CUENTOS: “Casualidad”. Por Carlos Pérez de Villareal

La casualidad es un desenlace, pero no una explicación – Jacinto Benavente

Causalidad

El galeón se mece en forma lenta con todas sus velas arriadas.

El nombre reluce: Santa Marta del Ferrol.

El sol, implacable, barre la cubierta.

La tripulación desesperada por el calor ya no sabe donde cobijarse.

Se ha reducido la ración de agua a medio tazón por día para cada uno de los hombres, y ya nadie objeta nada.

No hay fuerzas para ello.

Pedro Diego de Vivar, encerrado en el castillo de popa, no deja de mirar ese mapa que tiene desplegado sobre la mesa.

Es perfecto.

Fascina.

Junto a él, el Maestre, sigue con sus dedos la línea de la costa de lo que conocen como Terra Incógnita.

—Estamos aquí, capitán —susurra—. Aquí, justo en este punto.

Una gota de transpiración corre por la mejilla del capitán, se desliza por la barbilla y cae sobre la carta, casi en el lugar que marca el Maestre.

En el silencio del cuarto, retumba.

Ambos hombres se miran.

Don Pedro la seca con cuidado, usa el puño de su camisa.

—Hombre —dice—. cuidémoslo más que lo que llevamos en bodega.

—Sí Capitán —exclama el Maestre—. Lo que tenemos abajo sorprenderá a la corte, pero esto… Fíjese la exactitud de las costas que estamos recorriendo. Parece como si hubiera volado en las alturas y visto la mar y las tierras desde allí.

—Así es —observa Don Diego—. Se ven nuestras playas en el Mare Nostrum, las de Portugal, parte del continente negro y el centro y sur de estas tierras lejanas. Menos mal que somos los únicos que lo tenemos. Ni portugueses, franceses e ingleses lo han conseguido. Los reyes nos mandarían colgar si lo perdiésemos.

—¡Justamente! —señala el Maestre.

 —El traslado que hacemos al puerto de Palos —expresa de Vivar—, es totalmente confidencial. Todo lo que llevamos debe guardarse en secreto. Ningún hombre debe saberlo. ¿Entiende Ud.?

El segundo de a bordo asiente ceñudo.

Se juega mucho en esa época.

Sabe que son perseguidos:

—Maravillosa cosa son los fechos de la mar… —dice—, la guerra en la mar es cosa desamparada.

La conversación se trunca por el balanceo del barco.

Un viento alisio comienza a soplar.

El capitán enrolla el mapa, lo guarda en un cilindro de papel oscuro dentro de un arcón de madera y ajusta su tapa labrada.

Un nombre grabado reluce a la luz.

Al salir a cubierta observa al Piloto que le sonríe, sujetando la rueda del timón.

Los marineros y grumetes, sin que nadie les diga nada, desenrollan los aparejos dobles, las velas cuadradas; y la carabela, inclinada a babor, toma la ruta hacia tierra, ciñendo, para alcanzar los 5 nudos.

Están a unas veinte millas náuticas de la costa.

El viento refresca el ambiente en contados minutos.

Treinta días después, la Santa Marta, lucha por no zozobrar ante un mar embravecido en el medio del océano.

En el medio de la nada.

Una goleta británica sigue su derrotero, esperando el momento oportuno para atacar.

También tiene sus problemas con el vendaval.

La tormenta ruge.

El viento huracanado sopla enfurecido, creando olas de diez metros de altura que golpean el casco de la carabela sin misericordia alguna.

La mayoría de los hombres están en las sentinas.

El mar al final vence y sin dar tiempo a nada, una muralla de agua traga al barco, lo hunde y sin más lo lleva hacia el fondo de un abismo en contados segundos.

Cruje la madera, algunos hombres sollozan y el castillo de popa se abre como una fruta madura.

No sobrevive nadie.

Al tercer día el sol alumbra entre las nubes.

Los marineros de la goleta británica trabajan a destajo para reparar los destrozos del huracán.

El palo Trinquete, quebrado, está siendo reparado.

El vigía desde el carajo, pega un grito:

—¡Allí, proa a babor, algo flota entre unos despojos!

Un arcón de madera se iza a bordo.

El capitán de la Southerville observa con sorpresa la tapa labrada: ramas, hojas, una flor amarilla en el centro y dos medium mundi.

Un nombre estampado lo sorprende:

Piri Reis.

Piri Reis almirante y cartógrafo otomano redactor de un mapamundi en 1513. Por contener representaciones de tierras desconocidas y a raíz de sus propios escritos indicando que otras de sus fuentes habían sido «Los Antiguos Reyes del Mar», ha suscitado gran interés como «enigma».



Categorías:El Muro

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