CRÓNICAS DE UN MELÓMANO: Los Shivers. Por CARLOS AVALLE

Créditos: Alberto y Fortuna

Somos una cadena de sucesos que conforman finalmente nuestro ADN. Como esa famosa escultura de Salvador Dalí llamada ‘La Venus De Los Cajones’, cada tanto un inesperado compartimento se abre y nos recuerda alguna historia que se  había quedado agazapada en un rinconcito de este equipaje de vida. Son apariciones tan maravillosas que no dejan de ser esas llaves mágicas que nos permiten entrar otra vez a nuestro mundo interior.

Procesarlas después de tanto tiempo, acomodarlas en el segmento correcto de la vida y transmitirlas en este escrito, son cosas que contienen un empuje y una emoción muy particulares.

Vamos al relato.

En el año que se sitúa esta historia les aseguro que no tenía la menor idea de que el rocanrol sería de alguna manera una de las músicas más importantes que atravesarían las vidas de tantos habitantes de este planeta hasta el día de hoy. Y yo no sería la excepción.

Que podría haber sido más atractivo para un niño que todavía no había concluido la primaria y que no tenía absolutamente idea de nada, que escuchar una música extraña y nueva  que provenía de un primer piso de un salón de fiestas de un club de barrio? Un reto a la aventura!

La cuestión es que aparecí espiando por un orificio que había debajo de un escenario que estaba ubicado en ese salón de eventos familiares. ¿Y qué fue lo que ví.? O más precisamente, ¿qué es lo que recuerdo que ví? Y no solo una vez. Varias veces repetí ese espionaje.

Qué imágenes vienen a mi memoria?: Un enorme espejo sobre la pared, una escalera de baldosas, un ventanal con cortinas hasta el piso, un balcón, cuatro tipos haciendo música sobre un piso de madera con sus instrumentos a todo volumen. Dos guitarras, un bajo y una batería. El clásico cuarteto.

Muchos días pasé pensando en este pequeño recuerdo que a medida que avanzaba en busca de detalles crecía en importancia. Y aparecieron en la memoria dos nombres. Uno era el del bajista y otro el del guitarrista y cantante. El nombre del bajista no sé porque lo recordé. El guitarrista y cantante era el hermano mayor de uno de mis compañeritos de la escuela primaria, y que la vida nos cruzó en muchas oportunidades y en distintas circunstancias. 

Por supuesto que lo fui a visitar a su casa. Era justamente la persona que podía ayudarme a resolver y cerrar el final de esta historia. Conversamos y los recuerdos fueron apareciendo muy lentamente.

La verdad es que tenía pensado escribir sobre esta historia en forma ordenada y cronológica para que todos ustedes la compartieran conmigo. Pero como siempre la magia apareció. La foto que ven en esta nota fue tomada en un estudio de fotografía muy próximo al salón del club.

Les dejo a ustedes esta imagen. Una foto. Mientras la observo, muchos más cajones se abren.



Categorías:Crónicas de un Melómano

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