ESPACIO OPHELIA – RAFAEL RUZ VALENCIA: “La pintura figurativa siempre tuvo seguidores, los tiene y los tendrá siempre”

San Vicente de Tagua Tagua, Chile

El pintor chileno se refirió en esta entrevista a su acercamiento al mundo del arte y también a los temas que representa. “De alguna manera encuentro la belleza en la fealdad”, explica. Además, nos comparte sus impresiones sobre el realismo y el hiperrealismo en la escena nacional e internacional.

Por Rubén Reveco desde Santiago de Chile.

Contrario a lo que muchos artistas pueden proyectar, Rafael Ruz Valencia (Rancagua, 1968) nunca se sintió seducido por las grandes ciudades. Es por eso que desde hace poco más de diez años vive en una casona centenaria ubicada en el campo. Se trata de San Vicente de Tagua Tagua, 140 kilómetros al sur de Santiago, lugar que, según dice, lo inspira a la constante reflexión acerca de su propio proceso creativo.

Hermano de la también pintora Giovanna Ruz, desde niño pintó y en su juventud se desempeñó como diseñador gráfico hasta que en el 2000 viaja a Europa, donde visita museos y se acerca a la obra de los grandes maestros. Su gira fue, en gran parte, financiada por un grupo de empresarios que confió en su talento y Rafael vivió esa situación como una señal de que debía, indefectiblemente, dedicarse a la pintura pero de forma profesional. Así lo hizo.

Con el tiempo, y a partir de un proyecto vinculado al paisaje que nace en 2014, los vehículos abandonados van a convertirse en los protagonistas de su propuesta. Esos mismos que han dejado en un rincón del campo; que ya no sirven, que cumplieron su ciclo. En esa chatarra el pintor chileno pone su ojo de artista y dignifica ese objeto es desuso que se resiste a desaparecer, que es invadido por la vegetación y se oxida ante el viento, el sol y la lluvia.

“Implica un largo recorrido mi encuentro con la figuración. Desde niño, con mi hermana, devorábamos los libros de arte que había en casa. Todas las artes se vivían de alguna manera en el hogar. Mi abuelo paterno era, además, retratista aficionado. El arte está en la vena familiar por ambos lados al parecer”, nos cuenta Rafael y agrega: “Con dieciocho años ya participaba en concursos profesionales, con el látigo de mi tutora (mi madre). Ella nos hacía trabajar con seriedad”.

Ya sabemos por su hermana Giovanna que María Inés, su madre, los inició en el mundo del arte. ¿Tiene algún recuerdo vinculado a la pintura chilena?

Un día tuve una especie de epifanía. En la biblioteca, encontré un calendario de una empresa corporativa de la época que traía láminas. Me encontré con una foto, pero decía que era una pintura. El autor estaba vivo y era chileno. Era Claudio Bravo. Yo tenía unos diecisiete años y hablé con mi madre porque quise copiar esa obra y necesitaba un soporte grande y más material: “Hombre tendido en una alfombra”, con el torso desnudo y con un reloj negro en su muñeca que brillaba todo su contorno por el oro que lo recubría. Pues dicen que quedó muy fotográfico el resultado, que parecía foto también.

¿Cómo fue que “decidió” pintar de la forma en que lo hace?

Persistí con las corrientes más contemporáneas y con la mancha impresionista por otro lado. Mientras estaba en berberecho “el realismo o hiperrealismo” por esa época. Cumpliendo los veinte años tuve la posibilidad de obtener mi primera cámara, una Zenit, y me puse en campaña de probar ese primer experimento que había realizado hacía un tiempo atrás; probar nuevamente con la pintura fotorrealista. Debía hacer mi propia creación o recreación. En mi vecindario había talleres mecánicos y comencé a observar el óxido, el roído de esos sitios. Muros chorreados, colores neutros…. Eso me gustó, me atrajo la idea de probar. Pues bien, después de muchas fotos encontré la que cumplía todo según mi filtro. Trabajé en esa obra y a los meses la puse a prueba y la envié al “III Salón sur de pintura y grabado”, era el concurso más potente, donde estaba lo mejor del arte nacional. Recuerdo que llega esa famosa carta certificada de la época…. Me habían seleccionado. Bueno, feliz al leer que entre ellos había artistas consagrados y yo era un cabro que estaba aún experimentando. Al tiempo llega otra carta del mismo concurso donde me comunicaban que se había hecho una nueva selección y que mi trabajo (una pintura de 80 x 110 cm… titulada “11 AM.”) se iría al Museo Nacional de Bellas Artes. No eran más de cincuenta…

Y eso sucedió ¿Qué significó estar en la “meca” del arte chileno?

