Si se piensa que el premio más prestigioso que obtuvo en vida Sigmund Freud fue el Goethe de literatura puede percibirse la importancia que esta tuvo en su formación y en los elementos que le aportó a su creación. Para Carlos Gustavo Motta, “los historiales freudianos son verdaderas obras de literatura. No solo transmiten los detalles de los signos y rasgos de una estructura psíquica, sino que nos permiten aún hoy comprender las reacciones frente a la angustia”. Ahora bien, Freud escritor supone un Freud lector. Y no un lector cualquiera, sino alguien que encuentra en la literatura elementos que enriquecen y preceden a muchos de los conceptos del psicoanálisis, y que tiene un modo especial de elaborarlos y entramarlos en su obra. Carlos Gustavo Motta trabaja de manera especial este entramado y nos aproxima a la vastedad de los elementos literarios que Freud maneja a lo largo de sus escritos. En cada uno de los apartados del libro, Motta ha elegido entramarla relación del Freud lector con los autores literarios que hacen a la construcción o afirmación de los conceptos psicoanalíticos, los aportes y las divergencias que participaron en esa relación y lo que finalmente resultó de esa correspondencia. Es por esto que Freud y la literatura, más allá de ser un libro que invita a la curiosidad, propone un camino de investigación y de apertura en el campo de la exploración de los vínculos entre literatura y psicoanálisis.

Sigmund Freud, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX, poseía un afán por comprender la verdadera esencia del arte y sus motivaciones, encuadrando su valor dentro de la sociedad y trascendiendo la mirada tradicional que lo había idealizado bajo conservadoras posturas. Consideraba al arte como una actividad sublime, capaz de suscitar intensas emociones en el ser humano producto de su gran belleza, y concibiéndolo como un placer sustitutivo de pulsiones naturales. Quizás, sin saberlo, utilizaba las herramientas que le proveía su propia teoría para realizar crítica de arte: enfocándose en la psicología de los personajes analizó obras literarias eminentes como “Edipo Rey” de Sófocles y “Los Hermanos Karamázov” de Fiódor Dostoyevski.
En Freud, la clave residía en la naturaleza pulsional del ser humano y como éstas se relacionan con su contexto cultural. Luego de plasmar algunas de dichas posturas en “El Malestar de la Cultura” (1930), y como enésima muestra de su sensible veta artística dedicaría tiempo de su obra a estudiar a los grandes maestros plásticos del Renacimiento italiano, en particular Leonardo Da Vinci y Miguel Ángel. También se interesaba en la corriente literaria rusa liderada por Fiódor Dostoievski, padre de la novela psicológica. Para el pionero del psicoanálisis, la particularidad del sentido revelado en una obra se encuentra en la noción de sublimación que él mismo acuñara para sus teorías.
Ávido lector, es interesante adentrarse en su pasión por la literatura y en cómo imbricó su teoría psicoanalítica con los autores de su predilección. El goce literario freudiano nos lleva a visitar algunas de las plumas más destacadas de todos los tiempos: Shakespeare, Rilke, Zweig, Mann, Heine, Goethe, Cervantes y Schiller, entre otros, serán revisionados bajo la aguda mirada de Motta. Tejiendo nexos medulares entre la Literatura y Psicoanálisis, Gustavo Carlos Motta trae al presente el legado freudiano y abreva en la relación de correspondencia que establecen diversos autores literarios con la obra freudiana. Según el padre del psicoanálisis, el arte involucraba la virtud de liberar de ataduras al ser humano. El gozo, que derivaba de la contemplación de cualquier expresión artística actuaba como un grato estímulo que atenuaba los pesares rutinarios del hombre civilizado, sublimando aquello reprimido y sabiendo que la libertad no es un regalo que se le ofrece al ser social. En este sentido, uno de los intelectuales más destacados del siglo XX proponía una liberación espiritual, gracias a la eliminación de la ignorancia y por medio de la ruptura de ataduras ideológicas de cualquier índole.
A lo largo de su primer siglo de vida, el psicoanálisis se entrelaza con la literatura de ficción y el arte de las letras en cualquiera de sus formas, para articular saberes y promover la circulación de la palabra de un modo especial: vehiculizando las inquietudes emergentes. A partir de allí, más de una analogía puede trazarse. En tal caso, tanto la literatura como el psicoanálisis son narraciones (ficcionales o auténticas) constructoras de un relato que va tejiendo cierta trama. Por otro lado, ambas, son disciplinas pensadoras de la condición humana y consistentes del mismo método: trabajan con las palabras… tan efímeras, tan laxas, tan subjetivas, tan permeables. Valiéndose de la expresión a través de lenguajes estéticos y adaptando los preceptos anteriormente vertidos por Freud, podemos comprender el ejercicio literario como un instrumento para canalizar y liberar auténticos deseos, transformados en formas bellas y cautivantes formas, en el ojo de todo receptor.
Inquietantes disparadores surgen a través de la lectura y su articulación con el psicoanálisis, permitiéndonos abordar los textos con una lógica distintiva y habilitando un recorrido que intente construir respuestas acerca del hombre de nuestro tiempo. Ensayando una probable concepción del ser humano en su esencia finisecular, la teoría freudiana se nutre, desde lo transdisciplinario, a través de un corpus que amplía y enriquece el espectro de su mirada en una continua expansión. Su praxis reverbera en los diferentes saberes sociales la que convergen. Pensemos en las primeras vanguardias del siglo XX, entrelazadas en la intertextualidad, embebidas profundamente en Freud. Por tanto, resulta imposible abordar el psicoanálisis sin abrevar de la literatura, de la filosofía o de la sociología.
Motta, psicoanalista y realizador cinematográfico, también autor de “Cine, literatura y psicoanálisis”, nos devuelve la mirada extrañada de la literatura sobre el sujeto y el mundo que este habita, como vital punto de partida para obtener herramientas que habiliten una nueva forma de leernos a nosotros mismos. Partiendo desde conceptos psicoanalíticos, aglutina diversas disciplinas del arte y el intelecto en perfecta simbiosis. Partiendo de la base de que somos seres culturales, en tensión permanente, desnaturalizar la mirada que se tiene sobre algunos mandatos que nos definen y rotulan, abre las puertas de un válido auto cuestionamiento a la par que ratifica el canon freudiano: nutriéndose mutuamente, los nexos existentes entre psicoanálisis y literatura pueden proveernos de un rico territorio dispuesto a ser explorado.
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