
Las luces se apagaron; guitarras colgadas
del tapete, tapete cabalgado por estíos;
había sufrido el rencor de tus cabellos
en el mar de mis poemas: Lo recordarás.
Mis versos estirados y el carmín aún vigente;
ayer los vasallos renunciaban a los himnos
y las banderas ensuciadas carecían de la gloria:
Lo recordaré.
Las ceibas que ya no adorna las montañas, los
lirios que se mudan al desierto y la rosa del
olimpo que brillaba en nuestras manos, vieron
tu partida bajo el sol de los amantes en la tarde
del ausente.
Junto a otro pedestal se enlutan los pañuelos
cual protesta de las lágrimas ante la falta de
objeciones.
A toda hora se repiten las baladas y en cada
estrofa se detienen las ideas; cuán doloroso es
ya no tocar el cielo con tu boca.
El mundo huele a hipocresía; veo Guerra de
consuelos, Tregua de ignorancias y el Progreso
de la mentira en la parodia de la verdad.
Habrás de recordarme en alguna frecuencia
perdida o con cada estación encontrada,
como este tenue susurro que hoy el viento
deja en tus labios.
¡Y vagan en la luna todos los secretos!
Recordaré: Que ya nadie regala alegría
en los hospitales y que pocos nos
recuerdan en los cementerios y que las
plazas y veredas, son solo las cicatrices
de una almohada tras la vivencia de todo
un sueño.
Me olvidarás —dijiste. Recordaré —te dije.
Entonces ¿Por qué los pianos vagan solitarios sin sus notas?
¿Por qué se encalla en mis uñas tu fragancia?
¿Por qué las mareas juegan a las despedidas y los astros
al silencio?
Ahora entiendo que es más fácil recordarte que
perderte y aún más complejo corregirte que herirme.
Y es que después de tanto reprocharlo ya casi se me
olvida, cómo ayer te recordaba.
Categorías:Poesías al Margen
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