
Yo llego hasta los extremos de la canción,
sin poseerla la hallo mía, siendo de ella me
siento libre y aunque en silencio vaya,
también soy melodía.
En el extremo de mi canción busco los estribillos
de la juventud, a veces en altas notas presentes
y a cada paso en bajos tonos distantes.
Canción que las golondrinas de Marzo, que los
crespúsculos de Junio, que las lluvias de Mayo.
Canción que fue ayer, que es ahora y será mañana.
Trova milenaria que en las tensas y agotadas
manos son la mirada de la madre, los consejos
de los padres, el eco del hermano.
Yo me detengo en las aristas de la canción,
percibo el relieve de los mares, las madrugadas
de las ciudades y en las colinas los amaneceres
del porvenir.
Los coros, las estrofas, esta ruta que se expande
desde la última estrella hasta mis venas.
Las pausas, los cambios, este silencio que es
un grito en el filo de una hoja que es mensaje;
infinito, diminuto.
¡Ah! Yo no discuto los inicios de esta canción,
la moraleja indeleble, el recuerdo infantil,
la anecdótica falla.
Sin desafinarla le hallo perfecta y en su imperfección
descubro mis dones; cantarla quisiera, pero terminada
aún no está.
Categorías:Poesías al Margen
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