una adolescente llevada al límite en todos los aspectos de su vida. Una adolescente que ve como válvula para liberar la presión desencadenar una masacre frente a las personas que le hacen daño. Una adolescente que asesina a su madre y a sus compañeros en un arranque de ira descontrolada, que no pudo aguantar más. Este es un escenario que sucede más de lo necesario en Estados Unidos, un país con un increíblemente alto porcentaje de adolescentes que entran armados a su escuela y asesinan a tiros a sus compañeros.
Stephen King pudo cambiar las armas por poderes psíquicos, pero esta historia de los años ´70 se vive contínuamente desde entonces (y no parece tener fin).
Categorías:Clásico y Moderno
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