RELATOS: ANDREITA. POR Luisina G. Berasi.

La madre siempre le decía que no se acercara a la casa del vecino. Que si podía, mejor evitara el hecho de pasar por su vereda adoquinada para ir a la escuela. Pero Andreita nunca hacía caso, especialmente si era algo que <> debía hacer. La advertencia era una especie de imán que la cegaba y la atraía en cuestión de segundos. Segundos que técnicamente fueron dos días de arduo espionaje detrás del Jazmín de leche de la entrada del patio, observando a través de sus binoculares hechos con sus pequeñas manos la casa del vecino. Construcción antigua de aspecto fantasmagórico. Tenía una gárgola sin cabeza tirada al lado de la cerca de madera mohosa que daba con la reja de la casa de Andreita, y a unos metros más allá, la fuente antigua cubierta con una lona azul que le susurraba algo cada vez que pasaba por allí.

La madre siempre le decía que no se acercara a la casa del vecino. La advertencia era una especie de imán que la cegaba y la atraía en cuestión de segundos. Ya era demasiado tarde para dar media vuelta y marcharse a tomar la chocolatada que le esperaba en la cocina. Tenía esa lúgubre fuente enfrente que le gritaba con gran ímpetu. Aclamaba para que se acercara un poquito más. La voz le daba miedo, mucho miedo. Pero a la vez le parecía familiar. Como si hubiese estado esperando aquel llamado durante sus cortos seis años de vida y al fin pudiese oírlos como lo que eran. Con nitidez y un dejo de familiaridad.

-Tocá mi agua -Susurraba una y otra vez. Su mente le decía que no pero su mano parecía tener vida propia. Podía ver como se movía lentamente y destapaba la lona que la cubría. Podía ver ahora su rostro como cristal delicado reflejado en las agua oscuras.

Podía escuchar el grito de su madre detrás diciendo -No! Andrea!
Incluso podía ver el semblante de su vecino que la miraba desde la ventana de su casa con una sonrisa de perversidad cómplice.

Para cuando la madre de Andreita dio los últimos manotazos errados y llegó al sitio, la niña había caído dentro de la fuente. Era tan oscura, que su profundidad se asemejaba al infinito. Era tan oscura, que incluso aún pasados los once años de este hecho, se cree que Andreita sigue cayendo.



Categorías:Pura Ficción

1 respuesta

  1. Terror del bueno…saludos.

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