COMPRENDER LO QUE SUCEDE HOY EN DIA EN MEDIO ORIENTE NO ES TAREA FÁCIL, MÁS ALLÁ DE LOS CLAROS INTERESES POLÍTICOS Y ECONÓMICOS QUE HAY DETRÁS DE TODA GUERRA, ESTA, PARTICULARMENTE, TIENE OTRO TINTE QUE NACIÓ HACE MÁS DE OCHO SIGLOS ATRÁS…LA GUERRA EN EL NOMBRE DEL PADRE…

He aquí la historia de aquellos hombres que hace más de ocho siglos tomaron la Cruz para pelear contra los sarracenos en Tierra Santa, a ella le debieron su nombre de Cruzados, puesto que la llevaban en su vestidura como signo de su fe cristiana y del juramento que habían realizado. Así comenzaba la sangrienta guerra de la cruz cristiana contra la media luna mahometana. Cada cual dejó animoso su tierra para ir a pelear contra los turcos y así poder recuperar el Santo Sepulcro. Era obligación de todo buen caballero tomar la cruz como estandarte y ofrendar su vida, espada en mano, luchando contra los infieles. Morir por Dios, matar por Dios, se convirtió en su leit motiv. Hoy podemos encontrar en algunas iglesias de Europa alguna tumba donde se erige un caballero armado y con las piernas cruzadas, si este es el caso, implica que estamos ante la tumba de un cruzado.
Antiguamente estaba muy en boga emprender largos viajes a fin de visitar lugares sagrados, entendiendo por tales, aquellos en los que vivió algún santo o murió algún mártir, el objeto de estas peregrinaciones era principalmente evocar la memoria de estos personajes y tratar de imitar sus buenos ejemplos pero además era común la creencia de que en estos santos lugares las peticiones y oraciones serían cumplidas con mayor celeridad puesto que los santos tendían a escuchar más a aquellos que se acercaban a su lugar. También la doctrina corriente afirmaba que tomar parte en dichas peregrinaciones constituía un acto de virtud mediante el cual los pecadores podían expiar sus culpas, por lo tanto, cuanto más dificultosa y penosa resultase la jornada tanto mayor sería su perdón. De todos los santos lugares, sin lugar a dudas, los más importantes están en Palestina, donde el Redentor del mundo fue crucificado y resucitado, por eso la peregrinación más relevante era a Tierra Santa. Si bien Tierra Santa supo estar bajo dominio del imperio romano y del imperio bizantino durante un tiempo, fue tras la aparición de Mahoma, quien predicando una nueva religión y autoproclamándose profeta de Alá, el islam comenzó a avanzar sobre distintos territorios, dentro de los cuales se encontraba Palestina, quedando Tierra Santa en manos de los sarracenos.
Al principio, los nuevos dominadores no trataron mal a los cristianos y les permitieron visitar Tierra Santa a cambio del pago de un tributo, pero pronto, los turcos, quienes se habían desplazado a Asia occidental, no demoraron en adoptar la religión del Islám y llegaron a ser la raza más poderosa del imperio sarraceno y ellos no serían tan piadosos ni amigables para con los cristianos a quienes veían como el principal enemigo a exterminar. Ese Dios humanizado, crucificado y victorioso ante la muerte era una inminente amenaza a su religión y debía desaparecer. Que el cristianismo lograra adeptos era perder poder sobre los pueblos y por ende perder las tierras, Cristo y su Cruz debían ser combatidos con la más feroz brutalidad y así fue como todos aquellos que osaban querer visitar el Santo Sepulcro lo pagaba con su vida, no sin antes padecer las más horrorosas torturas.
