
Por lo general son algunas canciones las que van tallando a lo largo de nuestras vidas el ADN musical que nos identifica. No todos los seres humanos le brindamos la misma importancia a esta cuestión. Es así.
El asunto es que en los albores de mi juventud solíamos reunirnos en la casa de algún amigo/a para pasar un encuentro hablando de libros, escuchando música y por supuesto también bailando. Solían ser encuentros de sábado o domingo por la tardecita y duraban generalmente hasta medianoche o hasta que algún mayor nos bajara el telón.
Sea como sea y se llamen como se llamen, estas reuniones siguen sucediendo hasta estos tiempos. Las costumbres y los modos de relacionarnos cambia. Por supuesto que la música también.
En uno de estos encuentros sucedió esto:
Los discos sonaban en un tocadiscos y el tipo de música era lo que cada uno de nosotros llevara para el caso. La selección era absolutamente variada y arbitraria y se solía dividir al tipo de ritmos entre lentos y movidos. (me viene una tierna sonrisa).
La cuestión es que todos, chicas y chicos, esperábamos la tanda de temas lentos. Creo que no hace falta explicar este motivo.
Todos reunidos en el patio de una antigua casa adornado para la ocasión con algunas guirnaldas y lamparitas de color. Una pequeña mesa enmantelada, con gaseosas y algunas dulzuras para comer. Esa era la escenografía.
Entonces alguien puso un disco nuevo.
Y otra vez la magia y el viraje inesperado.
Lo único que les voy a contar es que esa canción pasó a ser otro eslabón más en mi ADN y que ese día algunos conceptos juveniles comenzaron a cambiar.
La canción comenzaba diciendo….Recuerdo una vez en un viejo país….
Siempre que la vuelvo a escuchar algunas cositas se reacomodan dentro mío.
(El tema es El Rey Lloró y lo cantaban Los Gatos)
Categorías:Crónicas de un Melómano
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