
Lo policíaco involucra toda una serie de rasgos de estilo bajo los cuales se han agrupado una serie de obras que han simbolizado las angustias existenciales más profundas del ser humano, reflexionando acerca de su naturaleza.
Como campo de estudio, el terreno policial también ha sido un ámbito fértil para dialogar acerca de problemáticas sociales y en las manifestaciones policíacas literarias -así como en su traslado a otras artes- se perciben rasgos reconocibles de la realidad contemporánea, que encuentra su resignificación bajo la lente cinematográfica.
CINE NEGRO CLÁSICO: UNA MIRADA APASIONADA

Las relaciones entre cine y literatura existen desde que el séptimo arte cobró vida, hace más de un siglo ya. La literatura ha sido desde siempre una gran dadora de argumentos que el cine ha sabido aprovechar para sí. Por otra parte, el mundo literario ha producido una cantidad de relatos policíacos de gran riqueza, de los cuales el cine se ha nutrido, bebiendo de fuentes inagotables y radiografiando los aspectos más sombríos del alma humana.
La expresión del francés ‘film noir’ que refiere al subgénero en cuestión fue mencionada por primera vez por el crítico Nino Frank. Este célebre teórico italiano acuñó el término para diferenciar al film policial del thriller judicial y del cine de gángsters, aunque luego el noir mutaría para germinar en ejemplares producto de una mixtura de ambos como: “Testigo de Cargo” (Billy Wilder, 1957), “Los Sobornados” (Fritz Lang, 1953), “Anatomía de un Asesinato” (Otto Preminger, 1959) y “Alma Negra” (Raoul Wlash, 1949).
La mencionada variante del ‘whodunit’ fue, en realidad, la primera corriente de estilo bautizada «novela-problema» por la crítica francesa. Esto es, un relato acerca de un crimen cometido y el enigma de su resolución concebido en su formulación más clásica. Si hablamos de literatura, dos gigantes del subgénero moldearon el ‘whodunit’ a gusto y placer: Agatha Christie (una de las autoras más veces adaptadas al cine) y Arthur Conan Doyle (creador del inolvidable Sherlock Holmes).
El peso específico que ganó el cine negro nutriéndose de la literatura de género reprodujo dicho estilo bajo el esquema consabido de la novela-problema. Pensemos en un título emblemático: “Laura” de Otto Preminger (1944). Allí abundarán tres marcas registradas: los espacios cerrados, el uso de flashback y la deducción acerca del crimen cometido por medio de una narrativa que presta especial atención a los diálogos.
Si bien el mencionado film del austríaco Preminger sentó precedentes (uno de tantos directores europeos que emigraron a Hollywood e hicieron carrera filmando policiales) suele considerarse a “El Halcón Maltes” como la primera película policial de todos los tiempos. El film de John Huston, con Humphrey Bogart, Peter Lorre y Mary Astor a la cabeza, fue estrenada en 1941, inaugurando la estirpe noir más pura.
El cine americano de los años ‘40 y ‘50 (conocido como Época Dorada) dio a luz temáticas y estilos que delimitaron el territorio de ambigüedad moral en donde estos relatos se desarrollaron. Allí expuestas, las fronteras del bien y el mal se vuelven difusas adivinándose cierto pesimismo acerca de la condición humana y un espíritu apesadumbrado y escéptico, generalmente encarnado en la figura del detective privado: Sam Spade y Philiph Marlowe fueron nuestros antihéroes nihilistas por antonomasia. La infaltable mujer fatal, completa la iconografía de dicho cuadro de situación: es una dama tan seductora como manipuladora. Y, por supuesto, el malvado de turno; ese que buscará salirse con la suya: pensemos en villanos ilustres como Richard Widmark, en “El Beso de la Muerte” (Henry Hathaway, 1947). Estereotipos que van conformando el mapa simbólico del género a lo largo de su primer estadio en el cine.
Técnicamente observamos el uso del claroscuro, una recurrente voz en off que nos relata la historia, un empleo de la focalización interna que suministra la información al espectador a manera de involucrarlo en el relato y el desarrollo de la trama en escenarios nocturnos, peligrosos, decadentes y marginales. Este uso emotivo de la puesta en escena apunta a destacar aspectos psicológicamente perturbadores de sus protagonistas. Más expresionista imposible. A partir de la década del ’60 y finalizada la nefasta era macartista (muchos afirman que “Sed de Mal”, de Orson Welles, clausuró la etapa clásica del cine noir) el género policial muta abrevando en diferentes influencias literarias y también cinéfilas, que expanden su territorio de confort a otras zonas previamente impensadas.
No podemos olvidar la gran tradición francesa, tanto literaria como cinematográfica. La escuela exquisita de la Nouvelle Vague –en especial las películas de Jean Pierre Melville- dejó para la posteridad una serie de títulos y autores emblemáticos. Por otra parte, la realidad cambiante encontró en ese fenómeno llamado Neo-Hollywood el epítome de la transformación del discurso cinematográfico para acuñar un nuevo término: neo-noir. El cine policíaco francés de los ‘60 surge, en parte, gracias a la influencia que el cine americano había tenido en los jóvenes críticos y cineastas de Cahiers du Cinema, camada que había consumido y ensalzado el cine clásico hollywoodense, buscando en él la huella autoral que confirme la teoría enunciada por Truffaut en su manifiesto “Una cierta tendencia del cine francés” en 1954. El ejercicio del policial francés se distingue, principalmente por el laconismo y el fatalismo que envuelve a sus personajes. De ritmo más lento y pausado, sin embargo, no deja de prestar atención al uso de la fotografía y la música como componentes emotivos. Dentro de su marcado matiz social, aquí la figura del criminal no se subordina a la del policía; pensemos acaso en los abordajes al género que realizara Jean Luc Godard, un cineasta de una profunda vocación vanguardista.
