
Tribales, automarginadas en parte ,anónimas, las tribus de la ciudad profunda y oscura agitan su rebeldía. Sus cantos y sus músicas tal vez nada aporten de nuevo a los sonidos acumulados en la memoria de nuestro archivo personal. Los temas siempre rondan ese círculo eterno al ser humano. Pero la sangre creativa de la expresión oral otra vez nos relata los descontentos y los anhelos de futuro enquistados en el pecho de los seres vivientes.
Bajo luces de farolas nocturnas, reunidos en círculos, estos payadores contemporáneos se atreven a la discordia oral y a la agresión infinita sin tocarse. Solo se enredan en un ring imaginario sus alientos espesos y los sonidos guturales.
Vino barato, gaseosas, marihuana, olores de zinc y chillidos de tren. La música y sus reclamos internos los reúnen. Se riman, se embisten en el aire, califican sus performances. Los temas recurrentes de sus súplicas musicales y sus versos repetidos me recuerdan que los caminos del reclamo siempre se vuelven a transitar.
Como nubes que se unen sobre el césped, así también desaparecen en el túnel de la noche.
Otra pieza más de este rompecabezas que nunca se terminará de armar.