Algunos días están poblados de horas góticas. Oscuras pinceladas que enmarcan la luz tenue que lucha por abrirse paso a través de los cristales de la ventana. Hilos, que se entrelazan como venas secas dibujando una figura en el muro del tiempo.

Miro sin ver tu imagen que pasa corriendo por el filo de mi tristeza y corro sin aliento sobre mis pies ensangrentados.

Caigo, de rodillas, ante lo que queda de tu recuerdo con lo que queda de mi cuerpo.

Busco en los cajones de mi vientre aquellas cartas que es bocetaron tormentos. Y solo encuentro el fondo sin fondo de aquellas tardes llenas de angustias sin tus besos.

Pesan mis piernas y con ellas la vida que se acurruca en mis versos. Hay ausencias de olvidos presenciando las horas.  Ser tan inseparables parecía hermoso hasta que llegó la muerte y se enamoró de tus labios. Te enamoraste de ella descaradamente, frente a mis ojos te fuiste por la eternidad.

No encuentro sabores nuevos que acerquen intervalos y un poco de sustento. Parece que el pecho

dolerá siempre. Como la artritis en los huesos.

Algunos días están poblados de horas góticas y no es nuevo. Camino hacia la playa. No sé por qué allí, tu recuerdo duele menos. Ver la bravura de las olas castigar las rocas disimula el estallido de mis lágrimas. Grito con toda la fuerza hasta frenar al viento. Con dolor de garganta regreso y siento que hace un rato, solo un rato que te espero.

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