Realmente fue una experiencia que me marcó. Era el museo que visitaba desde niño con mi madre. El museo que acogía lo más importante de la época. El lugar que cuando eres niño, deseas alguna vez estar ahí. El hall estaba lleno de gente… y yo buscaba mi obra, no la divisaba, dudaba si era verdad que podría estar ahí un cuadro mío. Y por un sector veo a un grupo de gente delante de una pintura y obvio, no se podía ver lo que estaba detrás, era mi obra…

¿Pudo escuchar comentarios?

Causaba una gran impresión al público de todas las edades. No paraba de llegar gente a ver mi obra. Yo andaba solo. Me quedé ahí, como espectador anónimo, solo deseaba escuchar al público. Necesitaba una confirmación sobre si estaba yendo bien en lo que me estaba metiendo. Desde esa experiencia, estar ahí en la meca del arte chileno de aquella época y con los típicos sueños de un joven iluso, creí que el realismo fotográfico era lo mejor que me resultaba.  

En Chile parecen no querer a los hiperrealistas

Sabía que meterme en esa corriente significaría tener muchas críticas del mundillo del arte. Hoy en día mi obra varía técnicamente según la temática. O es más gestual y/o más pulida, dependiendo el tema y qué deseas provocar y mostrar. La permanencia en el tiempo del realismo o la figuración puede deberse a varias cosas. En el mundo de las galerías, por lo menos cuando yo comencé a trabajar con una muy importante en su época (Marlborough) y en las que trabajaban con realismo, había un común denominador: en la inauguración de las muestras se vendía mucho más que el arte no figurativo. Hay una crítica negativa instalada hacia el arte realista, figurativo o hiperrealista. El arte es finalmente un negocio. Arte y dinero van de la mano. Ya no importa mucho si la obra dice mucho o nada. Es un gran negocio y punto.

El realismo está pasando por un muy buen momento, al menos en Europa, Asia y países como Estados Unidos.

La pintura figurativa  siempre tuvo sus seguidores, los tiene ahora y los tendrá siempre. Creo que ha habido un florecimiento de artistas realistas a nivel global, por lo tanto la demanda y los fans siguen creciendo. En Europa (España sobre todo) y ahora en China, la explosión del realismo y las camadas de buenos realistas se disparó. Además se han instalado una serie de concursos jugosos y eso es por algo supongo. En Japón ahora hay un tremendo museo para el realismo contemporáneo. Y Barcelona, por otro lado, tiene su propio museo y un concurso internacional. Cuando los chinos demandan, es por algo, sea cual sea el motivo.

Rafael Ruz Valencia / Básico

Nace en Rancagua en 1968. Autodidacta, se interesa por la educación artística gestionando recursos para financiar proyectos. En 1999 viaja a Europa para participar en la Feria de Arte internacional, “Euroart III”. Regresa en 2007 para realizar cursos de imprimaciones y preparación de soportes con Isabel Rodríguez Sancho. Sus obras forman parte de colecciones públicas y privadas en Chile y en el extranjero. Actualmente, impulsa la apertura de una academia de pintura en Santiago de Chile.

Entrevista exclusiva para Ophelia Nro. 7.

Producción a cargo de Camila Reveco.

Puedes descargar de forma libre y gratuita todos los ejemplares desde la página: www.revistaophelia.com

Instagram de Ophelia: @revistaophelia

Textos a cargo de Rubén Reveco

Instagram del artista: @rafael.r.valencia



Categorías:Conversaciones Siete Artes

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