
Una taza de café
humea cerca de la ventana
de la ventana de un bar
de un bar barato y desolado, como cualquiera
Mi dedo distraído dibuja
sobre el cristal que se empaña
humedecido de recuerdos
de recuerdos tempranos, los de siempre
Y mientras espero lo que no vendrá
y la taza de café humea
su vapor y el exceso,
son mis ojos
clavados en el líquido espumoso
los que no quieren cerrarse
porque allí,
en el bar
en la taza
en la espuma
en la ventana
en el recuerdo y su exceso,
se arraiga la humedad en la mirada.
Con un hilo de voz apresado al grito
cae de espaldas a la mesa, mi bajito rugido:
¡Mozo, otra lágrima!
porque ésta ya se enfría
y el vapor es indispensable
para los que necesitan llorar
toda una vida.