
El atardecer no sólo es sinónimo de culminación, anuncio de descanso, meditación, no; el atardecer además es hermoso. Hermoso cuando es vida lo que se ve. Hermoso cuando es vida lo que te rodea. “Y quiero que me perdonen por este día, los muertos de mi felicidad” (1) nos cantan Silvio Rodríguez. No todos los atardeceres son bellos.
Te vas camino al ocaso pensando en ese atardecer en el que imaginas al Poeta y Cantor Hedgar di Fulvio sufriendo aquella pérdida que lo crucificaría de por vida. Quisieras convidarle un poquito de tu “puesta anaranjada” y decirle “-Esta noche lo acompañaré en su vigilia”. Doblás la esquina y comenzás a silbar la zambita…
Zambita para mi ausencia
No soy ni siquiera el eco
de un canto perdido que quiere volver,
y voy camino a la ausencia
que sola se agranda por mi padecer.
Estoy parado en las ruinas
que la noche aquella dejó en mi partir,
y el sol que nació en la aurora
para arder el monte, no fue para mí.
¡Gritar… gritar para qué!
Si a nadie le importa de mi atardecer…
Total, mi huella es de nadie,
todos la caminan pero no la ven.
Total… total, mi huella es de nadie,
todos la caminan pero no la ven.
A mí me puso la vida
con esta plegaria que nadie escuchó,
y así, sabiendo que es mía,
con otra picada mi monte se abrió.
Adiós le digo al silencio
que llevo guardado por ley y verdad,
mi voz será el río seco
que el hombre sediento lo maldecirá.
¡Gritar… gritar para qué!
Si a nadie le importa de mi atardecer…
Total, mi huella es de nadie,
todos la caminan pero no la ven.
Total… total, mi huella es de nadie,
todos la caminan pero no la ven.
Notas: (1) Pequeña serenata diurna, letra y música de Silvio Rodriguez. (2) Hedgar di Fulvio, folcklorista cordobés de Carrilobo dpto. Río Segundo.
Categorías:El Susurro de las Gárgolas
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