
Corrí por el pasillo oscuro, con una desesperación tan grande que ni siquiera noté que crecía mientras corría.
Más y más pensamientos divagaron en mi cabeza. Miedo, paz, ira, anhelo, desequilibro, simplicidad.
La canción estaba ahí, poniendo mis emociones en crisis.
Las voces se sumaban al efecto, las notas inquietantes también y enviaban escalofríos por mi columna vertebral.
Rogando que pudiera llegar a tiempo, vi la luz filtrarse por el ojo de la cerradura. La puerta estaba muerta y mi mente conjuraba imágenes de lo que vendría tras la oscuridad. Finalmente, las bisagras no pudieron aguantar más.
Los gritos incesantes. Todos mis intentos. Todo daba vueltas en mi cabeza mientras me sentaba encima de la derrota.
Aprender de lo que tememos es saber quiénes somos y lo único que puedo decirte es que hice mi mejor esfuerzo.