Leemos obras literarias, admiramos obras de arte, y si bien se ha combatido mucho a lo largo del siglo XX la idea de involucrar al autor en su obra ¿qué tanto hay de él en ella? ¿Es realmente posible desvincular al autor de su creación? ¿No es acaso esta el producto final de un proceso mental? Quizás muchas veces, o la mayoría de ellas sólo nos detenemos a deleitarnos con una obra, a venerarla o criticarla pero ¿Alguna vez se han puesto a pensar que dicha obra es la materialización de lo que hay dentro de la mente del artista?
Hoy les propongo llevar a los máximos iconos de las artes al diván y descubrir los aspectos psicológicos del artista que se esconden en sus obras.

“La habitación de Arles” de Vincent Van Gogh es otra de las pinturas más famosas del mundo, pero ¿qué secreto esconde esa colorida habitación? Si observamos detenidamente, todo en ella está en duplicado, dos almohadas, dos vasos, dos sillas. Todo de a pares. Al observar esto inmediatamente percibimos que debería haber dos personas en dicha habitación, sin embargo, está vacía, desolada y si nos enfocamos en la técnica de su pintura podremos ver que las pinceladas están completamente desordenadas, desprolijas. No siguen un orden lógico. Poco a poco, la esquizofrenia va copando las obras de Van Gogh, este cuadro lo pintó esperando a su amigo Gauguín, la maravilla del color, la cantidad de óleo utilizado, la soledad de Vincent esperando a su amigo, un cuadro sobre la amistad pero desde la mirada angustiante de la enfermedad mental y la desgarradora soledad del aislamiento en un neuropsiquiátrico.

Un año más tarde, en 1890, pinta “Trigal con cuervos”, cielo oscurecido, tormentoso, opacado por cuervos. Aves negras que parecen indicar el lugar por el que pasó la muerte. En el plano inferior encontramos un camino central que nos lleva hacia los cuervos. La muerte y el dolor son implacables, todo lo tiñen en la medida en la que uno se adentra en los detalles del cuadro y si un psiquiatra se hubiera detenido a observar esta pintura en el preciso momento en el que fue realizada habría podido prever claramente el anuncio de un desgarrador final. Van Gogh pinta este cuadro días antes de suicidarse en aquel trigal, donde se dispara un tiro en el pecho.

Pero ¿Dónde comenzó la locura de Van Gogh? En donde comienzan todas ellas, en los traumas de su infancia. Si algo llama la atención en sus obras son sus cielos. Los cielos de Vincent son inconfundibles, enigmáticos, bellos, mágicos, impactantes y desestructurados. Pero ¿Qué significaba el cielo para Van Gogh? ¿Qué sería el cielo para este hijo de un pastor protestante que sólo lo crió con dureza? ¿Qué sería el cielo para este pequeño niño cuya madre vivió aferrada al duelo de su hermano mayor y del cual él ahora llevaba su nombre? Vincent aprendió a escribir su nombre leyéndolo de la tumba se su hermano a la cual su madre lo llevaba a diario. Creció sin tener una identidad propia, bajo el designio familiar de ocupar el lugar de su hermano fallecido, jamás tuvo un reconocimiento individual por parte de sus padres. El cielo para Van Gogh era su libertad, el deseo inalcanzable de desligarse de las cadenas que sus propios padres pusieron a su mente, quería ser él y no su hermano fallecido. Esta dicotomía horrorosa de ser quien no era, ocupando el lugar del otro, sin la posibilidad de ser él mismo, llevó a su mente a crear una realidad alternativa donde pudiera tener identidad propia. De este modo, la esquizofrenia dio a luz al genio que hoy conocemos y ella misma fue quien lo llevó a suicidarse para ver si finalmente la muerte le otorgaría ese reconocimiento que nunca le dieron sus padres.
Categorías:Una Ventana al Psicoanálisis
Excelente nota, desde el punto de vista de la psicología. Creo que indudablemente cada vez que escribimos dejamos en mayor o menor medida algo de nuestras circunstancias personales. Gracias por la Nota.
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