
–No le robes cantos al río, nos cuenta Yupanqui. La anécdota es que estando él junto al arroyo en Cerro Colorado pasó una sra con un niño; al cruzar la corriente el niño juntó una piedrita. Vuélvete –le dijo la mujer- no le robes cantos al río. Gracias al Poeta nos llega el saber. En el caso de la Canción de María Elena Walsh es ella la que escucha por oídos del Jardinero a las hojas cantar; por ello es feliz.
Mírenme, soy feliz entre las hojas que cantan
cuando atraviesa el jardín, el viento en monopatín.
Son, gracias a Dios, muchos los poetas que dialogan con las plantas. Viene a mi memoria ese texto sublime El Herbolario de Edith Vera; su final donde un coro de plantas anónimas son las que se manifiestan: aquellas innominadas por la ciencia levantan su voz y su canto ante la Poeta quien registra su decir. También la joven Emily Dickinson quien en el silencio de su habitación regaba poesías y confeccionaba un minucioso herbario con muestras de su jardín. Vemos así que poesía y plantas parecieran tejer una urdimbre secreta.
Me entrego al ocio, junto con mi alma,
y en mi holganza, me tiendo
con mi fantasía, para mirar,
el crecer de las hierbas del verano.
Walth Whitman
La mansedumbre pareciera ser la clave para escuchar la voz de Natura: Los mansos heredarán la tierra, dijo Jesús en el Sermón de la Montaña. Esa paz que manifestaron los que por defenderla fueron presos políticos de alguna dictadura y que en sus encierros carcelarios vieron entre las piedras el nacimiento de un tallo y lo festejaron: Poesía, nervaduras del discurso divino. Como la Verbena silvestre de Aldo Parfeniuk:
(…porque su destino es
Ser
entre tanto debajo y tanto encima)
sexo abierto de la vida.
más intenso y obstinado
mientras más duras las pruebas
y escasas las posibilidades
el poema.
María Elena Walsh sabe de las penurias de los perseguidos por el poder o la miseria, por ello sueña con un país florecido, al menos en su sopor.
Y como buen jardinero que eligió ser desea la tierra, para echar raíz y tener a los suyos.
Con su porción de suelo para él (ella) y su prole cultivar los saberes donde perpetuar la vida.
Eso de aprender lo importante, lo que sensibilice; el amor y la fantasía.
Y entonces ser el cuidador de ese cielo terrenal, donde la sanación será.
De tal forma será la quimera que Dios será presente en cada rincón, en todo instante, y lo teofánico iluminará lo cotidiano tal lo hace el Sol.
Pero esa grandeza no provendrá de lo dominante sino de la real conquista del cariño.
Aquí la letra completa para reinterpretar con total libertad y necesidad:
Canción del jardinero
Mírenme, soy feliz entre las hojas que cantan
cuando atraviesa el jardín, el viento en monopatín.
Cuando voy a dormir, cierro los ojos y sueño
con el olor de un país, florecido para mí.
Yo no soy un bailarín porque me gusta quedarme
quieto en la tierra y sentir que mis pies tienen raíz.
Una vez estudié en un librito de yuyo
cosas que solo yo sé y que nunca olvidaré.
Aprendí que una nuez es arrugada y viejita
pero que puede ofrecer mucha, mucha, mucha miel.
Del jardín, soy duende fiel, cuando una flor está triste
la pinto con un pincel y le toco el cascabel.
Soy guardián y doctor de una pandilla de flores
que juegan al dominó y después les da la tos.
Por aquí, anda Dios con regadera de lluvia
o disfrazado de sol, asomando a su balcón.
Yo no soy un gran señor pero en mi cielo de tierra
cuido el tesoro mejor, mucho, mucho, mucho amor
Maria Elena Walsh
Categorías:El Buscón
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