Entrados los ’70, el uso del color, la preponderancia de la violencia y lo explícito del sexo fueron tres elementos que renovaron el género. Esto se produjo gracias a la derogación del Código Hays que regía a Hollywood desde tiempos menos audaces. Elmore Leonard, Jim Thompson o Ed McBain suplantaron a figuras como Raymond Chandler (quien también se ganó la vida escribiendo guiones cinematográficos), Dashiell Hammet y James Cain para convertirse en los cerebros creadores de historias que dieron cuenta de la evolución del género. Lo sórdido y lo corrupto se reformulaba bajo los cánones de una nueva era.
CINE NEO-NOIR: EL MODELO RECARGADO

La nostalgia se perpetuaría desde comienzos de los años ‘80 hasta el presente con ejemplares cinematográficos que intentan rescatar la magia de antaño. Podría pensarse en “L.A. Confidential” de Curtis Hanson (1997) o en “Mullholand Falls” (1997) de Lee Tamahori como dignos herederos del espíritu de Roman Polanski en Chinatown o incluso de su secuela, “Barrio Chino 2”, dirigida por el mismísimo Jack Nicholson. La corrupción policial, la perdición inevitable y un pesimismo abrumador en su máxima expresión.
Por supuesto, los puristas del género, un tanto más conservadores, no tolerarían la inclusión de “Blade Runner” (1982), un neo-noir futurista, bajo la dirección de Ridley Scott. No obstante, si hablamos de neo-noir, hay un film que destaca con notoriedad en el firmamento: “Fuego en el Cuerpo” (1980), de Lawrence Kasdan, para muchos el último gran policial negro concebido como tal. Es oportuno mencionar, que David Lynch y su “Terciopelo Azul” (1986) tendrían algo que decir al respecto.
Luego de una década de búsqueda imperiosa tratando de encontrar su propia identidad, el estallido de violencia hasta límites insospechados encontró en “Pulp Fiction” (1994) al paradigma del mundo posmoderno. A propósito del término pulp y el reconocible guiño del inefable Quentin Tarantino, aquellas variantes del género explotation comic que ofrecían desbordes de lascivia y suspenso en iguales cuotas bajo una encuadernación rústica durante las primeras décadas del siglo XX fueron las precursoras de la novela negra, también conocida como ‘Hard Boiled’. Publicados en la histórica serie pulp Black Mask entre 1929 y 1932, esta variante de la ficción policial, sin embargo, abordaba la violencia y el sexo lejos del extremismo explícito elegido por otras historietas. Grandes plumas del género, como Joseph T. Shaw Erle o Stanley Gardner obtuvieron fama gracias a estas publicaciones.
A comienzos de los años ’60 se produce otro fenómeno interesante de reseñar. La novela negra trae su suspenso desde la fría Europa nórdica. Hoy en día, los países nórdicos se han convertido en la mayor sensación de la novela negra contemporánea gracias a nombres de fuste como Stieg Larsson, Jo Nesbø o Henning Mankell, quienes han llevado la venta de sus ejemplares a una dimensión exorbitante. Fenómenos literarios y televisivos como el detective Kurt Wallander o la saga Millennium son pruebas inobjetables de ello. Sin embargo, esta tradición no es en absoluto novedosa. La novela negra sueca surge en los años ‘60 y gracias a autores como Maj Sjöwall y Per Wahlöö, comienza a influenciar a generaciones posteriores. Quizás, este acontecimiento que ha causado avidez en los lectores se explique en capas subterráneas llenas de inquietud que ocultan el aparente orden social de Escandinavia: la mafia, el racismo, el terrorismo y la violencia de género, son algunos factores a tener en cuenta para explicar este inaudito furor.
El cine negro continúa reinventándose bajo las nuevas fórmulas de la industria, bebiendo de fuentes de inspiración que se presumen inagotables. Por otra parte, las obras clásicas que han seguido influenciando a nóveles realizadores han envejecido con dignidad frente al paso del tiempo. Prueba de su permanencia podemos comprobarlo al ver una película pionera como “El Halcón Maltés”, que no ha perdido un ápice de frescura a casi ocho décadas de su estreno.
El género negro continúa transformándose, adaptándose a las inquietudes de su tiempo. Pensemos en su primera vertiente, influido bajo la filosofía del existencialismo, la psicología freudiana, la escuela expresionista y la angustiante literatura americana bajo la que se moldea. El género negro nació del intercambio establecido entre tendencias estéticas de cineastas otorgaban su propia huella personal para dar cuenta a un género que nació desde el corazón del pesimismo del siglo XX. Su complejo entramado encuentra en el cine moderno americano nuevos cineastas dispuestos a abordarlo y un espectador dispuesto a internarse en los laberintos de su propia e inevitable oscuridad.
Categorías:Rincón Cinéfilo
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