
Estar sin estar presente. En un rincón. Con tanta gente alrededor que estás sola. Vendando el dolor con risas huecas para evitar la pregunta que no tiene historia. Tragando la poca evidencia de agua que contenía la copa.
La desesperación desangra cuando ya no sangras.
Haces muecas, estúpidos ademanes disimulando tristezas. Al menos lo intentas.
Hasta que el instante te ahoga y sales a tomar aire y a comer bocanadas de humo sin calorías.
Enciendes otro cigarro y lo consumes antes que te consuma.
Te convidan un bocado y finges no querer más. El espejo te devuelve otra imagen que solo habla de tu disconformidad.
Y te consumes. Cada hora más. La fiesta aun no acaba. No acabará.
Los invitados han venido a verte. El último acto. El más ausente de ti pero contigo es el más esperado por ellos.
Ya no tragas. Lo único que deseas encontrar es la imagen que el espejo no te devolverá y enciendes el ultimo cigarro y con el mismo fósforo enciendes tu cabello y mientras llevas el cigarro a la boca, la anorexia fuma tu cuerpo de una pitada y absorbe a esa maldita forma que se movía frente a ti pavoneándose con tu nombre.
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