Ojos de serpiente es una obra realizada de manera integral por B. De Palma. Suyo es el guión, la producción y también la dirección de la película.  Por ende es responsable de la estética plasmada en el film. Al respecto digamos que la obra que nos ocupa tiene algunas de las reconocidas huellas de un autor de amplio reconocimiento.

Es indiscutible su original estética visual: planos secuencia para mostrarnos al protagonista y su entorno, travellings de larga y corta duración que nos hacen «participar» en las acciones, flash back que «trasmutan» en imágenes la mente de un policía que reflexiona en los acontecimientos para lograr desenredar la espesa madeja del complot, tomas cenitales y otras al nivel de las personas para acercarnos y quizás incluirnos en la despavorida marcha de la muchedumbre rumbo a la salida o aquellas otras también cenitales que a la manera de un todopoderoso registran las habitaciones del hotel sin techo para ubicar la dama perseguida. Una pesquisa policial que se realiza en dos niveles da la comunicación visual: el de las imágenes de la propia narración del film y las del sistema de cámaras de seguridad de las instalaciones del futuro casino. ¿El cine dentro del cine? 

Pero la obra deja la impresión de que ese lenguaje visual tan pródigo y versátil, esa maestría en los recursos de la cámara y sus movimientos de los que hace gala De Palma, están al servicio de una trama temática que se va devaluando con el paso de los minutos. Por momentos resulta evidente que esa estética está al servicio de una historia que ya ha sido contada repetidas veces. Como si el lenguaje visual dejara de estar al servicio de lo que se cuenta y se independizara de esa historia policial tan abundante en lugares 

comunes. 

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