Un elocuente y fervoroso predicador, conocido como Pedro “el ermitaño” fue testigo de las crueldades cometidas por los turcos contra los cristianos y enardecido instó al Papa Urbano II a tomar cartas en el asunto, el Santo Sepulcro no podía quedar en manos de los infieles, era hora de que los cristianos defendieran a su Dios. Fue así como las inmensas muchedumbres se reunían a escuchar las ardorosas palabras de Pedro quien los incitaba a marchar rumbo a Tierra Santa a recuperar el territorio usurpado por los turcos y a pelear por la Santa Cruz. Urbano II congrega así el gran concilio de obispos, reyes, príncipes y nobles, abogando a que pusieran fin a sus diferencias personales y se abocasen a estudiar los medios para rescatar del poder de los turcos los Santos Lugares. Los príncipes se pusieron al frente para comandar la maniobra mientras el Papa, por su lado, exhortaba a las masas a que tomasen la Cruz y se alistaran en las filas para la Guerra Santa. Pero esto no resultó ser una muy buena idea, a veces el número no es tan importante como la instrucción de la tropa a comandar. Los Cruzados entonces, se encontraron con que no tenían un ejército sino una muchedumbre indisciplinada e ignorante que marchaba sin orden ni concierto, convencida de que podía hacer lo que podía hacer lo que se le antojase. De hecho, era tal su indisciplina que lejos de lograr el objetivo de atraer nuevos adeptos a la causa, la gente de los pueblos por donde pasaban empezó a levantarse contra ellos. De este modo, sólo un diez por ciento de las tropas iniciales lograron llegar a Asia donde fueron fácilmente vencidos por los sarracenos.
Pero el ejército reunido por los príncipes y nobles, al contar con otra instrucción, marchaba en muy diferentes condiciones. Sus filas estaban compuestas por grandes guerreros, como Raimundo de Tolosa, cuyo poder era superior al de muchos reyes. Tancredo, el as de la caballería, cuyas hazañas contaría más tarde el célebre poeta italiano, Tasso. Godofredo de Bouillón, el más noble de todos. Bohemundo de Tarento, caballero normando, pariente directo del rey de Inglaterra, Guillermo “El Conquistador”, entre otros. La suerte de estos fue diferente pero no menos ardua, muchas batallas deberían librar contra los turcos para poder llegar a Jerusalén. La más terrible de ellas fue la batalla de Antioquía, el ejercito cristiano carecía de habilidad en el arte del asedio y los turcos no se rendirían fácilmente, pero tras largas contiendas los cruzados tomaron posesión del territorio. Ahora restaba tomar Jerusalén, donde les esperaba una resistencia apoteósica. A pesar de la furia del ataque, los cruzados fueron repelidos con bravura, lo que les demostró nuevamente, que de nada sirve el valor sin táctica. Así fue como comenzaron a construir maquinarias de guerra y renovaron la embestida en reiteradas ocasiones. Finalmente lograron tomar el Santo Sepulcro, pero la matanza fue terriblemente cruel, cobrándose ya no solo las vidas de los combatientes sino la de cualquiera en el lugar, incluyendo mujeres, ancianos y niños.
La contienda no terminaría allí, fueron largos siglos de crudas batallas, el cristianismo y el islam libraban una guerra santa que no terminaría hasta hoy. Muchísimos hombres valerosos y fervientes creyentes tomaron las armas en defensa de Dios, Bernardo de Claraval, posteriormente declarado santo, Ricardo “Corazón de león”, a quien Saladino, líder de los sarracenos, tenía en muy alta estima por su estirpe guerrera y su innegable abnegación, entre otros.
Hoy día vemos casi de manera naturalizada, como los musulmanes siguen en pie de guerra en defensa de su dios. No dudan ni un segundo a la hora de inmolar sus vidas en su nombre, como tampoco dudan a la hora de tomar las armas para atentar contra blancos de la cristiandad. Si bien es cierto que tras todo conflicto siempre hay intereses políticos y económicos, este conflicto en particular, tiene un tinte sumamente religioso. El islam no pelea por petróleo ni por un gobierno tirano o democrático, pelea por Alá desde hace siglos y a la hora de combatir en medio oriente no están viendo en los soldados “enemigos” sus intereses políticos ni económicos, ven al “enemigo de Alá” y es por eso que a los occidentales nos cuesta tanto comprender esta guerra interminable, porque los objetivos de los conflictos armados en la actualidad ya no tienen ese tiente religioso de antaño, hoy los intereses son otros, pero no para ellos… Y en cierto modo, ¿Hasta qué punto este ataque permanente al cristianismo no ha hecho que los occidentales vuelvan a tomar la Cruz como estandarte a la hora de pelear? ¿Cuántas veces vemos a los soldados aferrarse a su crucifijo con fuerza como intentando tomarle la mano a Dios en esta lucha?
Cruzados y sarracenos, cristianos y musulmanes, la Cruz y la Media Luna, las dos caras de una enemistad que aún acallada, parece no culminar nunca.
Categorías:Historias Casi Olvidadas
Deja una respuesta