CLÁSICO…: «House of Wax». Por Daniel Cozzolino

PelÍcula: “House of Wax” (Estados Unidos, 1953)

Dirección: André De Toth

Para comenzar a hablar de “Terror en el museo de cera” (llamada de esta forma en Latinoamérica) es necesario hacer una pequeña aclaración histórica.

El año es 1953. Los avances tecnológicos y las capacidades monetarias del estadounidense de clase media se unieron en un punto en común: en cada living de Norteamérica la familia se reunía frente al televisor, un nuevo integrante del núcleo familiar más que un electrodoméstico, a disfrutar de la incipiente televisión. Como sucede ante todo nuevo avance tecnológico, las viejas estructuras entran en fricción con las nuevas. La industria cinematográfica entró en pánico ante la posibilidad de que la televisión la desplace totalmente y la gente le dé la espalda a ir a una sala de cine. Algo había que hacer.

La Warner Bros se decidió a contrarrestar con algo totalmente novedoso, algo con lo que la televisión no podía rivalizar. Este “algo” era una nueva tecnología que revolucionaría la forma de ver una película: El 3D. Y la primer película a estrenar en esta nueva tecnología seria “Terror en el museo de cera”, de 1953. Un año antes, el film “Bwana, el diablo de la selva” había utilizado esta tecnología (incluso la companía Natural Vision estuvo a cargo de ambas películas), pero “Terror en el museo de cera” fué la primer gran producción en utilizar el 3D, con un presupuesto gigantezco para la época de 1 millón de dólares.

Lo que resultó significativamente llamativo fué la decisión del director: André De Toth, director que a temprana edad quedó tuerto. Un director tuerto filmando una película en 3D; un director que no puede entender la tecnología 3D. Cabe reconocer que no fué el único director tuerto; Fritz Lang y John Ford también lo eran. Pero De Toth no era ningún Lang o Ford, también vale aclarar. 

Ya habiendo comentado esta salvedad, se puede entrar en la película. Henry Jarrod (un elegante y siempre correcto Vincent Price) es un talentoso escultor de figuras de cera al que su socio, Matthew Burke, le tiende una trampa para cobrar un voluptuoso seguro de incendio. Henry es dado por muerto luego del incendio y se pierde todo rastro de él. Burke, luego de cobrar el seguro, es encontrado muerto en un sospechoso suicidio y su cadaver desaparece de la morgue. Días despues, la viuda de Burke, Cathy Gray sale en una cita con un millonario misterioso. Sue Allen, amiga de Cathy, la encontrará muerta en su habitación y a su asesino entre las sombras. El cadaver de Cathy también desaparecera. Finalmente, Henry Jarrod reaparece visiblemente lastimado y con intenciones de reabrir su museo de cera. Pero, ¿cómo pudo sobrevivir? Y, ¿por qué esta obsesionado con Sue?

La historia a priori recuerda mucho a la novela gótica de terror “el fantasma de la ópera”, escrita 23 años antes por Gastón Leroux. En ambas obras se ve una figura desfigurada, sensible al arte, a la cual se le suma una presión social por la cual se aleja con máscaras y que su única meta es, además de una companía femenina, volver a disfrutar de su arte (música de ópera para El Fantasma, figuras de cera para Henry); su Gran Ballena Blanca que dirigirá el hilo de la trama.

Lo que llama la atención es el uso descontracturado de personajes secundarios, tanto aquellos que aparecen a lo largo de todo el film como los que apenas se ven segundos en pantalla, denotando una clave cómica que choca con la historia lúgrube y tenebrosa de la película, distinguiéndose de esa forma de sus contemporáneos que se tomaron muy a pecho la tarea de aterrorizar al espectador. En esta película, dos empleados de la morgue bromean sobre los muertos y un amigo de Sue bromea irónicamente sobre el ataque de la noche anterior frente a los policías. El personaje de Vincent Price destaca como un genio delirante e histriónico, tratando a sus creaciones como personas, hablando con ellas y casi perdiendo la vida al principio de la película con tal de salvarlos del incendio. Más adelante, al crear su nuevo museo de cera, bromeará sobre asesinatos y asesinos de la vida real al presentar sus nuevas figuras de cera. Esta decisión cómica (predecesora por décadas de un estilo que fusiona terror y humor) descontractura del ambiente sombrío y se convierte en algo contraproducente a lo largo del film; uno no logra comprenetrarse con los personajes ni las situaciones.

Realizativamente, tanto la ambientación urbana nocturna y las figuras de cera son un gran logro y aciertos del film. Las antiguas calles de adoquines y niebla son el ambiente perfecto para que las sombras del asesino se recorten del fondo y lograr un clima de peligrosidad y acecho. Uno puede sentir la desesperación de Sue al ser perseguida por el asesino. Sin embargo, abundan planos mal encuadrados y sus actores desenfocados, algo llamativamente malo y extraño en una super producción de un gran estudio como la Warner Bros. ¿Habrá influenciado que De Toth sea tuerto? Queda como anécdota la gratuita escena 3D donde un presentador callejero juega con una pelota de ping-pong “tirándosela” al espectador mientras monologuea sobre el museo de cera (en una escena absolutamente metareferencial, ya que habla sobre la misma película además del museo ficticio).

En un contexto en el que la industria del cine estaba en plena batalla contra la televisión y contenido hogareño, “Terror en el museo de cera” respondió en consecuencia y la crítica y el público la amó. En 2014, la película fue considerada “cultural, histórica y estéticamente significativa” por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y seleccionada para su preservación en el National Film Registry.

En estos tiempos con tanta tecnología nueva a la vuelta de la esquina, con James Cameron inventando nuevas formas de proyección de cine que se ajusten a sus visiones extravagantes, “terror en el museo de cera” puede parecer inocentona y pobremente realizada. Pero es un vestigio de una industria inquieta, que incluso desde sus inicios peleó por mantenerse vigente y que no puede quedarse quieta. Mucho tiempo ha pasado desde que el cine era un espectáculo de feria en el fondo de una carpa; pero su alma de entretenimiento jamás desapareció.



Categorías:Clásico y Moderno

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