DESAYUNO DE CAMPEONES: Len Bias – ¿Qué hubiera sido si…?. Por MAXIMILIANO CURCIO

Cuando el 17 de junio de 1986 Boston Celtics eligió, en el segundo posicionado del draft (la primera fue para Brad Daugherty, pívot formado en North Carolina y seleccionado por Cleveland Cavaliers), al alero Len Bias -proveniente de la prestigiosa universidad de Maryland-, el ambiente NBA estaba firmemente convencido que la franquicia verde se aseguraba al talento más prominente de la nueva camada. Tal golpe de suerte le posibilitaría una prolongación del éxito obtenido bajo el liderazgo de Larry Bird, emblema de una dinastía que, rivalizando con el showtime Laker, escribía las páginas de gloria bostoniana más ilustres desde la era de Red Auerbach.

Los sueños de estrella del nuevo prodigio venían respaldados por la obtención del título universitario (más dos selecciones All American, en 1985 y 1986), augurando el cumplimiento (tan extraño por estos días, en tiempos vertiginosos que validan el mentado ‘one and done’) del programa de cuatro años de formación a nivel colegiado. Por ello, Bias arribaba a la máxima competencia dueño de un pedigrí y una experiencia que había perfeccionado su conocimiento técnico del juego, respaldando los laureles obtenidos a nivel amateur y bajo el dominio de un talento que, muchos especialistas opinaban, era capaz de eclipsar al del mismísimo Michael Jordan, cuya figura había tomado por asalto la liga dos años antes.

Las comparaciones suelen ser odiosas, lo cierto es que Bias poseía los quilates suficientes como para rivalizar, cara a cara, con MJ, amenazando seriamente su primacía. Le había derrotado en competencias universitarias, inclusive mostrando un juego más pulido y acabado que el joven Mike; no hablemos siquiera de su desarrollo a nivel físico. Bias exhibía el porte de un dios griego tallado a mano, modelando un body frame impoluto de 2.03 metros de estatura y 100 kg de peso. Su biotipo recuerda al de unos contemporáneos Paul George o Kevin Durant, en tiempos donde el término stretch forward no existía. Además, poseía un versátil repertorio ofensivo, unas cualidades atléticas asombrosas, un rango de salto astronómico capaz de volcar el balón en cada contraataque, un instinto reboteador elocuente y una corpulencia notable que lo convertía en un prototipo moderno para la posición de alero. Por tal, Lenny -como le llamaban afectuosamente- traía consigo un modelo baloncelístico inédito, dispuesto a convertirse en la bisagra hacia una nueva era.

Sin embargo, los sueños de leyenda de Bias se harían añicos durante la mismísima noche posterior a su reclutamiento por parte del orgullo Celta. La tragedia se consumaría en la madrugada del 19 de junio, en la habitación de hotel donde el joven Leonard Kevin se encontraba junto a sus amigos celebrando. Una sobredosis de cocaína acababa tempranamente con su vida, desnudando la naturaleza adictiva del joven ídolo y evidenciando el aspecto más vulnerable de estas incipientes estrellas -muchas de ellas insertas en un territorio de enorme fragilidad emotiva, hecho de lazos familiares disfuncionales- frente a la enorme presión y desafío que representa el salto profesional al deporte de primer nivel.

La portada de los periódicos, a la jornada siguiente, se hizo eco de la lamentable noticia sin salir de su estupor -similar impacto al que causara el deceso en plena competencia del estandarte de Loyola, Hank Gathers, acaecido cuatro años después-, enlutando el presente de una NBA. Las oficinas del Comisionado David Stern encendieron sus alarmas de la noche a la mañana: debía la asociación trabajar fuertemente en la elaboración de un programa de contención, prevención y concientización acerca del abuso de estupefacientes. El infausto Len Bias asume el epítome de la más grande demostración de talento que jamás pudimos haber conocido: su legado mensura el potencial de una carrera universitaria proyectado hacia un éxito profesional que parecía no conocer techo. Solo bastó una dramática mueca del destino para probar lo contrario…

De la cima al abismo, extraño resulta pensar que hubiera ocurrido con la propia leyenda jordaniana al arribo de un contendiente como Bias, es sabido que el sueño para todo fan encumbra fantasías de eterna rivalidad, si ambos hubieran enfrentado sus fuerzas durante la siguiente década. Acaso también nos lleva a pensar si este electrizante alero hubiera vivido a la altura de las expectativas posadas sobre el resplandeciente brillo de su dorsal número 34. Quizás la estrella más grande que no pudo ser…



Categorías:Desayuno de Campeones

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